Historia

La camarilla traidora y los barcos rusos

Fue una de las grandes chapuzas que se han llevado a cabo en la historia militar española: el timo de los «barcos negros» y el dinero que desapareció

"Batalla de Trafalgar"
"Batalla de Trafalgar"Auguste Mayer

La batalla de Trafalgar, en 1805, en realidad un empate con Inglaterra, dejó a España sin lo mejor de su flota. Luego vino la Guerra de la Independencia y el levantamiento en América que mostraron las carencias de la política militar y de un tesoro exhausto. Sin embargo, llegó un ingreso inesperado. El Reino Unido y España llegaron a un acuerdo en agosto de 1817 para la abolición de la trata de esclavos. El gobierno británico entregó al español 41 millones de reales en compensación al fin de la trata con seres humanos. No es que los británicos fueron adalides de los derechos humanos, sino que la esclavitud era la forma de trabajo en Cuba y Puerto Rico, y, por tanto, un buen ingreso para España que los británicos querían suprimir.

El dinero podría haberse empleado en algo útil, como por ejemplo, el impulso a la industria nacional o a la instrucción pública. Pero no. «La camarilla» decidió una de las suyas: montó una operación de compra de barcos rusos para enriquecerse, a espaldas del ministro de Estado, José García de León y Pizarro, del titular de Marina, José Vázquez Figueroa, y del responsable de Hacienda, Martín de Garay. Aquello fue una traición a los españoles.

La camarilla era llamada así por reunirse en una antecámara real. Allí acudían, entre otros, Pedro Gravina, nuncio del Papa; Blas de Ostolaza, confesor del infante don Carlos; Antonio Ugarte, un esportillero (operario de carga a espuertas); y Pedro Collado, llamado «Chamorro», que había sido aguador en la fuente del Berro. El peor de todos en aquella camarilla fue el embajador ruso Dmitri Pávlovich Tatischeff, que consiguió embaucar a Fernando VII. De hecho, logró que el rey español firmara la Santa Alianza en 1816 sin dar noticia a Pedro Cevallos, secretario de Estado. En compensación, Fernando VII concedió a Tatischeff el Toisón de Oro. Fueron los años de influencia rusa en el gobierno de España, de relación directa entre nuestro Borbón y el zar Alejandro I.

Tatischeff fue quien propuso la compra de cinco navíos y tres fragatas a su país, Rusia, con el dinero que había entregado el Reino Unido en 1817. Los barcos serían destinados a luchar contra los independentistas americanos. El relato ya estaba hecho. Solo faltaba montar un buen negocio. La compra se hizo sin conocer la calidad del material, de espaldas a la Armada, y con mucho dinero perdido entre medias. Firmó la adquisición Francisco de Eguía, ministro de la Guerra de la época, y, según el historiador Alemparte Guerrero, un «dócil instrumento de la camarilla». Eguía, viejo héroe de guerra y absolutista, fue la coartada. El resto de miembros del grupo se burlaba de su aspecto y le llamaban «coletilla» por llevar el pelo recogido.

La escuadra salió del puerto de Reval –hoy Tallín, en Estonia– el 27 de septiembre de 1817. Hizo parada en Deal, Inglaterra, el 10 de diciembre. Allí estuvo hasta el 4 de febrero. Demasiado tiempo. Al parecer, las embarcaciones necesitaban reparaciones y el tiempo tampoco era favorable. En la tarde del 21 de febrero aparecieron las naves por la Bahía de Cádiz. La multitud esperaba en el puerto su llegada. Los barcos rusos saludaron con once cañonazos, bien contestados con otros tantos desde la fortaleza gaditana. Y hasta ahí duró la alegría.

Los profesionales de la Armada española echaron un vistazo a la compra y no salieron de su asombro. Los barcos venían sin los pertrechos suficientes, y la madera estaba inservible al ser de pino, buena quizá para el Báltico pero nefasta para otros mares. Los barcos no podían navegar. Vázquez Figueroa y León y Pizarro, los ministros, denunciaron al rey que se trataba de una estafa. La respuesta de Fernando VII fue separarlos de los cargos y desterrarlos.

Los barcos rusos quedaron en el puerto. Nadie sabía qué hacer con ellos. Se arregló el «Alejandro I», que partió de Cádiz el 4 de mayo de 1819 hacia El Callao con tropas al mando de Porlier. A mitad del viaje el barco empezó a hacer aguas, y tuvo que volver a puerto. La fragata rebautizada como «Reina María Isabel» entró en situación activa de servicio, pero fue capturada por la armada chilena en su primera expedición. El resto de barcos se pudrió, y fueron desguazados entre 1821 y 1823.

¿Qué pasó con el dinero? Los traidores pagaron la mitad y buena parte se la quedaron. Rusia reclamó inútilmente hasta 1830. La camarilla desapareció en 1820, con el triunfo del levantamiento liberal. Antonio Ugarte y Blas de Ostolaza fueron detenidos y desterrados. Tatischeff, el chanchullero ruso, abandonó España en 1821.