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Jorge Comensal: "En las redes sociales hay algo pugilístico"

En «Las mutaciones», defiende la comunicación como la principal herramienta social con la que existimos.
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En «Las mutaciones», defiende la comunicación como la principal herramienta social con la que existimos.
A Jorge Comensal le apasiona tanto la naturaleza como la capacidad de hacer disfrutar. Utiliza el humor como vía para sobrellevar las complejidades de la vida, así como aborda la tragedia no como el final, sino como el principio de una historia. De esta manera lo refleja en «Las mutaciones» (Seix Barral), un libro que ya fue publicado en México y ahora llega a España, contando además con traducciones al italiano, inglés, chino, francés y alemán. Su protagonista, Ramón, es un abogado de éxito que por culpa de un cáncer se queda sin lengua y, paradójicamente, conoce a Benito, un loro, con el que consigue «conversar» mejor que con su familia.
–El título del libro, ¿es metafórico o responde a un significado literal?
–Tiene un sentido metafórico. No solo se trata de las mutaciones genéticas que detonan la historia, sino también de las familiares, sociales y psicológicas que hay en todos los personajes. Algo que me importa de la palabra «mutaciones» es que éstas suelen ser causadas por un accidente, por algo arbitrario, y es esa entrada del azar en la vida lo que me interesaba tratar.
–¿Es el humor una vía de escape a estas tragedias?
–Es más una vía de entrada: de confrontar la tragedia y el absurdo con ligereza, con irreverencia, para que no resulten tan insoportables.
–¿Cómo combina en la escritura la risa y el llanto?
–Intento mostrar las situaciones en un periodo tan difícil como una quimioterapia y encontrar una oportunidad para transformar su mirada a partir de una situación inesperada.
–Citando a Fernando Aramburu, ¿es mejor «sonreír compadeciéndose o compadecerse riendo»?
–Compadecerse sonriendo. Siempre con el otro y no del otro. Tratar de mirar el mundo a través de los ojos del que sufre y que, a pesar de ello, encuentra un momento para celebrar la extrañeza del mundo.
–¿Hasta qué punto dependemos de la capacidad de hablar?
–Si sustraemos el lenguaje de nuestra vida cotidiana nos quedamos absolutamente aislados, perdemos la dimensión en la que somos seres humanos. Ahora, lo que ocurre es que el lenguaje por escrito está adquiriendo cada vez mayor importancia. Pero el lenguaje sigue siendo el medio en el cual existimos.
–Las redes sociales, ¿están suplantando al habla?
–Antes nos enseñaban a oír al otro, a saber sostener una conversación. Ahora eso no parece suceder. Cada vez es más común ver reuniones donde todos están sumidos en el teléfono. Ramón, el protagonista de «Las mutaciones», que es un gran conversador, encuentra la posibilidad de comunicarse con un animal que, de alguna manera, es el único que puede escucharlo. En esos episodios, donde él está con el loro, en silencio, vemos ese estilo de conversación que se está perdiendo. Una elocuencia que era muy del campo, donde se sabía conversar de una manera distinta a como se hace en la ciudad. Y eso la literatura lo rescata: escribir una novela amena en buena medida involucra saber hablar a alguien sobre alguna historia.
–¿De dónde nace la idea de que Ramón se entienda mejor con Benito, un loro, que con Carmela, su mujer?
– Me importaba explorar la amistad entre dos ejemplares de especies distintas. Benito no entiende qué dice Ramón, pero le acompaña, y es eso lo que se trata de generar en las terapias psicológicas. La idea de que estés con alguien que te escuche y no te esté juzgando, algo que yo espero salvar en las relaciones humanas.
–Al estar cada vez más expuestos, ¿aumentan los prejuicios?
–Es un soliloquio. En las redes sociales hay algo pugilístico: solo se nos responde atacando, mofándose de lo que alguien ha dicho.
–Cuando escribe, ¿busca entretener o lanzar este tipo de mensajes?
–Trato de inducir, a través de recursos estilísticos, un estado de conciencia donde estás viviendo una realidad alternativa a la tuya y estás realmente sumergido en ella. Y, para ello, necesitas apelar a todo lo posible para atraer la atención del lector. Sobre todo en estos tiempos donde tenemos tantas fuentes de distracción.
–Para saber más, quizá sea mejor detenerse en un libro que leer varias cosas de golpe.
Vargas Llosa, en «La verdad de las mentiras», trata esa capacidad de la literatura de ficción de transmitir verdades más profundas que la misma realidad. Yo no podría, por ejemplo, si tuviera en mi familia algún caso de cáncer, adoptar este punto de vista, donde hay comedia en la tragedia, porque habría estado demasiado cerca y habría sido incluso irrespetuoso. Escribí la novela para perderle ese miedo al cáncer.
–El placer de leer es sentirse identificado para el lector y liberarse para quien escribe.
–Identificado, pero sano y salvo, a una distancia saludable. No es lo mismo ver un tigre en un zoológico a través de un cristal que en una selva, donde atemoriza. Al verlo en el zoo puedes fijarte más en su belleza y en su imponencia.