Camino de Paz
Definido como «el arte de meter el universo en un sombrero», el haikú es, más bien, fruto de un «desprendimiento zen»; «una pequeña cápsula cargada de poesía capaz de hacer saltar la realidad aparente», define Octavio Paz. Este libro es un excelente entrante para ir haciendo boca en la conmemoración, el mes que viene, del centenario del poeta y ensayista mexicano. A mediados de los años 50, Paz acepta la propuesta de su amigo Eikichi Hayashiya para traducir con su ayuda «Oku no Hosomichi», el diario de viaje por el interior del Japón ignoto de Matsúo Basho (1716-1783), cuyos pasajes se salpican con esos autónomos y ondulantes tercetos. «Sendas de Oku» era la primera versión en cualquier lengua occidental del gran renovador de la poesía japonesa, e incluía un insuperable –y, de hecho, insuperado– estudio preliminar. Esta reedición incorpora, además, caligrafías y pinturas de época inéditas en el ámbito hispano; y, ya con perspectiva histórica respecto al propio Paz, permite degustar uno de los más sutiles ingredientes del sincretismo de su poética. Con su proverbial habilidad para la transversalidad y el palimpsesto, Paz aprovecha para rendirle tributo a su compatriota José Juan Tablada, el gran introductor del haikú en lengua española hace un siglo, y alude al influjo del género en Juan Ramón, Machado y Lorca. Delimita el fondo de Basho, monje errabundo, pobre y frugal, que neutralizó así su género auroral: «Este camino / ya nadie lo recorre / salvo el crepúsculo».