Masacre en el río Tollense
Los restos de un centenar de personas brutalmente asesinadas yacen en el antiguo lecho, mudos testigos de la batalla que allí tuvo lugar hacia 1250 a. C. ¿Qué secretos encierran sus huesos?
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Hasta fechas recientes, los especialistas en la Europa de la Edad del Bronce (2200-800 a. C.) consideraban que las abundantes y sofisticadas armas y armaduras de bronce, documentadas en todo el continente para este periodo, no eran sino meros objetos de prestigio destinados a no ser usados en combate real. Parecía que en las sociedades europeas de la época la conflictividad a gran escala era prácticamente inexistente.
Hoy en día sabemos que no fue así. Estudios realizados sobre el armamento de bronce, la arqueología experimental y, sobre todo, las marcas dejadas por armas en restos óseos humanos –cada vez más abundantes–, nos cuentan una historia diferente. Al albur del lucrativo comercio de bronce, ámbar y otros productos estratégicos y de lujo, las comunidades que salpicaban la Europa de la época no tardaron en competir unas con otras por su control regional. La necesidad de defender rutas y bienes comerciales frente a intenciones hostiles, así como de garantizar el éxito de las propias rapiñas, impulsó el surgimiento de los primeros especialistas a tiempo completo en el oficio de la guerra. Con ellos emergieron también armas que ya no derivaban de otros utensilios o tenían otros usos prácticos –como lanzas, hachas o alabardas–, y cuyo único uso, en consecuencia, era matar en combate. Nació así la emblemática espada, cuyas particularidades hacían necesario un cuidadoso adiestramiento para su correcto y eficaz empleo. Le siguieron tácticas de combate cada vez más elaboradas y, finalmente, las primeras protecciones corporales metálicas, privilegio de unos pocos.
Dotadas de unas élites guerreras bien dispuestas y excelentemente equipadas en mitad de una insospechada carrera armamentística de siglos, las sociedades europeas estaban listas para lanzarse a la lucha, por tierra y por mar, en busca de la supremacía y del control de los pingües beneficios que podían ofrecer las rutas comerciales que transitaban entre el Mediterráneo, el norte de Europa y Oriente… costara lo que costase.
Hacia el siglo XIII a.C. el valle del río Tollense era un punto estratégico en una de estas múltiples rutas y, a tal fin, un puente y una calzada de madera facilitaban su cruce y el tránsito por esta pantanosa área. Nadie se habría tomado las molestias de erigir lo que era una verdadera «autopista» prehistórica –que, por aquel entonces, llevaba casi quinientos años en funcionamiento–, de no ser su recorrido verdaderamente importante y, sobre todo, rentable. Los abundantes restos humanos coetáneos documentados, abandonados en distintos puntos de la zona con evidentes marcas de terribles heridas producidas por armas de metal y madera, evidencian que allí dos grupos rivales se disputaron violentamente el dominio de ese espacio clave. Los restos arqueológicos, descubiertos en el año 1996, y que siguen todavía en estudio por el equipo de los profesores Detlef Jantzen y Thomas Terberger, han permitido, incluso, plantear una hipótesis razonable sobre los hechos.
Así, hacia 1250 a. C. un variado grupo de guerreros procedentes de Europa central y suroriental, algunos de ellos equipados con espadas y otras armas de bronce, marcharon sobre el valle del Tollense desde el suroeste con la intención de cruzar el río por el puente y asegurarse el control de este punto. Allí fueron emboscados por un contingente nativo que logró rechazarles a flechazos. Dispuestos a no cejar en su empeño, los invasores avanzaron río abajo, hacia el norte, y trataron de forzar el cruce por un vado. Fue en este lugar donde entablaron un furioso combate cuerpo a cuerpo con los defensores que, al parecer, solo empleaban armas líticas y de madera. A pesar de su aparente desventaja tecnológica, los nativos se impusieron literalmente a golpes, obligando a sus enemigos a huir hacia el noroeste. Contundentes traumatismos, numerosos tajos sobre tejidos óseos y flechas clavadas en huesos y hasta en la parte posterior de algún cráneo, nos hablan de muertes a mazazos, de sablazos y estocadas, de personas asaetadas… algunas mientras huían despavoridas. En síntesis, la narración palpable de una masacre pavorosa, cuyos ecos resuenan a través del silencio de sus restos.
Aparte de un valiosísimo testimonio histórico, los hallazgos del valle del Tollense son un triste recordatorio de que de las sociedades humanas suelen recurrir demasiadas veces a la violencia como vía para gestionar toda clase de conflictos. Hoy en día, como ayer, seguimos segando la vida del prójimo con aterrador entusiasmo, por las más variadas –y frecuentemente espurias– razones: desde la defensa, pasando por los celos, la envidia, la ambición y la ira, hasta la más la pura y gélida crueldad.
Para saber más...
- [[LINK:EXTERNO|||https://www.despertaferro-ediciones.com/revistas/numero/76-primeras-guerras-de-europa-edad-del-bronce/|||Las primeras guerras de Europa. La Edad del Bronce]] (Desperta Ferro Antigua y Medieval n.º 76), 68 páginas, 7,50 euros.