Escritores

John Banville: «Enfrentarme a un clásico no me intimida»

El escritor irlandés retoma «Retrato de una dama», de Henry James, en su nueva novela, «La señora Osmond», una obra en la que se empapa del estilo de este maestro y regresa a temas como la libertad, la mentira y los convencionalismos

John Banville, ayer, a su paso por Madrid
John Banville, ayer, a su paso por Madridlarazon

El escritor irlandés retoma «Retrato de una dama», de Henry James, en su nueva novela, «La señora Osmond», una obra en la que se empapa del estilo de este maestro y regresa a temas como la libertad, la mentira y los convencionalismos.

Los escritores tienen manías; John Banville, un lema: «Capta el objeto y saldrán las palabras». Sobre esa divisa, ha construido, más que una literatura, un estilo que tiene a la frase como timbre principal de una estética y donde la trama es un mero pretexto para avanzar sobre el horizonte de la página en blanco. «James Joyce era un genio del párrafo. En cambio a Samuel Beckett le gustaría escribir sin ellos. Mi unidad son las oraciones. Trabajo con ellas. Son las que conforman los personajes, crean los argumentos». John Banville, que es un personalidad bifurcada, de múltiples identidades creadoras, en el que conviven autores de ambiciones distintas, es también un novelista de notable valentía, al que no le intimida la sombra de los grandes maestros. «¿Cuándo un clásico se convierte en un clásico? Es un acuerdo entre la gente, que, en un momento determinado, decide que una obra lo es. No me intimida enfrentarmera ellos. Hay que pensar que ellos también fueron jóvenes y admiraron a otros que vivieron antes que ellos. No por eso dejaron de hacer su trabajo. Además hay que tener presente que ellos escribieron obras malas». Banville, que ya se midió hace unos años con Raymond Chandler, ahora se atreve a dar un paso más allá y ha retomado el personaje de Isabel Archer para continuar uno de los títulos más conocidos de la literatura: «Retrato de una dama». «Henry James es el mayor novelista que ha existido en este género. Es un artista soberbio que, en mi arrogancia, puede que también en mi estupidez, decidír terminar su libro, que dejó abierto». Para Banville, esta obra «es la primera gran novela feminista, escrita por una persona que es homosexual. Sus amigos eran mujeres. Él las adoraba. Creía que las mujeres eran más interesantes. Y es que los hombres somos muy aburridos. Mi idea del infierno es una fiesta solo con hombres. Con una sola mujer, ya sería un paraíso. Mi secuela está orientada por la sensibilidad por las mujeres. Siempre he sido feminista desde pequeño gracias a mi madre. Ella me influyó mucho y me transmitió su fuerza. Era la Isabel Archer de mis primeros años». Después, apostilla: «El feminismo se ha convertido en algo importante para el mundo, pero esta mujer está llena de vida. Su objetivo es vivir de una manera plena, apasionada. La vida es un suspiro, no es nada en comparación con el universo, es apenas un instante. Hay que tratar de vivir lo mejor posible. Tenemos que aprender a estar a la altura de esto».

Una vida plena

Banville, que huye de las afectaciones, defiende que él solo es un «novelista, que trata de que las frases sean lo más perfectas posibles. El artista es el que no tiene nada que decir. Yo solo quiero escribir, sin mensaje. El mundo está lleno de escritores de segunda y tercera fila que quieren transmitir pensamientos, cosas, pero para Henry James y para mí lo esencial no es lo que se dice, sino cómo se dice. Eso es el estilo. Y el estilo es lo que hace un libro». En la lucha de su personaje se dan cita la venganza, la mentira, los convencionalismos y la libertad. «Yo tengo dificultades con la palabra libertad –reconoce–. No sé qué significa en realidad. Para ser libre tienes que estar solo, pero quién desea esa libertad. No tiene sentido si implica eso. Nadie es libre. Lo que, en el fondo, Isabel Osmond desea es una vida plena, en comunidad con otras personas».

En este sentido, considera que «los hombres no hemos salido de la caverna. Las mujeres, sí. Nosotros aún estamos en la jungla, no hemos evolucionado tanto; en cambio, las mujeres tienen esta lección que nos pueden enseñar. Es justo lo que pretende transmitirnos Henry James. Él nos dice que vivamos intensamente, al máximo de nuestras posibilidades». Banville, que reconoce que «no es bueno en temas de amistad: para mí existen el amor y la indiferencia», reconoce que ha leído en diversas ocasiones esta obra de Henry James para contagiarse de su ritmo. «Ser lector es uno de los privilegios de la vida. Lo siento por la gente que no aprecia o no lee, porque es uno de los grandes placeres que existen. Una de mis grandes metas es poder leer una gran novela, a un buen poeta, disfrutar con una magnífica pintura. Cuando emprendí este libro, regresé a esta novela de una manera distinta a como había hecho anteriores ocasiones. Entonces reparé en que Henry James se había olvidado de escribir ciertas cosas en algunos pasajes y, también, aprecié su enorme sutileza y el sentido del humor que posee y que muy pocos ven, y que yo he intentado proyectar en mi libro. Yo no considero que Sha-kespeare fuera un ser humano, sino una miscelánea de voces y sensbilidades distintas. En cambio Henry James poseía el sentido del hombre que disfrutaba de la vida que se le había otorgado. Nuestra tarea es vivir. Siento mucha empatía por él».

Banville intenta responder en estas páginas las interrogantes que Henry James deja abiertas al final de «Retrato de una dama»: ¿Qué hara su protagonista? ¿Huirá? ¿Volverá con su marido? ¿Se marchará a Estados Unidos? Isabel Archer, la mujer a la que muchos desean por el dinero que ha heredado, se había convertido en las páginas de Henry James en una víctima de los convencionalismos y los intereses ajenos, en prisionera de sus malas decisiones. Pero John Banville ha acudido para redimirla, en parte, ofreciéndola una inteligente venganza. «Su marido es un monstruo del buen gusto. Conozco gente así, personas que no se podrían a escribir una novela porque es vulgar; diletantes que no se embarran en hacer cosas, que son puro espíritu».