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Cine

"Nada": macabro y pueril quebrantamiento de la inocencia

Trine Piil Christensen se atreve con la adaptación de la polémica y otrora prohibida novela de Janne Teller que dinamitó las aulas escandinavas

Un fotograma de "Nada"
Un fotograma de "Nada"Imdb

Alejada del milagro literario de Carmen Laforet, la novela juvenil de Janne Teller, "Nada", cuyo título preludia inconscientemente el sentimiento que genera su progresivo desarrollo, generó tal polémica después de su publicación en los 2000 que llegó a estar prohibida en el oeste de Noruega, censurada en multitud de países y rechazada inicialmente por las editoriales por ser "demasiado rara", para luego terminar convirtiéndose en lectura recomendada en los colegios en Escandinavia, ganar diversos premios prestigiosos y alcanzar el estatus de imprescindible en los planes de estudio. Los nórdicos son así. Peculiares.

Un fotograma de "Nada"
Un fotograma de "Nada"Imdb

La sordidez de las medidas adoptadas y la violencia de la que sirve la autora para relatar su historia y configurar las contradicciones de un grupo de adolescentes encabezados por el nihilismo exacerbado de Pierre Anthon, un joven derrotado en términos de entusiasmo para el que todo ha dejado de tener sentido que decide subirse a un árbol desde el que predicar mensajes pesimistas y con un poso pretendidamente antisistema que no acaba de explotar, lo suficientemente estúpidos como para que calen en sus compañeros y modifiquen sus dinámicas de comportamiento –a través de la violación, el sacrificio de animales o la amputación de miembros–, pueden situar un poco el tono que detonó tamaño revuelo.

Derivas macabras existencialistas

Completamente encandilada por esta historia que puede ser leída alegóricamente como un "Señor de las Moscas" de la Generación Z, Trine Piil Christensen dirige ahora la adaptación de un libro con el que, tal y como ella misma reconoce en entrevista con LA RAZÓN, estaba destinada a encontrarse: "El libro llegó a mis manos durante unas vacaciones de navidad, me lo leí entero, del tirón. Me tocó muchísimo en términos emocionales ver cómo la autora abordaba toda la cuestión filosófica y casi de forma inmediata decidí que quería convertirlo en una película. Cuando regresé a Dinamarca me puse en contacto con la editora del libro y vi que los derechos no estaban disponibles, pero el destino quiso que, de forma casual, estando en una cena, coincidiera con Janne Teller, la autora. Ella me dijo que los derechos volvían a estar disponibles. Pero lo cierto es que tuve que concursar a esos derechos con otras trece productoras y diferentes empresas hasta que me eligieron a mí", admite notablemente orgullosa por lo logrado.

De esta forma, la cineasta danesa, vertebra una propuesta audiovisual perturbadora, lenta y a ratos incómoda que ahonda en cuestiones tan universales como el quebrantamiento de la inocencia o la exploración de los límites de la moral en épocas vulnerables. "Creo que los chicos de ‘‘Nada’’ sufren esa ruptura con la inocencia cuando se enfrentan a la muerte de los otros, a la despedida de un ser querido", señala. Conviene recordar, para situar la temperatura exacta de este tipo de propuestas, que los daneses tienen una forma de entender el lenguaje cinematográfico tan adscrita al tratamiento de temas existencialistas, moralmente cuestionables, sexualmente desprejuiciados, éticamente incómodos, oscuramente desagradables, que resulta relativamente fácil identificar sus códigos cuando nos enfrentamos a cualquier trabajo de un realizador o realizadora que proceda de Dinamarca o de territorio germano.

La única lección que yo he extraído con el paso de los años cada vez que he vivido alguna crisis existencial es que todo pasa"

Trine Piil Christensen

La cineasta enmarca conceptualmente el tipo de crisis existencial que desarma periodos tan confusos como la adolescencia de la siguiente manera: "Las manifestaciones de las crisis vitales yo creo que son muy distintas pero la única lección que yo he extraído con el paso de los años cada vez que he vivido alguna es que todo pasa. Y que en absoluto vivirlas significa que se vaya a acabar el mundo, que desde luego no es lo que pensaba cuando tenía catorce años por ejemplo. Durante la adolescencia piensas que todo es demasiado trascendental, crees que literalmente se va a acabar todo cuando te sientes mal pero solo cuando te conviertes en adulto descubres que no era para tanto. Necesitamos perspectiva y distancia para relativizar los problemas", admite antes de rematar instando a la esperanza cuando le preguntamos por la implicación social de las generaciones más jóvenes: "Creo que cada vez es más importante que como sociedades prestemos más atención a lo que verdaderamente nos importa. Tenemos tantas cosas a nuestro alcance, tantas opciones, tantos caminos, tanto ruido, que uno necesita sentir el propio Yo y no dejarse seducir por toda esta nube borrosa y dispersa que nos aturde. A veces pienso que sí, que los jóvenes de ahora están mucho más implicados, pero a veces también pienso que no. Lo que sí he observado es que desde hace tiempo algo está cambiando y en ese sentido tengo fe en estas generaciones, en los debates sociales que abren y en la movilización que poco a poco parece estar creciendo por su parte. Espero y en confío en que se produzca de verdad un cambio".