Descubridores del pasado (VI)

Arthur Evans, el descubridor del laberinto del Minotauro

Él encabezó la nómina de una serie de arqueólogos que descubrieron desde la famosa Petra, en Jordania, hasta la cultura Hitita y la ciudad de Jericó

Sir Arthur John Evans
Sir Arthur John EvansWikipedia

Entre Oriente y Occidente medró la semilla de la arqueología y sus más sorprendentes descubrimientos, entre la fascinación de los sabios europeos por las brumas del Cáucaso o el Hindu Kush, tras las huellas de Alejandro, las rutas marineras de minoicos y fenicios y las de las caravanas de la Ruta de la Seda que confluían en la mítica Palmira. Pese a la impronta del imperialismo, que pobló los museos de piezas procedentes de expolios y conquistas, poco a poco se fue abriendo paso una arqueología más respetuosa y justa, hasta llegar a nuestros días. Y lo que fue consolidándose sin reparo alguno fue el conocimiento científico del pasado, que aspiraba a deslindar entre mito e historia, aunque esto no siempre fuera posible.

Uno de los grandes y más populares hallazgos entre Oriente y Occidente fue la conocida cultura minoica, a la que ya hemos aludido antes. Ahí la figura clave de los tiempos heroicos fue el arqueólogo Arthur Evans, un personaje inclasificable y que marca la Belle Epoque y la historia de las ideas con su descubrimiento, que cambió la estética de su tiempo y fascinó a Freud. También en su caso hay una obsesión personal concreta que lo llevó, después de graduarse en Oxford, a desarrollar el concepto de una civilización helénica intermedia con Oriente y Egipto, que, después de su época en los Balcanes y sus trabajos previos, le llevó a buscar en Creta el enlace perdido entre Grecia, Oriente y Egipto, es decir, las verdaderas raíces de Europa. Su obra, aunque poco ortodoxa según la perspectiva actual, es muy interesante para comprender también como la arqueología cambió historia de las ideas y la cultura.

Tres investigaciones pioneras relacionadas con el Antiguo Oriente, simbolizadas por tres grandes personajes como André Parrot, Ernest Renan y Robert Koldewey, están enfocadas en Mari, Fenicia y Babilonia, que interesarán cada vez más al público general. El subgénero de la arqueología bíblica, a veces fuertemente ideologizado, es un tema aparte de un interés enorme. Las ciudades surgidas de las arenas del desierto como Petra, Palmira o Ctesifonte tienen también su historia casi legendaria. La primera fue hallada 1812 por Jean Louis Burckhardt, un viajero suizo disfrazado de árabe con una peripecia casi novelesca. Desde entonces se ha profundizado en el conocimiento de lenguas y culturas del oriente.

Pero en el descubrimiento del oriente, tras Cnosos, arqueología y lingüística han ido de la mano para encontrar las raíces de las diversas culturas que van conformando. La historia antigua, desde el mundo sumerio hasta los diversos pueblos semitas o indoeuropeos, se iba formando muchas veces, donde las exclamaciones y hallazgos de la cultura material no llegaban, gracias a la colaboración intensa de arqueólogos y filólogos en grado de desentrañar la madeja de las lenguas. Así ocurre, por ejemplo, con el desciframiento de las tablillas de Ugarit, en cuanto al mundo semita, una auténtica revolución en su tiempo, o con el de las fuentes de la cultura hitita, la primera gran comunidad política de raigambre indoeuropea. En cuanto a esta última destaca a la labor del investigador, checo Bedrich Hrozny, lingüista y orientalista, que tiene el mérito de haber sentado las bases para la hititología. La escritura común en la que se consignó el hitita, la cuneiforme, daba problemas para identificarla. Tras una expedición alemana a Hattusas, capital del antiguo imperio, Hrozny pudo identificarla, mientras estaba sirviendo en el ejercito austrohúngaro, durante la Primera Guerra Mundial, como una lengua indoeuropea, comparando sus morfermas con los de latín y el griego. Acabó publicando su gramática en 1918.

Otra figura espléndida de esta época tan heroica es la de Kathleen Kenyon, la arqueóloga inglesa que excavó Jericó, una de las ciudades más antiguas de la humanidad, durante la década de los años 50. Tras su formación en Oxford, fue fundadora del Instituto de arqueología del University College London. Kenyon fue una de las mujeres pioneras en la arqueología. Su trabajo en Jericó le dio fama mundial y sentó las bases de la moderna metodología de las excavaciones en el mundo del antiguo Levante, desde el neolítico a la edad del bronce. La escuela británica, representada por ella o por Mortimer Wheeler, otro referente del método estratigráfico en sus trabajos desde la Inglaterra romana a Pakistán, fue especialmente importante en la apertura del oriente.