"Il masnadieri": El Verdi inglés
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De Verdi. Voces: M. Pertusi, S. Secco, A. Ruciríski, Bum Joo Lee. Orquesta de la Comunitat Valenciana. Dirección escénica: Gabriele Lavia y Alex Aguilera.Dirección escénica: Roberto Abbado. Palau de les Arts. Valencia, 6-II-2019
Verdi era ya un compositor famoso cuando escribió «I Masnadieri». Tenía en su haber «Nabucco» (1842), «Ernani» (1844) y «Macbeth» (1847), aunque aún faltarían cuatro años para «Rigoletto» (1851). Tal era su fama que recibió encargo para estrenar una ópera en el hoy Covent Garden londinense, privilegio conocido por Weber o Handel pero no por compositores italianos. Aunque estuvo a punto de ser «Il Corsaro» fue finalmente «I Masnadieri», basado en un absurdo drama de Schiller que Maffei no arregló demasiado. En 2004 se representó en Bilbao dentro del «Todo Verdi» con Casanova y Cedolins. Ahora llega al Palau de les Arts con una producción proveniente del San Carlo y La Fenice. Estamos ante un Verdi irregular que retrocede frente a las tres óperas citadas al inicio. Demasiadas escenas –arias, cabaletas, dúos, etc.– aisladas y un libreto infumable. Sin embargo, late el impulso verdiano desde los dos preciosos temas, muy belcantistas, de la obertura. Una única escenografía, bastante incomprensible, oscura y sin prácticamente dirección actoral, ayuda poco al resultado artístico, que alcanza muchos enteros gracias al apartado musical. Abre la acción una amplia aria, seguida de cabaleta, del tenor, nada fácil que Roberto Secco supo sacar adelante, como el resto de un papel incoherente e incómodo, cantando a la antigua con alguna tirantez arriba. El bajo Artur Ruciríski defendió bien su único momento importante del relato de su falsa muerte, entierro y «resurrección». La soprano Roberta Mantegna posee una voz de grato timbre y considerable caudal, irregular en el registro alto, que hubo de hacer frente a dos arias y cabaleta con las dificultades típicas para esa cuerda de los primeros verdis en un papel poco agradecido. Mucho más lo es, sin comparación, el del barítono, con una escena –la del sueño– muy importante. Michele Pertusi logró sacarle todo su jugo, con entrega y dominio. Fue uno de los dos triunfadores, vitoreado por el público tras sus escenas y en los saludos finales. El otro fue Roberto Abbado. Pareció como, cumpliéndose su contrato como uno de los directores musicales del Palau de les Arts, quisiera justificar lo mucho que puede hacer. La orquesta continúa en un primer nivel. Desde los primeros acordes hubo pulso, nervio y matiz. Sonó el Verdi potente, con sus típicas páginas corales –por favor, resuélvase la huelga del estupendo Coro de la Generalitat–, y tomaron vuelo las melodías belecantistas. No uno de los mejores verdis pero sí uno bien servido.