La «sublime señora» Emma Goering
El documental «La primera dama de los nazis» analiza su papel en el Tercer Reich al tiempo que desvela material inédito sobre la ex actriz que vivió con absoluta ostentación y murió en la pobreza
El documental «La primera dama de los nazis» analiza su papel en el Tercer Reich al tiempo que desvela material inédito sobre la ex actriz que vivió con absoluta ostentación y murió en la pobreza
Ése era el tratamiento que Herman Goering quiso que se le diera una vez que contrajeron matrimonio (y que a otras esposa de altos cargos de la SS hacía bastante poca gracia). Pero vayamos por partes. Cuando la rubia, alta y fuerte Emma Johanna Henny Sonnemann interpretaba sobre un escenario dejaba volar su imaginación. Se creía a su personaje. Tenía sueños, quién no, aunque sus compañeros no tenían demasiado buen concepto de sus dotes interpretativas. Sin embargo, nunca pensó que poder convertirse en la mujer fuerte del Tercer Reich acabaría por hacerse realidad. Actriz del montón, perteneciente a la compañía de Teatro de Weimar, había estado ya casada cuando conoció a Herman Goering. Nació en Hamburgo en 1893 y cuando contrajo matrimonio con Karl Köstlin en 1916 cambió su apellido por el suyo, lo mismo que haría tras las nupcias con el todopoderos Goering, que serían recordadas en Alemania por la dimensión de los los fastos: una gran recepción se celebró la noche anterior a la boda en la Ópera de Berlín. Aviones de combate sobrevolaban la zona en la noche de la recepción y el día de la ceremonia, un 10 de abril de 1935. Goering había amado hasta el extremo a Carin von Kantzow, su primera esposa. Tras su muerte (era una mujer de salud frágil abocada a fallecer a temprana edad), el hombre de hierro del Führer se había quedado roto, sumido en una profunda tristeza de la que esta intérprete supo sacarle, quizá utilizando sus dotes como actriz. Le pidió matrimonio vía telegrama.
- Ávido coleccionista
Hermann Goering, de origen aristócrata y uno de los jerarcas nazis más excesivo en muchos aspectos, ostentación y acaparamiento de riquezas, nació en Rosenheim (Baviera) en octubre de 1839. Militar, piloto de guerra y político, se convirtió en uno de los coleccionistas de arte más ávidos que se conocen: conseguía lo que deseaba y lo que no, sencillamente se apropiaba de ello sin importarle que hubiera tenido que ser previamente confiscado.
Emmy Goering aprendió pronto y se convirtió en una alumna aventajada de lo que debía ser servir al régimen de Hitler: siguió «ad pedem literae» las consignas que propugnaban los jerarcas e hizo de su papel de esposa y madre abnegada el principal sustento de su existencia. Se dejaba fotografiar en los acontecimientos más importantes donde se la demandara, no en vano estaba casada con uno de los hombres más poderosos y ricos de Europa. Su estilo de vida era acomodado, pues su esposo era propietario de un buen número de mansiones y castillos en Austria, Alemania y Polonia, sin contar las obras de arte de las que supo beneficiarse. Sin ir más lejos, uno de los collares que perteneció a la célebre modelo Adele Bloch-Bauer, modelio y musa de Gustav Klimt, y que está había regaldo a su sobrina Mary Altmann, pasó a manos de la señora de Goering, que lo lucía sin el menor escrúpulo. Conocidas son también sus aficiones por los animales salvajes, que no dudó en tener en su propia residencia: por los jardines deambulaban pequeñas crías de león de apariencia tranquila que mostraba orgullosa a las visitas. Ella narra que cuando vieron aparecen a uno de ellos frente a la puerta de su dormitorio no pudieron por menos que protegerlo.
En el documental se plantea una pregunta que todos nos hemos hecho en alguna ocasión: ¿Cómo se puede amar a un criminal nazi y compartir con él el día a día? Para el psicólogo Andreas Steiner se necesitean dos cosas: una alta dosis de «ingenuidad» y «asumir la vida como una obra de teatro», algo que a la ex actriz no debió de costarle demasiado.
Si el coeficiente intelectual del señor Goering es sabido que era muy alto, el de su esposa, quizá para compensar, no lo era tanto. Bondadosa y apolítica (así se declaraba), la señora Goering admiraba a su esposo (o al menos es lo que decía), evitaba entrar en disputas y en muchas ocasiones optaba por adoptar la condición de florero, lucir las mejores galas, los últimos modelos y las joyas más elegantes y mantener la boca cerrada. Ver, oír y callar. Poco le importaba que a su lado o colgado de su brazo estuviera un hombre más que entrado en kilos (llegó a pesar nada menos que 150).
Vivir en Carinhall era como residir en el paraíso, una vida de cine o de teatro, como pensaría Emmy. La residencia era imponente y contaba con campo de tiro, sauna, piscina cubierta, bolera y hasta con una cervecería bávara. Incluso una de las habitaciones estaba destinada a albergar una maqueta de tren que hacía las delicias del esposo y que mostraba ufano a sus invitados.
- Dinamitar Carinhall
En varios textos se recoge que el dormitorio de la pareja, con una imponente cama con dosel, estaba presidido por un cuadro de Lucas Cranach, unas de las miles de obras de arte de las que se apropió quien se convirtiera en su mano derecha. Ante el avance de las tropas soviéticas las obras de arte que albergaba la fastuosa residencia se empezaron a trasladar en enero de 1945: se llenaron tres convoys especiales y el inventario ascendió a 1.375 cuadros, 250 esculturas y 168 tapices. Cuando ya estaba todo perdido, en abril de ese mismo año, el personal fue desalojado de la mansión con el propósito de poder dinamitar Carinhall y que no quedara piedra sobre piedra y evitar así que cayera en manos del Ejército Rojo.
Cuando acabó la guerra, una Corte sentenció a Emmy Goering a pasar un año en prisión. Cuando fue liberada, el 30 por ciento de sus propiedades fueron confiscadas. El lujo de antaño se había convertido en una sombra de pasado. El sueño de grandeza era pasado, pues ella y su hija, nacida en 1938, vivían en un diminuto apartamento de sólo dos habitaciones sin agua corriente ni electricidad. Una vez liberada, se agenció un pequeño departamento en un sitio reconstruído en Berlín. Allí permaneció el resto de sus días sufriendo de ciática y murió en Múnich en 1973.
Edda, la niña que quiso rebelarse
La solicitud hecha por Edda Goering –ahijada de Adolf Hitler– al estado de Baviera a principios de año fue rechazada. La hija del que fuera el comandante supremo de la «Luftwaffe» no verá ni una sola moneda de la ingente fortuna que le requisaron a su padre tras el final de la Segunda Guerra Mundial y que lleva solicitando desde que cumplió la mayoría de edad. Quedaba así zanjado un capítulo que lleva repitiéndose una y otra vez desde que la niña de los ojos de Goering (y que ahora tiene 76 años) tuvo uso de razón y supo que la fortuna que su padre amasó durante el Tercer Reich le había sido requisada en 1948. Un dinero que el Gobierno alemán se niega a devolverle.
Las mujeres del Tercer Reich
- Margaret Himmler
Rubia y de ojos azules, aunque era la menos agraciada y la de aspecto más hombruno de las damas del Tercer Reich, vivió a la sombra literalmente de su marido, Heinrich Himmler, uno de los hombres fuertes de Hitler. Era siete años mayor que su esposo y compartía con él un arraigado antisemitismo, además de un gusto por la medicina natural y la homeoptaía. La pareja tuvo una única hija, Gudrun.
- Eva Braun
Discreta, la amante primero y esposa de Hitler después optó por mantenerse en segundo plano. No le gustaba aparecer en las fotografías y en los vídeos caseros solía situarse en una esquina para no centrar la atención. Nunca tuvo permiso para intervenir en conversaciones políticas o de negocios y debía abandonar la habitación cuando estaban presentes los ministros del gobierno nazi. Tenía 33 años cuando se suicidó en el búnker junto a Hitler.
- Magda Goebbels
Perteneciente a un acomodado núcleo familiar alemán fue la esposa del ministro de propaganda de la Alemania nazi, Joseph Goebbels. La familia que había formado junto a Goebbels fue considerada el modelo ideal de familia aria nazi y los niños llamaban a Hitler «tío». En 1945, tras caer el régimen nazi, mató a sus seis hijos (cuyos nombres empezaban por «H» en honor al apellido del Führer) y se suicidó junto con su esposo.