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«Perder para ganar»: La fe que salvó a Europa de la barbarie
Raúl Mayoral señala en su novela al cristianismo como una valiosa salvación durante los años tras la Segunda Guerra Mundial

No existiría el presente sin esperanza. Escribió Víctor Frankl, superviviente de Auschwitz, en su obra «El hombre en busca de sentido», que este «es el ser que siempre decide lo que es. Ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo ha entrado en ellas con paso firme, cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Israel en sus labios». Fue la fe, y, por tanto, la esperanza, la que salvó a Europa durante y tras la Segunda Guerra Mundial. Tanto dentro como fuera de los campos. A los europeos, la fe «les salvó no sólo la vida, sino también les impidió realizar actos degradantes que se consideraban normales. Porque la moral quiebra cuando lo que no es natural comienza a imponerse como normal», explica a este diario Raúl Mayoral, abogado y escritor de una novela que funciona como culto al cristianismo en tanto bálsamo frente a la barbarie.
«Perder para ganar. Una paz para un siglo» (Bookman) versa «sobre Europa y sobre los europeos», y su hilo conductor es que «la idea de perder para ganar es la gran paradoja del cristiano y está presente en toda la narración. Para tener hay que dar, para enriquecerse hay que desprenderse». Una mentalidad que recorre los capítulos, principalmente, «por parte de los personajes alemanes, porque para muchos de ellos era preferible la derrota de su país a una victoria de Hitler dominando el mundo», explica Mayoral.
La narración sigue los pasos de tres hombres y una mujer, todos europeos, que logran sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial obrando el bien y manteniendo intacta su fe en la civilización occidental. Son testigos del final de la contienda, y por tanto del inicio de una época en la que se vuelven amenazantes los enemigos de la libertad. Estos personajes son constructores de esperanza, encarnando la voz de una Europa en ruinas que anhela resurgir unida. «En la barbarie no sólo hay cabida para el idealismo, sino también para el amor», sostiene el autor, confeccionando una historia de la Europa de entreguerras desde el punto de vista más humano y honrado.
Asegura Mayoral que ha tratado de poner en valor «que no todos los alemanes fueron partidarios del nazismo. Algunos sacrificaron incluso sus vidas como disidentes». Tras años de documentación, la novela es fruto de lecturas sobre la liberación de Auschwitz, las invasiones alemanas de Polonia o Rusia, y sobre los intentos del Papa Pío XII o de hombres y mujeres anónimos por parar aquella barbarie. Con el rigor histórico como «una obsesión», no se trata de una novela sobre la guerra al uso, sino que es una con proyección optimista hacia el futuro: «Se desliza la idea de que es necesario devolver el orden y la concordia al mundo». Algo más que necesario en la actualidad.
Nuevo orden internacional
Los vencedores trataron de alumbrar un nuevo orden internacional que, advierte Mayoral, «hoy se está resquebrajando. En el concierto de las naciones se vuelve a imponer el uso de la violencia sobre el multilateralismo surgido de la posguerra mundial». Algo que se ve en Putin o en Trump, continúa, y que no provoca otro impacto que el de una suerte de regreso «al periodo de entreguerras, donde el totalitarismo era una moda y la democracia un anatema».
La actual decadencia de la civilización occidental, la imposición del yo o las guerras localizadas son una suerte «de nefasto ‘‘revival» donde comienza la pulverización del ser humano», continúa el escritor; «es el momento en que el hombre se deshumaniza, y eso le convierte en un animal no racional. Lo que viene de ahí es la ley de la selva, la ley del más fuerte», subraya.
Si fue el cristianismo el que salvó entonces a Europa, ¿es también la clave de una sociedad actual marcada por cruce de culturas y, por tanto, de religiones? «A pesar de todo, Europa no perderá sus raíces cristianas», responde Mayoral, «no puede entenderse sin la Cruz, que representa un valor del hombre occidental sin el cual nuestra civilización no existiría». Se refiere en este sentido a «Civilización en crisis», donde en 1948 Toynbee escribió que «nuestra civilización se va tambaleando de caída en caída por el camino penoso y degradante que recorre. Tengo la convicción de que hay esperanza, y ella nunca defrauda». Si queremos futuro, no la perdamos nunca.
¿Cómo pedir la paz?
En «Perder para ganar», Mayoral rinde homenaje a la paz. Pero, ¿se puede pensar en ella en una época en la que impera la fuerza militar? «Si esta fuerza no tiene tras de sí una justa causa, es tiranía», opina el autor, «las tropas soviéticas que liberaron Auschwitz sabían que estaban obrando el bien. No es comparable la invasión de Ucrania por Rusia con el conflicto de Gaza, donde los terroristas, como enemigos de la libertad, utilizan a la población palestina como escudos humanos. Si quieren paz, que pidan perdón, entreguen a los rehenes y reconstruyan Gaza piedra por piedra, como hicieron los alemanes tras la guerra. Quien pide paz con un pañuelo palestino en su cabeza debe llevar también en la mano la bandera de Israel, para ser justo y no sectario», opina.
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