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Incendios, hambre y francotiradores

larazon

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El mariscal Montgomery se equivocó. Quería llegar a Berlín antes que el ejército soviético. Era preciso ganar la paz siendo el primero en asaltar el búnker de Hitler. Planeó abrir el camino a la capital alemana tomando los principales puentes de los Países Bajos, ocupados por los nacionalsocialistas desde mayo de 1940. La operación se llamó «Market Garden» porque combinaba la invasión de fuerzas aerotransportada con el avance por tierra de unidades blindadas. Montgomery contó con 35.000 hombres entre británicos, norteamericanos y polacos. El punto clave era el puente de Arnhem. Todo se torció y la victoria cayó del lado alemán: no se esperaban que allí estuviera el II SS Panzer Korps (Bittrich), integrado por Divisiones Acorazadas de las SS. Fue la última victoria del Tercer Reich. Antony Beevor ha recopilado testimonios, diarios y documentación inédita para narrar esa Operación Market Garden en su último libro, «La batalla de los puentes. Arnhem, 1944» (Crítica, 2018). El autor aúna la árida descripción militar con el retrato de la experiencia humana, en una trama que desvela todas las facetas de un conflicto bélico. Más allá del relato novelesco de Cornelius Ryan en «Un puente demasiado lejano», que tuvo su adaptación cinematográfica, Beevor ha buscado mostrar los errores, aciertos, grandeza y miseria humanas que acompañan a la guerra. Por eso, no hurta al lector la endeblez de la Resistencia holandesa, compuesta por unas 2.000 personas, desorganizadas y bisoñas, que acabaron siendo atrapadas y utilizadas por los nazis para pasar información falsa a los británicos. También aparece el colaboracionismo, mucho más activo y numeroso, como la reacción de la población de Arnhem, que se llevaba los paracaídas de seda para hacerse ropa, pisoteaba a los prisioneros alemanes, acogía a los soldados aliados aun a riesgo de su vida, o disfrutaba de su primer cigarrillo americano. Pero, donde la obra se hace fuerte es en el relato de los soldados, que en ocasiones se parece a los que narran la Ofensiva del Tet (1968), en la guerra de Vietnam. Esa lucha casa por casa, con francotiradores, trampas, incendios y soldados ingenuos y valientes a veces, cobardes y ladrones en ocasiones. Los testimonios que recoge el autor son escalofriantes; transportan al lector a la verdad de la guerra, como cuando cuenta el «mal rato» que pasaban los sanitarios sacando los cuerpos destrozados de las aeronaves aliadas que se habían estrellado. Beevor acaba el libro relatando la represalia sobre los neerlandeses: el «Invierno del Hambre», el bloqueo de suministros que mató por hambre y frío a miles de personas, y dejó tocada a una generación.

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