Teatro

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La belleza del teatro

Hasta el sábado, el italiano interpreta y dirige «Elvira» en el Pavón Kamikaze de Madrid para reflexionar sobre las tablas.

Durante la presentación de «Elvira» en la Sala Alcalá 31, ayer, Toni Servillo hizo las delicias del anfiteatro
Durante la presentación de «Elvira» en la Sala Alcalá 31, ayer, Toni Servillo hizo las delicias del anfiteatrolarazon

Hasta el sábado, el italiano interpreta y dirige «Elvira» en el Pavón Kamikaze de Madrid para reflexionar sobre las tablas.

oni Servillo (Nápoles, 1959) llegó a Madrid y se fue directo al Pavón Teatro Kamikaze para ver qué era aquello cuyos ecos habían llegado hasta la Península Itálica y lugar en el que, desde hoy, presenta «Elvira» –última cita de un Festival de Otoño a Primavera que desde la temporada que viene retomará su idea original: Festival de Otoño–. Le gustó lo que se encontró en la calle Embajadores: «Me recuerda a esos teatros de barrio que, como una barricada, hacen resistencia». Aunque, a decir verdad, al intérprete italiano poco le importa el lugar. «Lo mismo actúo en un sitio que en otro. Para mí toda la ciudad es un escenario. Lo de los kamikazes me recuerda a mi compañía, que no hemos olvidado nuestros orígenes». Así lo demuestra un currículum que, en lo que va de año, ha pasado del «off off off» –enfatiza– napolitano a la grandeza del coliseo operístico de la ciudad, el San Carlo, sin pestañear.

De cervezas por Huertas

Es Servillo el hombre que se escapa a la plaza Santa Ana para tomarse una cerveza junto a los dramaturgos inscritos en la fachada del Teatro Español y el mismo que convocaba ayer en Alcalá 31 para dar unas pinceladas sobre la pieza que dirige y protagoniza. Suficiente motivo para abarrotar un salón de actos que se mueve al son que marca su verborrea. Mientras el actor de «Il divo» (2008) y «La gran belleza» (2013) juguetea con lo que le queda de puro –cortado, pero impaciente por salir a la calle de nuevo para echar humo– y bromea con la traductora, va metiéndole a los presentes su idea de teatro en una clase magistral encubierta: su manera de trabajar, la técnica, los valores, el día a día, la relación con el mundo más allá del escenario... Los estudiantes de interpretación, presentes sacan sus cuadernos para no perder detalle.

Comenzó por «Elvira», montaje que se traslada al interior de un teatro cerrado para espiar a un maestro y a su alumna mientras crean un personaje. Un texto que parte de una experiencia real de trabajo –las lecciones de interpretación para la creación del personaje de Doña Elvira del «Don Juan» de Molière en el París ocupado por los nazis– que la actriz y directora francesa Brigitte Jaques adaptó al teatro en los años 80 para explicar la intensa relación creativa entre Louis Jouvet y su alumna Claudia: «Después de años en los que las reflexiones de Louis Jouvet sobre el teatro y el trabajo del actor me han acompañado a la hora de afrontar diferentes repertorios, de Molière a Marivaux, de De Filippo a Goldoni, me pareció que había llegado el momento de un encuentro directo con él –explica Servillo–. Veo las reflexiones de Jouvet particularmente válidas para explicar a los más jóvenes la nobleza del arte de actuar, que parece haberse devaluado en estos tiempos confusos».

Aprovecha «Elvira» para jugar a hacer teatro, «una aventura que consiste en perderse y en volver a encontrarse. Es el arte de la contradicción y del abandono de uno mismo». Dualidad que se pone de relieve encima del escenario con una doble cara «hecha de soledades, bromas, experiencias y búsquedas entre el sentimiento y la técnica, la verdad y la mentira o el narcisismo y el despojamiento. Es el cuerpo a cuerpo entre dos actores, pero también con el personaje de Elvira y con la lengua y la escritura. Dos protagonistas involucrados en un proceso de búsqueda e investigación encarnada sobre el enigma de la protagonista y el propio», apuntaba sobre un montaje que llega avalado por el Piccolo Teatro de Milano.