Crítica de libros
Chatwin, desde la última frontera
Chatwin, único e inclasificable, dejó Londres y la universidad, y se fue. Buscaba la última frontera, el espíritu de los nómadas. El viaje y la escritura se convirtieron en obsesiones. «Bajo el sol» reúne su correspondencia, una cartografía de sus experiencias y una biografía encubierta bajo la forma de unas cartas.
La búsqueda de los nómadas, apuntó Bruce Chatwin en una de las libretas Moleskine en las que escribía de todo, es una búsqueda de Dios. Viajero, escritor y periodista, su trayectoria vital también ha sido una manera, acaso divina, de acercarse, viajando y escribiendo, a lo que él consideraba el «tema de los temas: por qué el ser humano siempre anda en busca de lo desconocido». Quién sabe si al final de sus días Bruce Chatwin supo si había encontrado la respuesta que había estado buscando mientras recorría el mundo. Lo cierto, en cualquier caso, es que su obra, que ha trascendido las fronteras de los géneros, le ha servido para algo quizá mucho más importante: descubrirse a sí mismo.
Una obsesión
Al menos así lo revela la publicación de «Bajo el sol», que reúne las cartas que Chatwin envió desde los cinco continentes y a las personas más diversas: familiares, amigos editores, escritores, coleccionistas, periodistas, lo cual demuestra su afán de viajero incansable y su destino como ciudadano del mundo. Alumno «full time» en el Old Hall, cuando terminó el colegio, Chatwin entró a trabajar en la conocida casa de subastas Sotheby's hasta que un problema en la vista le dijo basta. Se marchó a África, de donde regresó con ganas de ser arqueólogo: estuvo dos años en la Universidad, pero salió de allí con ganas de viajar y de escribir.
«Cuando Bruce empezó a escribir –dice Elizabeth, su viuda, en el prólogo de «Bajo el sol», que incluye desde las cartas que Chatwin le envió a sus padres cuando estaba en el Old Hall hasta las que escribió, ya convalesciente, a finales de 1988–, esa actividad se convirtió en una adicción para él; por las mañanas se levantaba pensando en su obra». Su obra, por entonces –Elizabeth se refiere a 1969–, era un libro que le había propuesto a Tom Maschler, editor de Jonathan Cape, sobre el nómada como «hombre de fe». Tres años después, cuando fue entregado, los editores no dudaron en rechazar el libro por dos motivos: la redacción era torpe y el contenido «plúmbeo». «A lo mejor no deberías dedicarte a esto», le comentó en ese momento Maschler. «Me lo pensaré», le contestó Chatwin, que un mes después ya había encontrado una nueva ocupación: escribir en las páginas de «The Sunday Times», la mejor revista de fotoperiodismo de esa época, lo cual le permitiría viajar por todos los rincones del mundo. Nómada al fin, a los dos años, sin embargo, Chatwin se cansó muy pronto de depender de un trabajo fijo y decidió marchar a la Patagonia, «el lugar más apartado de sus orígenes al que el hombre ha llegado a pie.»
Inclasificable Patagonia
El resultado de semejante viaje fue un libro titulado «En la Patagonia», fruto de seis meses de recorrido por un territorio inhóspito, refugio de fugitivos y de seres de los más extravagantes, que tanto fascinaron a Chatwin. Mezcla de crónica de viajes y narración de historias protagonizadas por una galería de personajes unidos por el tiempo, el volumen es una obra maestra que, de tan inclasificable, ha generado más de una controversia: ficción, libro de viajes, reportaje.
Chatwin, en una de las cartas, parece zanjar la cuestión: «Es un viaje alegórico siguiendo un esquema clásico». Después de «En la Patagonia», se encontró con la historia «real» del millonario y esclavista brasileño Félix de Souza, al que convirtió en protagonista de «El virrey de Quidah», libro que Chatwin no duda en llamar, «desgraciadamente, una novela», porque le faltan datos suficientes.
Tras ese libro, llevado al cine por Werner Herzog, le siguió la historia de dos gemelos que nunca salieron de un pueblo de Gales. Su obsesión, sin embargo, siguieron siendo los nómadas. En diciembre de 1982 cogió un avión a Sidney y se escondió «en algún rincón del desierto, lejos de las bibliotecas y del trabajo de otros hombres», y allí decidió mirar con nuevos ojos todo lo que había acumulado a lo largo de esos años. Había encontrado «la novela, o lo que sea», y se internó en el centro de Australia a conversar con los aborígenes. Salió de allí con «Los trazos de la canción», el libro sobre los nómadas que siempre había querido escribir y al que no dudó en llamar novela. Un viaje, tal vez, a lo desconocido.
Sobre el autor
Nació en el año 1940 y murió en Niza en 1989, después de estar enfermo durante años de sida, aunque él siempre negó ese punto y afirmó que estaba enfermo de malaria. También es autor del libro «Utz», nominado al premio Booker
Ideal para...
descubrir el trasfondo de una vida que siempre estuvo ligada al nomadismo, a la búsqueda inagotable de historias, de narraciones, de distintas formas de vidas y de culturas a lo largo del mundo
Un defecto
En un libro que contiene cartas escritas desde tantos sitios distintos del planeta, y que hace referencia a una gran cantidad de paisajes, se echa de menos un anexo con imágenes de los lugares esenciales que rodearon la vida del escritor
Una virtud
Que las cartas no hayan sido editadas y que sean presentadas así, tal cual Chatwin las escribió
Puntuación: 8
«Bajo el sol. Las cartas...»
Bruce Chatwin
Sexto piso
556 páginas, 28 euros.
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«Cartas»,de Julio Cortázar. Alfaguara, 680 pág., 21,50 euros.
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