cultura
Granada, el último bastión de al-Ándalus en España
Las leyendas se suceden en una tierra habitada en la cultura popular por seres mitológicos como el "mono careto", capaz de provocar aludes, o la ondina devoradora de hombres
A la sombra de la Sierra Nevada, en la escarpada orografía de Granada, abundan las leyendas de un pasado inmemorial; desde la Elvira romana con sus célebres desarrollos en el concilio que fue semilla de la iconoclasia posterior, hasta la fastuosa capital nazarí, último bastión de al-Ándalus en España, el reino de Granada ha poseído la imaginación mítica de todo lo relacionado con España y Andalucía desde muy antiguo. Hay innúmeros romances, canciones, baladas, relatos y personajes arraigados en la memoria colectiva, como el triste Boadbil, que lo acreditan.
Incluso hay seres mitológicos que la pueblan en la cultura popular: por ejemplo, en las laderas de la Sierra se habla de un duende extraño llamado el «mono careto», que provoca aludes y otras desgracias montaraces, mientras que, en la laguna de Vacares, se esconden siniestras criaturas, como la ondina devoradora de hombres, un viejo «leitmotiv» de la mitología universal.
Pero Granada encarna ante todo el misterio del Oriente en Occidente que era y simbolizaba la Iberia mítica. Poblada de hechicería, tesoros escondidos, misterios inefables y todo el encanto y fascinación de la materia legendaria, Granada encarna narraciones esenciales que aún hoy día pueden sondearse en sus monumentos, sus inmediaciones y su callejero.
Solo tenemos que pensar en el influjo literario que ha tenido la ciudad en la imaginación de diversos autores, hasta llegar, por supuesto, al inefable Washington Irving con sus «Cuentos de la Alhambra». Por no hablar de las innumerables postrimerías románticas del «grand tour» de los viajeros del norte y de los países centroeuropeos, atraídos por los misterios de las tierras hispanas, desde Potocki a esta parte.
Ya el panorama que se obtiene desde los cármenes más conocidos –esas fantásticas haciendas de los grandes señores del medievo andalusí que miran sobre la Alhambra– nos evoca invariablemente argumentos básicos del folclore, de lo onírico y lo fantástico.
Granada es la ciudad paso y meta, el otro mundo en el nuestro. Acaso represente por antonomasia el umbral, el tránsito del mundo ordinario al mundo extraordinario, la linde con lo desconocido y feérico, cuyo pasaje está garantizado por el fruto que lleva su nombre.
Y es que la granada, más allá de la heráldica, es esencialmente leyenda: se conoce como la fruta mágica, el resto más visible del jardín edénico de la Hesperia, la tierra de poniente o la del paso al más allá, el don áureo que le da de comer Hades a Perséfone, en el mito griego, para que la diosa tenga el pasaporte privilegiado para cruzar de uno a otro lado, del mundo de los vivos al de los muertos. Es, pues, de una relevancia simbólica incuestionable.
Pero Granada también es la ciudad anhelada por todo el romancero, el símbolo de la tierra de frontera –esta vez no tanto sobrenatural como cultural– y poblada de tesoros, fantasías y de riquezas indecibles: «La mañana de San Juan / al tiempo que alboreaba, / gran fiesta hacen los moros / por la vega de Granada, / revolviendo sus caballos / y jugando de las lanzas, / ricos pendones en ellas / bordados por sus amadas, / ricas marlotas vestidas / tejidas de oro y grana».
Tal es la opulencia de la ciudad vista desde la frontera, desde el otro lado, como los tesoros sin cuento de los palacios árabes, que es anhelada y admirada por los cristianos, en los relatos más diversos. Y es que, de los tesoros de la ciudad, solo se puede decir que «son ricos a maravilla», y no otra cosa es también –un tesoro– la riquísima tradición oral de cuentos y leyendas sobre Granada.
El «suspiro del mono»
La ciudad está envuelta en mitos como el del «suspiro del moro», las famosas y tristes lágrimas de Boabdil, el último rey, desterrado de la ciudad, sobre el que hay diversas leyendas: pienso en la de la «silla del moro» o la del «soldado encantado», hechizado para custodiar eternamente los tesoros escondidos de este rey en la ciudad (un relato así aparece en otra ciudad perdida, esta vez por los cristianos, la Constantinopla bizantina).
Otras leyendas también hablan de los secretos de la Alhambra, del Patio de los Leones y de su tesoro escondido, que solo se puede hallar descifrando las claves simbólicas de esa gran obra de arte escondidas allí por su malhadado arquitecto. La Alhambra es solo ella materia de leyenda, que van desde la sala del Abencerraje, con su masacre de todo un clan familiar maldito, hasta la leyenda de la puerta de la justicia. Su arquitectura evocaba la presencia de enigmas por desvelar y tesoros por descubrir, a partir de las narraciones oníricas y fantásticas de todo ese acervo de tradiciones, que encuentra su punto culminante, por supuesto en la toma de la ciudad.
Por último, la Granada secreta y misteriosa también tiene un punto esotérico y paranormal, con numerosas leyendas de fantasmas, apariciones y presencias aparecen, por ejemplo, en el propio Ayuntamiento de la ciudad. En fin, nunca hay que dejar de soñar con Granada.