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Cine

Ira Sachs incendia las salas con "Passages": “Hubo un periodo en el que las escenas de sexo en el cine eran mucho más libres”

El cineasta estadounidense vuelve a explorar la complejidad del sexo, el deseo y el amor en las relaciones de pareja contemporáneas con “Passages”, su último trabajo protagonizado por una hipnótica Adèle Exarchopoulos, Franz Rogowski y Ben Whishaw

Ira Sachs: “No hay nada en las relaciones humanas que me parezca nuevo”
Ira Sachs: “No hay nada en las relaciones humanas que me parezca nuevo”CARAMEL

Hay en el oscuro juego compartido del deseo, cuando nace y cuando brota, algo de espejo involuntario, de anhelo proyectado desesperadamente, de partida de cartas con nuestros propios acantilados corporales. Cuando Anaïs Nin se confesaba a través de la tinta de sus diarios con aquello de “me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis”, hablaba, sin saberlo, de la salvación de la piel, de la necesidad de salirse de la normatividad afectiva, pero también de las dinámicas adquiridas por los protagonistas de la última película de Ira Sachs, “Passages”. Jóvenes, carnales, exploradores que necesitan las proverbiales virtudes del éxtasis porque las costuras del amor convencional les aprietan demasiado.

Conocido por el tratamiento sofisticado y naturalista de las relaciones de pareja homosexuales, la narrativa del cineasta siempre se ha caracterizado por la voluntad de trazar retratos sentimentales y emocionales poco visibilizados y representados en la gran pantalla, entendiendo este ejercicio como una deriva natural de sus intereses como director más que una reivindicación manifiestamente política. Y esta última propuesta vuelve a ser ejemplo de ello.

Oscilando entre los desgarros volcánicos de un director de cine narcisista patológico con orientaciones bisexuales (a quien da vida Franz Rogowski), la madurez en ocasiones contradictoria de su marido (Ben Whishaw) y la irrupción de un tercer elemento femenino interpretado en este caso por la extraordinaria e hipnótica Adèle Exarchopoulos, maestra de escuela con la que Tomas (el cineasta) inicia una fase acelerada de descubrimiento sexual insaciable pero también de enamoramiento, la historia transita por un angosto y dramático túnel de la pasión en el que la toxicidad exagerada de las decisiones y gestiones emocionales del protagonista llega a resultar extremadamente incómoda y familiar.

Dentro de esta aparente estructura de fuego fatuo en el que las vulnerabilidades de los integrantes del triángulo amoroso protagonista resuenan con más intensidad que sus fortalezas, Sachs también disecciona con pulso de cirujano el funcionamiento de las dinámicas de poder dentro de las relaciones personales y cómo éste condiciona nuestros actos, incluso los más íntimos, la exploración contemporánea de los afectos, la gestión ansiosa de las soledades no elegidas y la pérdida de control que puede llegar a producirse al dejar llevarnos por los instintos más primarios. De todos estos asideros de la modernidad habló el director en entrevista con LA RAZÓN durante su visita a Madrid con motivo del estreno de una película inflamable y excitante que llega hoy a las salas españolas tras su paso por los festivales Sundance y Berlín.

Haciendo uso de una mirada calmada y expansiva y con la calidez en el gesto propia de quien se sabe libre para crear y para ser, Sachs nos recibe afable en el interior de una de las habitaciones del Hotel Barceló antes de comenzar con nuestra particular disección. Habla de sexo, lo filma con explicitud, lo estudia, lo analiza de manera natural y desbocada en sus películas, pero con su aspecto de bonhomía sacerdotal cuesta imaginarle poniéndolo en práctica. Tampoco es necesario, tampoco es importante. Lo relevante aquí es su cabeza y ésta, podemos afirmar, sí que no para de bullir.

Crítica de "Passages": el amor es extraño ★★★★
Crítica de "Passages": el amor es extraño ★★★★CARAMEL

-¿Hasta qué punto en este caso la inspiración en experiencias sentimentales cercanas y reales, en historias personales de amigos, ha sido mayoritaria para configurar la complejidad psicológica de este triángulo amoroso?

-Creo que en todo (risas). Empecé desde un lugar muy personal que me aportaba la información necesaria para encontrar las respuestas que quería, para asociar todas esas ideas que resonaban en mi cabeza. No creo que sea Tomás, por ejemplo, ni mucho menos. Realmente somos muy diferentes y tenemos comportamientos muy distintos, pero realmente he creado un mundo, he escrito un guión y después han llegado los actores que se iban a meter dentro de todo eso. Siento que mi trabajo en este caso ha sido muy parecido al de un terapeuta. Estoy para observar, crear un ambiente de descubrimiento e intentar controlar los movimientos, pero no el significado.

-Parece que en los últimos años estamos asistiendo a una suerte de resignificación del término “amor tóxico” o “relación tóxica”. Desde que interiorizamos el verdadero sentido de las líneas rojas en los vínculos afectivos da la sensación de que se utiliza con mucha más frecuencia y en ocasiones con excesiva facilidad. ¿Coincides con esta teoría actual que defiende la idea de que el amor no tiene que doler?

-Esto es algo muy interesante. Creo que no hay nada en las relaciones humanas que me parezca nuevo. Creemos que hemos inventado cosas que hemos estado sintiendo toda la vida y que ya sintieron otros antes. Es importante descubrir la especificidad entre individuos, las cosas que nos hacen singulares. En esta película es muy fácil señalar como tóxica la relación que existe entre los protagonistas, pero lo que me parecía realmente interesante en este caso era dejar a un lado las etiquetas y centrarme en la exploración de cómo el poder es un elemento central en las relaciones personales. Cómo se usa y el impacto que tiene este uso. Y hasta cierto punto como director intento plasmar las posibilidades de cómo ese poder puede ser cambiante. No de cena en cena, pero sí según el momento que atravieses. Quería mostrar que nada es estable y que el poder cambia en función de la circunstancia que estés viviendo.

“No hay nada en las relaciones humanas que me parezca nuevo”

-La mayoría de tus películas y la mayor parte de las historias de amor que en ellas aparecen están protagonizadas por parejas homosexuales. ¿Esta realidad puede ser considerado un acto político, un acto explícitamente reivindicativo como en el caso por ejemplo de Joao Pedro Rodrigues o simplemente una deriva natural que tiene que ver con tus intereses como director?

-Joao y yo somos casualmente amigos desde hace mucho tiempo y me gusta que se pueda leer así el hecho de hacer cine. Soy activista, soy organizador comunitario, creo en el enfoque político de la vida. Pero creo que lo más político que hago como director es no evitar mi vida. No autocensuro mi experiencia y eso es algo que me parece bastante radical en cierto modo. Es una forma de trabajar contra el capitalismo, al menos así lo entiendo yo. Pienso vale, tú no valoras mi vida, pero yo sí y lo único que tengo para revelarme contra el sistema es esa consciencia, ese valor que le doy a mi propia vida, la forma en la que veo, la forma en la que miro, valoro a la gente que amo, a mi comunidad. Creo que eso quizás sea un acto político: no negarme a mí mismo, no negar la forma en la que existo.

-Hablemos de la naturalidad con la que está tratado en “Passages” el sexo. ¿Estás un poco cansado como director de que se edulcore el sexo en la gran pantalla o de que se siga tratando en según qué películas de una forma excesivamente naíf e irreal?

-A pesar de que escondo los genitales (risas). Para autorizarme a mí mismo el tipo de películas que quiero ver y como consecuencia hacer, vuelvo a cintas de los años 70 y 80. Pienso mucho en Chantal Akerman, en su icónica película del amor lésbico “Je, tu, il, elle”, en otra película alemana que se llama “Taxi zum Klo”, dirigida y protagonizada por Frank Ripploh en el 81. Hubo un periodo en el que las imágenes de sexo en el cine eran mucho más libres y yo quiero meterme en esa piscina, rodearme de ese tipo de escenas. Considerar también la estética y el espíritu de Nueva York en la década de los 70 con todo ese punk rock, vanguardia, antiburguesía total y creatividad que había en aquella época. Sé que soy un director burgués, soy consciente de ello, pero los tiempos cambian y tenemos que saber que hay cosas posibles. La represión a la que estamos sometidos ahora mismo tiene tanto que ver con el capitalismo global, es una forma de borrar la especificidad para que todo sea más vendible.

Un fotograma de "Passages"
Un fotograma de "Passages"Caramel

-Hilando con esto que comentas de las dinámicas del capitalismo, quería preguntarte también acerca de tu visión sobre el amor líquido. Aunque en esta película no se ve de manera explícita porque no hay un manejo evidente de aplicaciones para conocer a gente o simplemente para ligar, sí que vemos esa especie de fluctuación constante en la que los protagonistas se sientes atraídos todo el rato por otras personas en términos sexuales, cambian de preferencias, de intereses, de emociones, de vida sentimental. ¿Se han viciado las relaciones personales? Y en caso de que sea así, ¿crees que el capitalismo tiene que ver con ese escaparate de los afectos al que parece que estamos abocados?

-Creo que se tiende a crear una imagen del pasado que tampoco es real. Siempre ha habido un conflicto entre lo que uno quiero y lo que uno tiene. No creo que hayamos inventando ahora nosotros el deseo de las relaciones abiertas. Lo que sí creo que es verdad en esta película es que nadie se avergüenza de seguir sus deseos, no lo esconde. Tomás en este caso no es que tenga una aventura, una relación que oculta, todo lo que siente y hace es visible, está expuesto, no esconde nada, pero el impacto de ese deseo es tan complicado, como antes, como lo ha sido siempre en realidad. La idea de que antes la gente vivía en una relación única y exclusiva durante 300 años no me parece real porque tiendo a pensar que la gente y sus comportamientos no cambian mucho de un siglo para otro. ¿Hay algo de nuestra vida y nuestras emociones que no aparezca reflejado en las obras de Shakespeare o de Proust? Hay ciertas cosas en el ser humano que son tan consistentes, que son perpetuas. La construcción externa cambia con el tiempo, pero no la interna. ¿Estás de acuerdo?

-Mmmm parcialmente. ¿La monogamia para ti es algo natural?

-No, tampoco diría eso. Diría que no es común, que no es habitual. Pero también te diré que nunca me ha interesado lo natural. Prefiero al personaje de Tomás, también al de Agathe. Son animales. Somos animales. Nuestras acciones nunca guardan coherencia con nuestras creencias. Nuestras acciones salen de otro sitio, del estómago.

"Quizás sea un acto político: no negarme a mí mismo, no negar la forma en la que existo"

-En ese sentido ¿te ha costado no juzgar a unos personajes tan moralmente complejos como los de esta película?

-Disfruto de mis personajes. Efectivamente son muy complejos, pero creo que también construyo una narrativa, cuento una historia, de tal manera que puede decirse que en la película hay un auge y hay una caída. Al poderoso le arrastro por el suelo, así que al final sí que juzgo un poco y ejerzo poder sobre ellos como director. Si yo no me veo a mí mismo en los personajes, no me parecen interesantes. A veces veo una película y siempre pienso vale, el director siente que es mejor que el personaje y en ese momento deja de tener interés para mí lo que estoy viendo. El reto para mí es observar lo más profundo que pueda y si hay profundidad no hay sencillez. El enjuiciamiento siempre es muy sencillo.

-De hecho, a Tomas le bajas literalmente al suelo, le pones de rodillas.

-Esa escena no fue nada fácil. Porque no es un movimiento natural. Sin embargo, para mí era muy importante que estuviera en el suelo. Hicimos 19 tomas para que fuera auténtico, pero para mí había algo muy visual, algo que se podía decir sólo a través de ese movimiento con el cuerpo en el suelo.

-¿Qué diferencia hay entre la pasión y el amor?

-Qué buena forma de rematar esta conversación. Creo que el amor es una palabra que merece mil páginas, no hay nada dentro de ella que sea sencillo. El problema es que la gente intenta reducir el amor a algo sencillo y no funciona. El amor es el pasado, es el presente, es el poder, es el deseo, es la familia, es la Historia, es cinco mil páginas. La pasión es mucho menos complicada. Es un impulso. Por eso diría que esta película es más de pasión, que de amor.