El hombre que contó en primera línea cómo Mussolini impuso el fascismo
Se publica «Marcha sobre Roma», un testimonio periodístico de Emilio Lussu que cuenta de qué manera el fascismo fagocitó las instituciones


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Larga es la bibliografía en torno a Mussolini, pero entre ella cabe destacar el estudio de Frances Stonor Saunders, que en «La mujer que disparó a Mussolini» (Capitán Swing, 2014) nos descubrió la vida de Violet Gibson, que en 1926 se acercó hasta el dictador, que estaba dando un discurso, y le disparó a quemarropa. Fue la oportunidad de haber detenido la escalada fascista, pero «Il Duce» sobrevivió. Un episodio que no aparecía, por cierto, en una colosal obra, «M. El hijo del siglo», de Antonio Scurati (Nápoles, 1969), donde abordó los años en que Mussolini llegó al poder. Se trataba de un gran esfuerzo de documentación histórica que llevaba a una lectura de cariz novelístico en que no había en cambio nada fruto de la imaginación, con un Mussolini palpitante: «hombre sensual», «emotivo e impulsivo», «alguien fascinante y persuasivo en sus discursos», «desinteresado, generoso», «muy inteligente, astuto, mesurado, reflexivo, buen conocedor de los hombres, de sus cualidades y de sus defectos», «capaz de hacer sacrificios por los amigos», «tenaz en las enemistades y en los odios»…
Todas las virtudes de un ser valiente y audaz se abrían paso en el dibujo de un personaje cruel al que veíamos escalar en sus ambiciones, pues «le impulsa la convicción de estar representando una fuerza considerable en los destinos de Italia y está decidido a hacerla valer». De fondo, asimismo, aparecía una Italia en todos sus ámbitos, significativamente el literario, con un Gabrielle D’Annunzio, también pródigo en amantes y liderazgos militares, que inspiró a Mussolini en muchos asuntos de índole personal y política, si bien nunca participó activamente en los gobiernos fascistas. Así, se veía, de la mano de Scurati, al Mussolini que creó en 1919, en Milán, a los Fascios de Combate, germen del partido fascista, al que es arrestado por tenencia ilegal de armas y explosivos, al que desfilaba con sus «camisas negras» cuando encontraba la ocasión propicia, al diputado de las elecciones de 1921, al que entró con sus seguidores en Roma y logró ser presidente del Consejo de Ministros, al que se enfrentó a Grecia y Yugoslavia, al que en 1924 dio un discurso en el parlamento que es considerado el inicio del régimen dictatorial; todo ello a medio camino entre la novela, la biografía y el libro de historia.
El mundo editorial propone al lector de manera muy habitual propuestas narrativas o ensayísticas con las que conocer la Italia que vio venir y consolidar la ideología fascista de la mano de un dictador de personalidad atrayente. Ha sido el caso, tan reciente, de Scurati, que extendió la trayectoria de Mussolini a lo largo de más libros, y ahora el de una recuperación que presenta la editorial Altamarea, especializada en literatura e historia italianas. De esta manera, en «Marcha sobre Roma y alrededores» (traducción de Carlos Clavería Laguarda) aparece un testimonio de gran valor histórico, pues su autor, Emilio Lussu (1890-1975), vivió en sus carnes lo que cuenta en estas páginas. Natural de Cerdeña, y militar y político tanto como escritor, Lussu combatió en la Primera Guerra Mundial como oficial, participó en la política italiana dentro del Partito Sardo d’Azione, con el que era elegido diputado y se jugó la vida enfrentándose al fascismo. De hecho, fue condenado a quedarse confinado, pero escapó del arresto y fue a luchar en la Guerra Civil española a favor del Gobierno republicano. Por si fuera poco, era miembro de la Resistencia antifascista italiana en la Segunda Guerra Mundial y mantuvo el compromiso político hasta sus últimos días.
«La mía es la generación de los primeros años del fascismo: muchos de sus jerarcas fueron compañeros míos en la infancia, en la escuela o en la guerra», afirma en la primera página Lussu, que dijo preocuparse de no incluir un solo episodio que no pudiera ser documentado. Realmente, él presenció todo tipo de actos, incluso con la ayuda de algún amigo de la infancia que se había pasado a los fascistas, a un congreso de esta corriente política. De tal modo que se convierte el autor del libro en un observador de tinte periodístico, lo cual hace que «Marcha sobre Roma y alrededores» se lea como una crónica vívida de un montón de acontecimientos, detalladamente, que condujeron al triunfo político de Mussolini de modo esclarecedor. Al comienzo de su andadura, «se mostraba imperialista y escribía artículos vehementes en su periódico», aun siendo muy impopular entre los soldados. «En el congreso de excombatientes italianos, que los primeros en volver de la guerra celebraron en el Campidoglio a finales de 1918, a Mussolini ni le dejaron hablar. Se consideraban muy equívocas las razones que exponía en su diario y se le reprochaba el haber deseado con obstinación la guerra pero haber guerreado con discreción».
Pero Mussolini supo aprovechar bien, de manera populista, como se diría hoy en día, para ganarse el favor del pueblo. Y es que la situación del país tras la Gran Guerra era terrible: «No era capaz de ofrecer trabajo inmediatamente. Los precios subían continuamente. Desilusiones y rencores, en consecuencia. ¡Ah!, así pues, ¿los soldados morían de hambre al volver mientras los empresarios de la guerra presumían de ser millonarios? ¿La paz era esto? ¡Preferible mil veces la guerra! Es cierto que la vida corría así peligro constante, pero ¡valía tan poco!», apunta Lussu.
Detalles de la marcha
En esta Italia llena de conflictividad surgía la voz del exsoldado, que declamaba: «¡Mueran los que matan de hambre al pueblo! ¡La revuelta es una necesidad absoluta para detener la voracidad de quienes especulan con el hambre!». En paralelo, las masas obreras se iban organizando para denunciar sus condiciones de miseria, con la idea de ver lo que estaba pasando en la Rusia de la Revolución bolchevique. En tales circunstancias, Lussu también destaca el carisma de D’Annunzio, «poeta y héroe», que «tuvo siempre una gran influencia en el ánimo de la ardorosa juventud nacional». El escritor tenía el mismo carisma del político, el cual fue concibiendo la denominada «marcha sobre Roma», sobre la que Lussu va detallando cada duda y acción.
«Las ideas no estaban claras. La Prensa, casi unánimemente, decía que se trataba de una marcha ideal, una metáfora que significaba elevación espiritual, conquista moral», escribe. Incluso Mussolini tampoco sabía bien lo que quería, según confesó en una entrevista: «Esta marcha sobre Roma es estratégicamente posible siguiendo tres vías: la costa adriática, la costa del Tirreno y el Tíber». El plan estratégico era confuso, pero acabó dándose entre el 27 y 29 de octubre de 1922. Era el fin del sistema parlamentario y el principio del régimen fascista, que implicaba una dictadura y, por tanto, la existencia de otros partidos de la oposición. Pero «el concepto originario de la “marcha sobre Roma” era de D’Annunzio», apunta; «una dictadura de poetas y artistas debía coronar la empresa», pues no en balde «el fascismo había copiado del ejército dannunziano usos y costumbres y obtenido muchos secuaces. En Roma, el día 30 de octubre, se materializó el gobierno, a lo que le siguió un desfile ceremonial el 31. Mussolini tenía el poder, sobre Roma y alrededores, sobre toda Italia.