Una figura olvidada

Egilona, la eterna traidora que reinó en la Hispania visigoda y en al-Ándalus

José Soto Chica rescata, a través de la novela, una figura "muy poco conocida", asegura de una mujer que compara con La Malinche

Explicaba Jorge Vilches en estas mismas páginas que la línea entre ser traidor o héroe es «muy estrecha». «Depende de la orilla» desde la que se mire a la figura en cuestión, aseguraba durante la promoción de su nuevo libro. Sin embargo, no siempre tiene que ser blanco o negro, bueno o malo, también se puede pasar a la historia como «enemigo» de todos, como le pasó a Egilona (¿Bética?, finales del siglo VII-Damasco, ¿718?), reina de Hispania e, igualmente, de al-Ándalus; mujer de Rodrigo y, no mucho después, esposa del valí Abd al-Aziz ibn Musa. Un personaje del que cristianos y árabes escribieron como si se tratase de «un ser semilegendario», apunta José Soto Chica, el historiador que, ante la ausencia de información de su protagonista, decidió emprender una investigación que ha terminado plasmada en una novela, Egilona, reina de Hispania (Espasa). «Y lo poquito que hay en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de Historia no tiene ni pies ni cabeza: le atribuyen un nacimiento y estirpe que no se corresponden. Es un parrafito disparatado», denuncia. «Es como si al último Premio Nobel le pones unas declaraciones sobre cómo se preparan las manitas de cerdo. Yo, como historiador, puedo hablar muy poco y por eso he recurrido a la novela para rescatar a una reina olvidada. No es un libro de buenos y malos, sino de personas. Refleja cómo son los años en los que un mundo se derrumbaba y surgía otro».

"Egilona quiso que Abd al-Aziz se pusiera la corona, algo prohibido en el islam, pero ella entendía que la corona hace al rey"

José Soto Chica

A pesar del desconocimiento parcial –«apenas unos apuntes»–, en lo que coinciden las crónicas de uno y otro lado es en mostrar a Egilona como una «traidora». En Asturias queda señalada como chivo expiatorio, como una desleal por casarse con el enemigo de su esposo, uno de los que lo mató en la batalla del río Almodóvar o la batalla de los Montes Transductinos («que no de Guadalete», insiste Soto Chica); y enfrente, las fuentes árabes no la ponen mucho mejor: «Incitó a su nuevo esposo a rebelarse contra el califato omeya de Damasco para conseguir que Hispania fuera independiente. Para ellos es una mala mujer que engatusa a su marido y lo lleva por la senda de la perdición», sostiene.

La pista inicial de Egilona la encontró Soto Chica en la Crónica mozárabe (754) «mientras me documentaba para un ensayo, Los visigodos. Hijos de un dios furioso [Desperta Ferro, 2020]». Quedó «fascinado», asegura, con que, cinco años después de la muerte de Rodrigo, todavía apareciera recogida como «reina de Hispania» en una cita de 716. ¿Por qué la llaman así si tanto el rey como el reino habían desaparecido? Fue la pregunta que se vio obligado a responder: «No dejó de ser reina, siguió ejerciendo en al-Ándalus. Fue un actor político activo, como se ve en esa conjura para desligar Hispania del califato».

"El rey don Rodrigo arengando a los jefes de su ejército antes de dar la batalla del Guadalete" (1871), de Bernardo Blanco y Pérez
"El rey don Rodrigo arengando a los jefes de su ejército antes de dar la batalla del Guadalete" (1871), de Bernardo Blanco y PérezMuseo del Prado

Las pinceladas que aparecen en la Crónica de 754 es «la única obra contemporánea de los hechos que se centra en ellos» y por ello el historiador se sorprende que haya sido «desatendida, cuando no ignorada», por sus colegas de profesión y compatriotas. Por el contrario, «siempre dejó perplejos a británicos, franceses y alemanes». «Durante dos siglos la historiografía española se empeñó en reconstruir lo que pasó a partir de las fuentes árabes que, en el mejor de los casos, fueron escritas 150, 300 y hasta 900 años después de que acontecieran los hechos que narran. Además, las fuentes árabes suelen ofrecer dos, tres y hasta más versiones de un mismo acontecimiento y, a menudo, esas distintas versiones son contradictorias entre sí».

Con esto claro, Soto Chica advierte de que «en esta novela, todos los grandes hechos que se narran son ciertos» y que lo que él denomina «arquitectura histórica» se ciñe «con rigor a lo que realmente sabemos conforme al único método que se somete a los parámetros usuales de la ciencia historiográfica: el que da prioridad a los datos que nos aporta el testimonio superviviente contemporáneo de los hechos y desecha todos aquellos que, aportados por las tardías fuentes árabes, los contradigan».

"Lo poquito que hay [de Egilona] en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de Historia no tiene ni pies ni cabeza"

José Soto Chica

Así, Egilona da fe de unos textos que dibujan a la reina «como una mujer fuerte que, entre otras, quiso que Abd al-Aziz se pusiera la corona, algo prohibido en el islam, pero ella entendía que la corona hace al rey», señala. «No se conformó con un papel secundario». Reflexiona el autor sobre «cómo encajó el haber perdido a su marido en una batalla y casarse con uno de los que le han matado. Tiene que decir mucho de tu manera de ver el mundo, es alguien que ha acabado con tu reino».

En esa frontera entre dos mundos y dos religiones, Soto Chica ve en este personaje a «La Malinche» peninsular, dice. «Nos imaginamos la conquista como una sustitución sin más, pero los conquistadores eran muy pocos y necesitaron de los conquistados [15.000 frente a cinco millones]». Pelayo –por cierto, sobrino de Egilona– fue la excepción, remarca de «la otra cara de la moneda de la conquista»: «La norma fueron Egilona o Teodomiro, quien pactó con el nuevo marido de esta. Después de la conquista fue el turno del mestizaje y la integración. Últimamente hay una tendencia a que las cosas deben ser blancas o negras, y no. La conquista fue violenta, claro, la árabe y la española, pero luego hubo que cogobernar, llegar a compromisos, pactar con las élites locales... Otro caso diferente es el de Pelayo, que es de esas personas que tienen la rebeldía por encima de todo. Lo suyo hubiera sido integrarse y mantener privilegios con el nuevo régimen, pero lo dejó todo, se fue a la montaña y se pasó la vida luchando en una situación muy difícil. Es otra figura que me interesa porque renuncia a todo por defender su mundo».

  • «Egilona, reina de Hispania» (Espasa), de José Soto Chica, 520 páginas, 21,90 euros.