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Mujeres desconocidas
Hedy Lamarr, belleza en clave de Wi-Fi
Famosa en su época por su glamour y vida aventurera, «la mujer más bella del mundo» pasó décadas sin ser reconocida como la gran inventora e ingeniera que fue

En la década de 1940, Hedy Lamarr era una de las actrices más célebres del mundo, apareciendo en pantallas de cine y portadas de revistas por doquier. Sin embargo, su verdadero glamour fue poseer una mente sagaz y creativa. La tecnología que co-desarrolló durante la Segunda Guerra Mundial sentó las bases para las comunicaciones inalámbricas seguras modernas, incluyendo Wi-Fi, GPS y Bluetooth. Ahora estamos conectados gracias a ella. Como señaló su biógrafo Richard Rhodes: «Hedy siempre sintió que la gente no apreciaba su inteligencia, que su belleza se interponía en el camino». Hoy, la historia finalmente está reconociendo el complejo legado de Lamarr como celebridad y pionera tecnológica.
Nacida como Hedwig Eva Maria Kiesler el 9 de noviembre de 1914, Lamarr fue hija única de una familia judía en Viena, Austria. Mostró brillantez desde pequeña. Su madre, pianista de concierto, la inscribió en clases de piano y ballet siendo niña. Su padre, director de banco, le explicaba el funcionamiento de las imprentas y los tranvías. A los cinco años, la pequeña ya intentaba desmontar sus cajas de música para entender los mecanismos internos. En la Viena de los años 30, las opciones profesionales eran limitadas para una adolescente con talento. Así que, casi de forma lógica la impresionante belleza de Lamarr la condujo hacia el cine. El director Max Reinhardt la descubrió cuando tenía 16 años. Lamarr estudió interpretación y actuación en Berlín y comenzó a aceptar pequeños papeles cinematográficos.
En 1933, obtuvo un papel protagonista en la famosa película checo-austriaca «Éxtasis», que generó controversia por convertirse en la primera escena de un orgasmo en la historia del cine. Un éxtasis en blanco y negro y totalmente mudo. Aunque la película ganó premios en el Festival de Cine de Venecia de 1934, el Papa Pío XI la denunció públicamente. Lamarr insistiría más tarde que nunca consintió las escenas más controvertidas del filme.
A los 18 años, Lamarr se casó con Fritz Mandl, un treintañero austriaco comerciante de armas. Mandl era posesivo y le prohibió actuar, lo que convirtió el matrimonio en una experiencia miserable. Se vio obligada a asistir a cenas con oficiales nazis y fascistas. Más tarde escribiría: «Era como una muñeca, un objeto de arte que debía ser vigilado y encarcelado, sin mente propia ni vida independiente». Sin embargo, escuchaba con más atención de lo que los hombres a su alrededor sospechaban; tomaba nota de información sobre armamento que resultaría útil más adelante. 1937, con 23 años pero consciente de los peligros que enfrentaba como mujer judía, Lamarr protagonizó una huida digna de Hollywood. Se escabulló de una cena, cambió sus joyas por dinero en efectivo y huyó de Austria hacia Londres. El magnate Louis B. Mayer la reclutó rápidamente para MGM Studios. Como actriz, su papel revelación llegó con «Argel» en 1938. A lo largo de la exitosa década siguiente, fue gradualmente encasillada en personajes glamorosos y seductores. «Cualquier chica puede ser glamurosa», comentó mordazmente, insatisfecha de que la valorasen por su belleza, «solo tiene que quedarse quieta y parecer estúpida».
Libre de interferencias
En su nueva casa en Beverly Hills, Lamarr mantenía un «rincón de inventora». Desmontaba y volvía a montar aparatos como cuando era niña. «Mejorar las cosas –escribió– me resulta natural». El magnate de la aviación Howard Hughes, impresionado, le proporcionó equipos para practicar sus inventos entre tomas. Cuando ella diseñó una nueva ala inspirada en los peces y aves más veloces, un asombrado Hughes supuestamente exclamó: «¡eres una genio!». Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Lamarr se sentía culpable por no poder ayudar a Europa. En colaboración con el compositor e inventor George Antheil, que compartía sus talentos, Lamarr abordó un problema serio: el éxito de los submarinos alemanes en la destrucción de barcos aliados. Los torpedos controlados por radio podían destruir los submarinos, pero eran obstaculizados por las interferencias alemanas.
Basándose parcialmente en el conocimiento de sistemas de armamento de Lamarr, el equipo inventó un «sistema de comunicación secreto». Saltaba rápidamente entre frecuencias de radio para hacer imposible la interferencia de una señal, siempre que el transmisor y el receptor estuvieran sincronizados. La Marina de EE.UU. se negó a utilizar la tecnología durante la guerra. Para la década de 1950, sin embargo, fue adoptada secretamente; y hoy, los principios del invento de Lamarr y Antheil son la base de muchos sistemas modernos de Wi-Fi, Bluetooth y GPS. La historia tiene un fin obvio y triste: Lamarr no ganó nada con la patente y permaneció sin reconocimiento. Tras una vida posterior tumultuosa, Lamarr siguió siendo una celebridad y escribió libros influyentes, pero su intelecto nunca fue apreciado. Lamentaba que su propia belleza fuera su obstáculo. Hoy, sin embargo, es cada vez más reconocida como inventora e icono feminista. Alexandra Dean, directora de un aclamado documental de 2017 sobre su vida, escribió: «Creo que al mundo le llevó tiempo alcanzar a Hedy Lamarr. Puedo decir con confianza que se adelantó cien años a su época».
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