Descubridores del pasado (IV)

De Champollion a Carter: los grandes tesoros egipcios

La piedra Roseta y la tumba de Tutankamón. Estos dos descubrimientos supusieron el punto de arranque para adentrarnos en el antiguo Egipto

Howard Carter sacudiendo el polvo de la momia del Rey Tutankamón. NBC PHOTO: Harry Burton
Howard Carter sacudiendo el polvo de la momia del Rey Tutankamón. NBC PHOTO: Harry BurtonHarry BurtonNBC

Al igual que hicieron los británicos con la apertura de Oriente medio y la india a la investigación lingüística, histórica y arqueológica, otro tanto se puede atribuir a la escuela francesa para hablar de la Egiptologías. En el siglo XIX cabe atribuir ese mérito pionero, el de la primera y más temprana egiptología, a otra suerte de imperialismo que situó a los franceses en Egipto con las tropas de Napoleón, entre el directorio y el primer imperio. De esa expedición fundacional de la arqueología moderna surge nada menos que el hallazgo y desciframiento de la comúnmente conocida como «piedra Rosetta», que sienta las bases de la egiptología. Desde entonces, Egipto será la más anhelada meca de los arqueólogos con el fin de descubrir sus innumerables tesoros. El recorrido que hace la arqueología egipcia desde la Rosetta de Champollion al espectacular hallazgo de la tumba de Tutankamón por Carter, hace justamente un siglo, es un camino fulgurante de éxito y fascinación.

Egipto era la otra antigüedad sumergida, no solo bajo las arenas del desierto que rodea el Nilo, sino también bajo la conciencia de Europa. Y es que desde muy temprano hubo una clara egiptomanía entre los europeos, empezando ya por los griegos y los romanos, conscientes de su deuda hacia el país del Nilo. Ya Heródoto fue su primer devoto y el propio Platón se inspiró continuamente en Egipto para sus diálogos. Y esto por no hablar de los romanos, cuya pasión por Egipto es bien conocida, desde el caso de César y Antonio, con la fascinación por Cleopatra, hasta llegar a Adriano y sus viajes por el país del Nilo en compañía de su recordado, amante Antínoo. Y es que Egipto es una Europa antes de Europa. Era clara la deuda con esta fascinante civilización que sintieron ya los griegos clásicos o de época helenística. Así, cuando en el año 1900, Arthur Evans descubre una civilización fastuosa y hermosísima en Creta, la que luego llamaría minoica, venía a constatar el influjo egipcio y orientalizante en los orígenes de Europa en esa isla encrucijada de caminos marinos Otro hito de la arqueología es la excavación de Cnosos y su llamado «laberinto».

Una campaña francesa

Pero comencemos desde el principio: en su campaña egipcia de 1798 a 1801 Napoleón se llevó también a medio millar de civiles, especialistas en diversos campos de la ciencia. También estaba el famoso Jean François Champollion, filólogo y orientalista que tuvo éxito en descifrar la piedra Rosetta. Es sabido que los británicos derrotaron a los franceses en esa campaña y se llevaron luego la pieza al museo británico, donde es uno de los objetos más venerados. Aunque la egiptología tiene raíces anteriores, ya desde época romana, cuando el grecoegipcio Horapolo propone una interpretación simbólica a los jeroglíficos. Los emperadores llevaron muchos obeliscos a su capital y los viajes de la edad media y moderna a tierra santa estaban a veces vinculado con el país del Nilo. Hay que citar la figura de Athanasius Kircher, otro padre fundador de la egiptología en el siglo XVII, que mostró el vínculo del copto con el antiguo egipcio y también investigó los jeroglíficos. Pero hubo que esperar a la piedra Rosetta, que lo cambió, para poder leer bien los jeroglíficos.

A lo largo del XIX y XX británicos, alemanes e italianos se sumaron a la investigación sobre Egipto. Hubo grandes avances, como los protagonizados por Flinders Petrie, que estableció una metodología científica para la preservación de los hallazgos, y fue el primer investigador que ostentó una cátedra de egiptología en Gran Bretaña. Se han citado otros nombres como padres de la egiptología como disciplina académica, como el francés Emmanuel de Rougé o el italiano Ippolito Rossellini, lo que convierte el Museo de Turín en referencia mundial junto al Louvre y al Británico. Entre 1893 y 1903 se elabora una primera cronología científica del Egipto antiguo, aunque la egiptología europea sigue adoleciendo de un sesgo colonial hasta después de la guerra mundial, según cadatendencia historiográfica. Sin embargo, no sería hasta el hallazgo de la tumba del faraón de la 18ª dinastía Tutankamón, en noviembre de 1922, bajo la égida del arqueólogo británico Howard Carter, cuando la egiptomanía alcance sus cotas más altas en occidente. El descubrimiento fue un mazazo en la memoria colectiva y dejó honda huella en la cultura popular. Los arqueólogos han evolucionado mucho en su investigación de Egipto, contando con las autoridades egipcias y el consejo de antigüedades que han impedido el expolio de este país. Los actuales egipcios tienen gran cuidado de ello.