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Quién fue Carlos Palanca, figura clave en la toma española de Saigón en el siglo XIX, otro héroe patrio más olvidado

Tras su éxito en Cochinchina, Palanca a España y continuó su carrera militar y diplomática. Fue nombrado ministro plenipotenciario y comandante general de las fuerzas expedicionarias en Annam
Imagen del militar español Carlos Palanca
Imagen del militar español Carlos PalancaLa Razón

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Si algo caracteriza a España es el olvido en el que han caído a lo largo de la historia muchos de sus grandes héroes, muchas de aquellas personas que han destacado por sus logros, sean del signo que sean. Somos expertos en rendir escaso homenaje a los que dieron su vida por su país o llevaron a cabo grandes gestas. No solo eso, muchos de ellos acabaron entre rejas o pasados por las armas.
Uno de estos personajes poco conocidos es Carlos Palanca Gutiérrez, nombre que a la mayoría no le dirá nada, pero que es una de esas figuras olvidadas de la historia de España, a pesar de haber desempeñado un papel crucial en la expansión colonial española en Asia en el siglo XIX. Militar de carrera y diplomático, Palanca es especialmente recordado por su participación en la toma de Saigón durante la expedición franco-española a Cochinchina, un evento significativo que dejó una huella en la historia colonial europea en Asia.
Nacido en Valencia el 24 de abril de 1819 en el seno de una familia acomodada de comerciantes, Carlos Palanca comenzó su educación siguiendo los deseos de su padre, quien lo envió a Francia para realizar estudios mercantiles. Sin embargo, su vocación militar prevaleció, y el 18 de abril de 1839, cuando contaba con veinte años, se unió al Regimiento Provincial de Milicias de Soria como subteniente de gracia. Destacado en Málaga, sus primeras misiones incluyeron la escolta de convoyes y la persecución de bandoleros en Sierra Morena. Estas experiencias iniciales forjaron en él un carácter decidido y valiente, cualidades que serían determinantes en su carrera futura.
Después de varios años de servicio en diversas regiones de España, incluida una estancia en la isla de Alhucemas para la vigilancia del contrabando y combates contra sublevados en Albacete, Palanca fue ascendido a capitán. En noviembre de 1843, embarcó en Cádiz con destino a Manila, pero una grave enfermedad truncó su estancia en Filipinas, obligándolo a regresar a Madrid. No obstante, su regreso a España no marcó el final de su carrera en Asia. Tras varios años de servicio en diferentes regiones españolas, Palanca solicitó y obtuvo un destino en Filipinas en 1852, reanudando su carrera militar en el archipiélago.
En Filipinas, Palanca se destacó por su eficacia en la lucha contra la delincuencia y la insurgencia en la isla de Luzón, lo que le valió el reconocimiento del capitán general y su nombramiento como comandante general de La Laguna, Toyaba y Batangas. Sin embargo, su momento de mayor relevancia histórica llegó con la expedición franco-española a Cochinchina en 1857.
La expedición a Cochinchina fue motivada por la persecución de misioneros cristianos por parte del emperador de Annam, Tu-Doc. Entre los religiosos perseguidos se encontraba el dominico español José María Díaz Sanjurjo, cuya ejecución en julio de 1857 exacerbó las tensiones y llevó a Francia y España a intervenir militarmente. El gobierno español, en coordinación con Francia, organizó una expedición de castigo, y Palanca fue designado como segundo jefe de la unidad expedicionaria española.
El contingente español, compuesto por el Regimiento de Infantería Fernando VII n.º 3 y varias compañías de cazadores y artillería, partió de Manila en septiembre de 1858. Las operaciones militares comenzaron en la bahía de Turón (actual Danang), donde las fuerzas aliadas bombardearon y tomaron los fuertes que protegían la entrada. Palanca desempeñó un papel crucial en estas primeras operaciones, mandando una de las columnas que reconocieron y destruyeron las fortificaciones enemigas.
La expedición alcanzó su punto culminante con la toma de Saigón. El 3 de febrero de 1859, la flota aliada, que incluía los transportes Seoane y Durance, partió hacia Saigón. Al llegar al río Mekong, las fuerzas iniciaron el bombardeo de las defensas cochinchinas, culminando en la ocupación de los ocho fuertes que protegían el delta. El asalto final a Saigón comenzó el 17 de febrero, liderado por el almirante francés Rigault de Genouilly y el coronel español Bernardo Ruiz de Lanzarote. Las tropas españolas, dirigidas por Palanca y Primo de Rivera, jugaron un papel decisivo en la toma de la fortaleza, desbordando las defensas enemigas y tomando control de la ciudad.
La toma de Saigón fue un éxito militar significativo, pero las operaciones no se detuvieron allí. Aunque el almirante Genouilly fue relevado por Page y se ordenó la retirada de algunas tropas, Palanca y las fuerzas aliadas continuaron enfrentando la resistencia annamita. En 1861, tras la llegada de refuerzos franceses, las operaciones se reanudaron con la toma de la región de Ki Hoa. Durante estos combates, Palanca fue herido, pero su liderazgo fue crucial para la victoria aliada. Las operaciones continuaron en la provincia de My Tho, donde Palanca dirigió la vanguardia, consolidando el control francés y español sobre la región.
Las negociaciones de paz comenzaron en 1862, con Palanca representando a España junto al contralmirante francés Bonard. El tratado firmado en Saigón aseguró la libertad de culto, la indemnización de guerra para Francia, y derechos comerciales para España, marcando el fin de las hostilidades.
Tras su éxito en Cochinchina, Palanca regresó a España y continuó su carrera militar y diplomática. Fue nombrado ministro plenipotenciario y comandante general de las fuerzas expedicionarias en Annam. Sin embargo, las insurrecciones en el territorio y las tensiones continuas obligaron a nuevas intervenciones, y Palanca volvió a liderar operaciones militares en 1863, hasta la pacificación final de la región.
Carlos Palanca Gutiérrez, que murió en Madrid el 16 de junio de 1876, es una figura que, a pesar de su importancia en la historia colonial española, ha caído en el olvido. Su papel en la toma de Saigón y en las operaciones militares en Cochinchina refleja no solo su valentía y capacidad como militar, sino también la complejidad de las relaciones coloniales europeas en Asia en el siglo XIX. Su legado, aunque poco recordado, es un testimonio de la influencia y presencia española en una región dominada por las potencias europeas de la época.