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historia
Testimonio de la piel cristiana en el Sudán medieval
El crismón, testimonio de la cristiandad de los restos humanos hallados, se ha convertido en una sorpresa para los arqueólogos cuando se ha visto que se usaba como objeto de tatuajes

Como se indica en el libro de Servando Rocha «Criminal. Ángeles bellos, bárbaros tatuados. El tatuaje en España (1888-1993)»: «Hubo un tiempo, no hace mucho, en que el tatuaje estaba reservado a una tropa formada por criminales, apaches, presidiarios, legionarios, prostitutas, anarquistas o marineros». Ésa es la clave, el tatuaje como elemento identificativo e identitario. Y así ha sido siempre. Su origen se pierde en el tiempo y, en conjunción con otras alteraciones corporales, está presente en la práctica totalidad de culturas del mundo. Así, hace unos meses se dio a conocer el descubrimiento de instrumental de creación de tatuajes datado hace más de doce mil años en el yacimiento paleolítico de Ushki V en la rusa Kamchatka mientras que, no olvidemos, el cuerpo de Ötzi, la célebre momia neolítica de cinco mil años de antigüedad, estaba cubierto por 61 figuras. Por supuesto, se encuentra presente en todas las grandes culturas del mundo antiguo si bien habitualmente como marcas de infamia, como estigmas propios de prisioneros de guerra y esclavos. De ahí que a los romanos, y partiendo de Julio César, la costumbre de los britanos de tatuarse les pareciera una aberración. Hoy día es una práctica extendida de forma exponencial a la sociedad y, aunque obviamente el componente identitario sea su rasgo más esencial éste se vincula más a la exaltación individual.
Sobre otro tipo de tatuajes versa «Faith embodied: a tattooed individual from medieval Ghazali», publicado en «Antiquity» por Kari A. Guilbault, Robert J. Stark y Artur Obłuski, investigadores de las universidades de Purdue, Varsovia y Waterloo. Se circunscribe en una amplia investigación enmarcada en un proyecto arqueológico polaco activo desde 2012, «Monasticismo nubio. Instituciones religiosas en los límites del mundo bizantino», dirigido por Artur Obluski. En esta investigación arqueológica se analizan unos restos humanos momificados encontrados en una necrópolis anexa al monasterio cristiano de Ghazali que, localizado en el desierto de Bayuda, a apenas doce kilómetros del Nilo y en las cercanías de la cuarta catarata, estuvo en funcionamiento desde el siglo VII al XIII. Ghazali es un monasterio amurallado enorme de más de cinco mil metros cuadrados donde, en un entorno plenamente plurilingüe, pues convivían el nubio y sus múltiples dialectos con el copto y el griego, se ejercían tanto la oración como el trabajo por la comunidad cenobítica residente que ascendía a setenta miembros y se organizaba de forma igualitaria, pues apenas se ha constatado la existencia de archimandritas en su seno. Su origen, que parece haber sido originado por iniciativa de Mercurios, soberano del reino nubio cristiano de Makuria, que perduró independiente hasta el siglo XV, se ha de vincular tanto a la expansión del cristianismo como también al fenómeno del poblamiento del árido wadi Abu Dom cercano, que fuera empleado en tiempos del lejano reino de Kush como vía de comunicaciones.
Dentro de una humilde mortaja
A este yacimiento se le asocian cuatro cementerios donde fueron enterrados monjes y legos. El examen de los restos momificados de una persona resaltó una «decoloración más oscura» en la dorsal del pie derecho que, tras ser sometido a un examen de amplio espectro con una cámara fotográfica y diversos filtros, desvelaron un conjunto de dibujos. El tatuado era un hombre que, cubierto con una humilde mortaja y enterrado en posición supina, falleció con unos 35-50 años en entre los siglos VII y VIII. Los tatuajes tienen irremisibles raíces cristianas. Por una parte, se observa un crismón, el anagrama de Jesucristo formado a partir de la superposición de las letras griegas «ji» y «ro» además de otras dos letras, una alfa y una omega.
Mientras que el crismón es un símbolo cristiano ampliamente utilizado desde tiempos del emperador Constantino I, las otras dos letras se inspiran directamente en un pasaje del Apocalipsis y que alude a la divinidad cristiana como el principio y final de toda la existencia. Aunque no sea el primer tatuaje cristiano hallado en el Sudán medieval, este tiene la peculiaridad del lugar donde se ha encontrado. Por su cercanía los investigadores lo consideran un cementerio «ad sanctos», un espacio donde se enterraban a personas que deseaban estar en contacto más íntimo con la santidad del espacio. Aunque afirman que Ghazali no parece haber sido un lugar de peregrinación. Estiman, «la localización del tatuaje pudo elegirse como signo privado de fe pues se diseñó para ser visto por el portador y podía cubrirse fácilmente». La piel conservada nos permite acercarnos a la identidad personal y religiosa de una comunidad.
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