Historia
Los milagros de Gaudí
El arquitecto de la Sagrada Familia y de la Casa Batlló acaba de ser declarado Venerable por el Papa Francisco
La fecha: 1904. El Viernes Santo, Joan Maragall no pudo contener las lágrimas de emoción contemplando la Sagrada Familia, rota así la barrera de la religión con Gaudí.
Lugar: Barcelona. El también arquitecto Lorenzo Matamala vio a Gaudí en su habitación al día siguiente de morir éste, atropellado por un tranvía, según contaba su hijo.
La anécdota. Matthee Showering tenía una amiga a quien los médicos declararon enferma terminal en 2016; Matthee rezó la oración privada a Gaudí y ella se curó.
]]El Papa Francisco declaró Venerable el domingo pasado al arquitecto universal Antonio Gaudí, artífice de la Sagrada Familia de Barcelona. Mediante la firma del correspondiente Decreto, el pontífice reconoce que Gaudí vivió en grado heroico todas y cada una de las virtudes, lo cual, a falta de aprobarse los dos milagros necesarios para una eventual beatificación y canonización, presupone ya cierto grado de santidad.
Sobre este aspecto tan desconocido del nuevo Venerable, Paloma Pía Gasset, descendiente directa del eminente filósofo, ha compuesto un libro admirable que recoge por primera vez detalles del proceso de canonización con una narrativa cautivadora. Su título: «Gaudí, el Misterio» (Custodian Books), elogiado por el Premio Planeta Javier Sierra.
En el Archivo de la Asociación Pro Beatificación de Gaudí se conservan testimonios de intervenciones del Venerable, una de ellas acaecida en vida suya. La primera de ellas se produjo con el poeta Joan Maragall i Gorina, que conoció al arquitecto en 1900 y desde entonces frecuentó el templo de la Sagrada Familia donde conversó largo y tendido con él. Al principio, la barrera de la religión entre poeta y arquitecto parecía infranqueable, pues Maragall se hallaba en las antípodas de Gaudí. Pero éste lograría finalmente distanciarlo del panteísmo y acercarlo al cristianismo. El Viernes Santo de 1904, el poeta no pudo contener ya las lágrimas de emoción mientras contemplaba la grandiosidad de la Sagrada Familia.
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Juan Matamala relataba otra intervención acaecida el lunes 10 de junio de 1926, el mismo día de la muerte de Gaudí. A la mañana siguiente, su padre y buen amigo del arquitecto, Lorenzo Matamala, yacía en la cama muy enfermo y le extrañó no ver a Gaudí en su casa, pues solía visitarle para interesarse por su quebrada salud. Nadie le había informado del grave accidente sufrido por su amigo, ni mucho menos de su fallecimiento, para no preocuparle. Por esa razón, él no cesaba de exclamar, sorprendido: «¡Qué raro que no haya venido a verme don Antoni!». Fue entonces cuando su esposa y su hija Teresa, que la tarde anterior en que murió Gaudí acompañaban a don Lorenzo a la cabecera de la cama, le oyeron exclamar de repente: «¡Mira! ¡Don Antoni!... ¿No quiere entrar?...».
El enfermo detuvo la mirada en la puerta del dormitorio y acto seguido murmuró para sí mismo: «¡Estoy contento de que haya venido!... ¡Cuánta luz había!».
Cuando su hijo Juan regresó extenuado a casa aquella noche, procedente del hospital donde había obtenido el dibujo y la mascarilla de Gaudí, su madre le refirió aquellas mismas palabras pronunciadas por don Lorenzo: «¡Creo que era Gaudí el que visitaba a su amigo, como creo que el alma de Gaudí ha seguido levantando el templo!», escribía Matamala.
¿Por qué tanto sufrimiento?
Ramón Amargant Blanché comunicó otra intervención de Gaudí el 12 de mayo de 2010. Aseguraba el testigo que el 27 de marzo de 2007 le sometieron a una intervención quirúrgica para implantarle una prótesis de cadera. Tras la operación, el paciente se congratuló del escaso dolor que tenía y vio cómo la herida se iba cicatrizando. Pero fue sólo un espejismo, pues por más curas que le hicieron luego, el corte no se cerraba.
El dolor en la pierna se agudizaba y la herida seguía supurando. «¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Por qué tanto tiempo en el hospital?», clamaba de dolor el enfermo. Había oído hablar de Gaudí y a él se encomendó junto con su familia. Le habían operado ya dos veces y la víspera de la tercera intervención, el 27 de mayo de aquel año, la herida ya había cicatrizado.
Ningún miembro del equipo médico lograba explicarse lo sucedido, pues el informe hospitalario emitido tan sólo cuarenta y ocho horas antes revelaba que el paciente sufría una infección grave con supuración intensa. «El 31 de mayo me encontraba curado y en casa. Habíamos conseguido la «gracia» gracias a la intercesión del señor Gaudí», proclamaba Ramón Amargant, complacido.
Como él, Montserrat Barenys, de Reus, notó algo raro en la vista en el otoño de 2002 y poco después le diagnosticaron cataratas. Sin estar convencida de ello, decidió pulsar una segunda opinión médica y visitó a otro oftalmólogo en el Instituto Catalán de la Retina, en Barcelona. Esta vez le dijeron que sufría una perforación de retina que podía dejarle ciega de por vida. «Pedí a Gaudí que intercediese a Dios por mí», recordaba ella. Y entonces, ante la estupefacción del doctor Ignasi Jürgens y de su equipo se le redujo la perforación hasta curarse por completo sin intervención quirúrgica.