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España mítica

Ronda, tajo entre románticos y bandoleros

Enclavada entre la serranía malagueña y la sierra de Grazalema, la ciudad, con su orografía accidentada y su secular bandolerismo es fuente fértil de mitos y leyendas

Tajo de Ronda
Tajo de RondaWeb oficial de turismo de Andalucía

Pocas ciudades hay más mitológicas que Ronda, con su paisaje imponente que ha hecho evocar una historia legendaria, entre romanos, árabes y cristianos. Y no menos legendaria es su serranía, surcada por guerrilleros y bandoleros, por caravanas de gitanos y misterios esotéricos en los relatos de los viajeros románticos. Los secretos que guarda el imponente tajo y el río Guadalevín en esa ciudad de ensueño son inefables. Ronda pende en un equilibrio sobrenatural sobre el abismo de la historia con numerosos relatos que la hacen aún más fascinante para los soñadores de lo que ya es a la vista de los viajeros, desde las antigüedades prerromanas a los arcaísmos de la tauromaquia primordial, hasta llegar, en la cultura popular más reciente a los amores imposibles o a los sucesos paranormales de sus casas encantadas. Nunca se puede hablar lo suficiente de este lugar marcado por el mito desde antiguo, desde la Arunda prerromana o las ruinas de Acinipo –con su teatro aún visible– o a la posterior confluencia de culturas en su esplendor medieval y su recepción romántica.

El núcleo árabe, a partir de la desintegración del califato de Córdoba en la taifa de Ronda, que luego será integrada en la de Sevilla, se presiente continuamente en una ciudad que va creciendo hacia nuevos barrios desde la conquista del rey Fernando el Católico. En sus diversos estratos, la ciudad se expande también en la edad moderna, siempre marcada por las construcciones en torno al tajo y la manera de salvarlo. Ahí está el famoso Puente Nuevo de la ciudad, obra de Martín de Aldehuela, al que también se debe la arquitectura final de la Real Maestranza de Caballería. Esta es otra institución mítica, en principio corporación nobiliaria del siglo XVI para el entrenamiento de los nobles a caballo y que luego representará, desde el XVIII hasta hoy (pasando por Goya o por el mitómano Hemingway) la esencia de la tauromaquia y una de las piezas de bóveda de su historia. En esta plaza de toros, una de las más antiguas y monumentales del mundo, ejerció su magisterio Pedro Romero, retratado por Goya, y es una de las cinco maestranzas clásicas de España.

Durante las guerras napoleónicas y el siglo XIX Ronda y su serranía tendrán especial protagonismo por el fenómeno de la guerrilla y el subsiguiente bandolerismo: la ciudad quedará para siempre marcada por su leyenda como sede de mitos románticos por excelencia. Estos serán fomentados, cuando no acuñados, por los literatos y artistas extranjeros que quedan fascinados por este lugar, una larga nómina que va desde Washington Irving, Prosper Mérimée y Gustav Doré a Rainer María Rilke. ¿Cómo podrían no caer en el embrujo de la estampa de Ronda, arracimada entre las dos mitades en las que queda tajada por ese puente que conduce directamente a los abismos, en una especie de catábasis mitológica? Un paseo por la ciudad se nos antoja un descenso no solo por la historia sino también por las brumas de la leyenda en una suerte de bajada al inframundo. Desde la Maestranza al Museo del bandolerismo, de allí a los conventos e iglesias y, siempre siguiendo los pasos de viajeros ilustres, a las cuevas de abajo y de nuevo al ascenso. Seguimos los pasos de precursores ilustres, no solo los anteriores sino también otros como Roberts, Gauthier, Ford, Borrow, Hemingway y un largo etcétera.

En la ciudad hay también otra nómina de casas encantadas, con llantos de bebés perdidos, fantasmas de moras enamoradas de cristianos o curiosos fenómenos de “poltergeist”. Y claro que, con su orografía, también es una ciudad marcada por los túneles que, se decía, se construyeron ya en la Edad Media como una red defensiva, por si había asedios, para escapar a través de ellos. Esta red de pasadizos no es solo intuida o evocada en las ficciones literarias, sino que ha sido explorada: desde la que se supone que hay entre el convento trinitario de intramuros hacia el que está fuera de la ciudad, hasta otros subterráneos que fueron usados como alojamientos de malhechores y de bandoleros. El subsuelo de Ronda, inframundo plagado de misterios y ríos subterráneos, está siempre por investigar, como la garganta del tajo, con la gran oquedad llamada “la mina”, un lugar lleno de manantiales e indagado por los espeleólogos.

Otro capítulo aparte sería la nómina de leyendas de la serranía de Ronda. Hay relatos populares como, por ejemplo, el de la princesa de Algatocín, encarcelada por su padre en lo que hoy es una iglesia, el del mítico árbol cinco veces centenario de Parauta, un pinsapo que se dice que creció justo donde una mujer justa fue enterrada o el color carmesí que se supone que fue inventado en el pueblo de Benarrabá, gracias a un alquimista que sacaba los materiales de la ribera del río genal. Pero son demasiadas historias para consignarlas en tan breve espacio.