Hombres de hierro, barcos de madera
Creada:
Última actualización:
Una muestra comisariada por Arturo Pérez-Reverte recoge en el Museo Naval vida y milagros de once barcos míticos.
«Hoy mi mujer se quedará viuda... pero no lo sabe». Lo dijo Burkard von Müllenheim-Rechberg, oficial del acorazado «Bismarck», tocado y hundido el 27 de mayo de 1941. Para Arturo Pérez-Reverte, son muchos los marinos españoles que a lo largo de la historia hubieran firmado dicha frase. Gente aguerrida, sacrificada e inasequible al desaliento («A Constantinopla o a cenar con Cristo», gritó a los suyos Alonso de Contreras, el Alatriste histórico) que marcaron una época, ensancharon horizontes y saltaron de la cubierta al mito. «Hombres de la mar, barcos de leyenda», exposición en el Museo Naval comisariada por el escritor, navega entre la realidad y el mito a través de once embarcaciones imprescindibles para la cultura occidental y rememora a quienes singlaron mares y océanos a bordo de ellos. Desde la «Argos» de Jasón hasta el «Bismarck», pasando por la «Nao Victoria», la «Bounty» o el «Titanic». Barcos españoles y extranjeros, y barcos existidos o imaginados: el «Pequod» de «Moby Dick» o el «Nautilus» de Julio Verne, por ejemplo. Todos ellos hicieron historia, abrieron una puerta, crearon un paradigma y, ante todo, dejaron una lección de vida esbozada: ya sea la villanía de los amotinados del Bounty como la grandeza pírrica de los vencedores de Lepanto (Cervantes perdió un brazo a bordo de la «Marquesa»).
«Sin hombres de hierro, los barcos son sólo de madera», señala Pérez-Reverte. El académico ha descartado más de 30 embarcaciones durante el diseño de esta exposición, plato fuerte del Museo Naval para los meses de primavera, tras los sonados éxitos de las muestras sobre «La Mercedes» y Blas de Lezo. Apenas le propuso el director de la institución, el almirante José Antonio González Carrión, esta colaboración, pactaron una premisa irrenunciable: el didactismo. «La pueden disfrutar también los especialistas, pero queríamos que fuese muy divulgativa, que abriese una puerta que estimulase la imaginación y el deseo de conocer, sobre todo para los jóvenes», señala el autor de «El capitán Alatriste» y «Hombres buenos» (Alfaguara), recién publicada. La muestra, ordenada por épocas, recoge 11.000 años de historia en la mar. De historia y de historias: la de los últimos de Filipinas o la del puñado de hombres que dieron la primera vuelta al mundo y vivieron para contarlo. «Cuando hablamos de barcos pensamos habitualmente en Inglaterra, pero es de justicia devolver a España esa importancia histórica, y a nuestra Marina, respetada hasta por sus enemigos», valora el periodista.
España, antaño hegemónica sobre las aguas –«mare clausum»–, perdió pronto la batalla de la Historia. Ya Antonio Pigafetta, el italiano que difundió al mundo con su crónica de a bordo la hazaña de la «Nao Victoria», omite por completo el nombre de Elcano en favor de su amigo Magallanes (que «sólo» completó media expedición); luego vinieron la Armada Invencible –nadie contó nunca nada de la fallida réplica británica–, el silenciamiento de héroes como Blas de Lezo en favor de, por ejemplo, Drake –pongan Cook por Malaspina si quieren– y el definitivo crepúsculo de nuestra supremacía, desde Trafalgar hasta Cavite. «España prefiere honra sin barcos a barcos sin honra», señaló Méndez Núñez en Valparaíso (1866). Y esta exposición, que recoge frases lapidarias de quienes hicieron historia a bordo de aquellos buques, galeones, naos o acorazados, trata también, o fundamentalmente, de eso, de transmitir los valores de la mar: «Ahí están la dedicación, la constancia, el trabajo en equipo, las durezas de la mar, el sacrificio, la tenacidad, la superación y el carácter ilustrado de la marina del XVIII», explica Pérez-Reverte. Y añade: «Hemos vivido de espaldas a todo eso y a la historia de nuestra Marina; pero es necesario recordar que España estuvo allí». Desde el cabo de Buena Esperanza a las costas desangeladas de Alaska, de los Mares del Sur al Caribe. Cuadros de muchos de aquellos grandes nombres de nuestra historia (Colón, Elcano, Churruca...) comparten espacio con diferentes piezas que rememoran las gestas de antaño, especialmente reproducciones a escala, pero también utensilios como la vajilla del «Titanic», instrumentos históricos de navegación (astrolabio, compás, brújula...), cartas de marear, libros antiguos y recortes de periódico. La hija del escritor, Carlota Pérez-Reverte, se ha encargado de la selección de textos que salpican la muestra y dan cuenta del pundonor de los hombres de la mar («Demasiado tarde para consejos. Es hora de luchar», Don Juan de Austria). El resultado es un vistazo sintético pero evocador hacia varios siglos de historia en la eterna pugna del hombre por dominar un medio hostil y llegar más lejos camino del horizonte.