Sección patrocinada por sección patrocinada
Música

Música

Leiva: “Tengo tendencia al terremoto”

Publica «Nuclear», un álbum sobre los movimientos sísmicos del amor y otros sentimientos

Leiva / Foto: Cipriano Pastrano
Leiva / Foto: Cipriano Pastranolarazon

Publica «Nuclear», un álbum sobre los movimientos sísmicos del amor y otros sentimientos.

Define su nuevo trabajo como «un corazón que se va decapando hasta llegar a su centro. Cada capa es una canción que cubre el núcleo de uno mismo». Miguel Conejo Torres, «Leiva», acaba de publicar «Nuclear», un álbum conceptual que trata de contar una historia aunque ya nadie le haga caso a los discos.

–¿Cree que alguien lo escuchará entero?

–Mantengo un código de respeto hacia mi público y creo que buena parte de él sí consume mi música como un álbum y me parece que debo estar a la altura de lo que piden. Me gusta tratar de estar a su altura.

–¿Nota la exigencia externa?

–Bueno, sí. Piensa que yo no soy un buen cantante y ningún crack escribiendo ni un virtuoso en ningún aspecto. Lo que me exige mi público son canciones. Yo no puedo hacer trampas y maquillar mis carencias con una voz flipante, pero sigo militando en las canciones y trato de conseguirlas. En este disco vengo armado. Creo que cuento cosas y he ido a por todo en los textos. Me he protegido bastante poco.

–Habla de sus sentimientos.

–Tenía muchas cosas que contarme a mí mismo. Es un disco que retrata las idas y venidas con tu compañera o compañero. Hay un contenido de amor muy poderoso. Habla de los movimientos sísmicos con tu pareja y conceptualmente es eso, sin atajos. Es la manera en la que yo encuentro las canciones, porque no soy capaz de inventarme historias ajenas y que me queden creíbles. Yo tengo que hablar de mí.

–Esos movimientos sísmicos con la pareja a veces acaban en terremoto.

–(Sonrisa) Sí, sí. Yo tengo mucha tendencia al terremoto. Y es verdad que es una fuente de canciones inagotable, pero ese conflicto que me provoca precipicios me da muchas letras.

–Ese abismo le abre la puerta a otras cosas. Es la primera vez que menciona a su padre en una canción.

–Sí. Es un dato importante. Es un disco en el que empiezo a asumir quién soy y a estar tranquilo por ello. Y abrir la ventana de mencionar a mi padre o mi hermana puede parecer una tontería pero no lo es. Y esto quiere decir que me encuentro bien, que es un disco bastante sano, escrito con cero resentimiento y creo que he accedido a lugares cerrados. Esa canción, «Costa de Oaxaca» la escribí cuando acababa de terminar de trabajar con Sabina después de un año entero. Y esa fue la primera y me doy cuenta de que está impregnada del mundo de Joaquín. Dejó una impronta clarísima.

–¿Y puede existir una conexión metafísica entre Sabina y su padre?

–(Piensa) Pues es que Joaquín Sabina me recuerda muchísimo a mi padre en miles de cosas. Para empezar, mi padre es poeta y es verdad que haber estado tanto tiempo con Joaquín, hizo que me atreviera a hablar de mi padre en una canción. Así de claro. A esa conexión llego ahora contigo y la puedo verbalizar porque me has tirado el anzuelo. Pero es exactamente así.

–¿Su relación con su padre es buena, es sana?

–Sí, sí. Es de admiración y cariño con esas cosas que tienen los padres e hijos que te das un abrazo con amor pero hay cierto pudor o distancia. Pero él está escribiendo increíble y me encanta.

–También habla de las redes sociales en una canción. Su hermano Juancho me dijo hace poco que, por no tener, ni whatsapp quiere...

–Yo tampoco. No tengo redes en mi teléfono y cuando quiero decir algo en Twitter por ejemplo le mando un SMS a Paz [Vila], que trabaja conmigo y ella lo pone. Bueno, entiendo que es una manera de protegerme y que te debe quitar mucho tiempo eso. En el fondo, el mundo quiere de nosotros que seamos marcas y medios y el peligro es la bipolaridad de la sociedad: tienes un yo de redes y otro verdadero.

–Y ese tiempo que se ahorra, ¿en qué lo gasta?

–En componer compulsivamente. Llevo un par de años rozando la obsesión con eso, pero escribo más que nunca. Necesito perspectiva para saber si lo que hago está bien o no.

–¿Cómo lo sabe?

–Mira, encontrar la palabra tiene un componente muy obsesivo y una carga fuerte de ansiedad. Es una búsqueda que genera una adrenalina que te consume el día y las últimas 5 o 6 horas no sabes si lo que has hecho ha valido. Pero al día siguiente por la mañana es mi momento favorito de la música. Lo primero que hago es escuchar las notas de voz de lo que hice ayer. Clarísimamente identificas si es bueno o no. Lo sabes, y es alucinante.

–Las notas de voz que aparecen en el disco.

–Sí, lo hice desde la perspectiva del fan, porque me encantaría saber cómo fue el primer «Hallelujah» de Leonard Cohen, por ejemplo. Y quería que la gente estuviera invitada al viaje que hay desde la primera idea de una canción hasta su forma final. Mostrar la primera fotografía, aunque suene mal o se oiga a mi perro ladrar. Era bonito sacar esas notitas y editar el primer disco de la historia grabado en un teléfono.

–Esa es la intimidad que tiene valor, y no tanto con quién merienda Leiva.

–Supongo que interesa más una intimidad cotidiana que algo así romántico como una nota de voz. Pero si el mundo torna a quitar la sábana y contar cosas íntimas, hagámoslo desde la música, y no mostrando el desayuno.

–¿Sigue buscando la canción perfecta?

–Albergas la esperanza de encontrarla pero ya me he reconciliado mucho con eso y me doy cuenta de que las expectativas juegan en contra de la canción. He aprendido a disfrutar las que sé que no son grandes. Además, las canciones perfectas ya las ha hecho todas McCartney.