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larazon

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En un largo y prodigioso planteamiento, Ruth Rendell retrata con vitriólica precisión a una docena de personajes de un condominio londinense de clase media acomodada. Con mano maestra, en «El club de Hexam Place» va componiendo un mosaico de personajes siguiendo el clásico modelo de la serie televisiva «Arriba y abajo», ahora recuperado con «Downton Abbey»: aristócratas de pacotilla, chóferes que se lían con ladys pomposas, una estrella de televisión y criadas tan chismosas como las viejas que espían entre gintónics al curioso vecindario. Alguien con sentido común desaconsejaría vivir en el mundo que ella retrata en sus novelas de misterio y suspense. Sus personajes son tan mezquinos, obsesivos, lenguaraces y pretenciosos que merecen ser asesinados sin compasión, aunque a nadie le extrañaría que fueran capaces de cometer un crimen.
Un virus perverso
Diríase que el mundo en apariencia tranquilo de Agatha Christie, escritora que tampoco es muy complaciente con la burguesía rural inglesa del siglo pasado, se hubiera infectado por un virus perverso y no hubiera dejado títere con cabeza. En Hexam Place conviven con una falsa princesa, un lord y una pareja de gays rodeados de arpías, chóferes y mujeres deseosas que nadie en su sano juicio querría tener por vecinos. El agobiante mundo de Ruth Rendell en estado puro, con sus caniches, plantas y enredos amorosos.
Transcurridas más de cien páginas, bien informados de la catadura moral de los habitantes del lugar, la autora se decide a plantear el nudo con un asesinato que pone al descubierto las bajas pasiones de tan desagradables personajes. Con el lector sumido en ese submundo costumbrista, la autora sólo tiene que dejar que cada uno actúe como en los mejores dramas.
Nada se le escapa a Rendell. Domina la creación de mundos sórdidos de una perversión asombrosa. Traza literariamente cada componente psicológico de los personajes de forma tan rotunda que se ha de hacer un esfuerzo para volver al mundo real y descubrir que son entes de ficción los que nos están manipulando. Mecanismos de precisión para contar una historia de intriga y suspense como las que le gustaban a Hitchcock, descubriendo desde el mismo inicio las cartas y mostrando con descaro un juego en el que queda atrapado el lector. A continuación va creando atmósferas inquietantes y situaciones de suspense psicológico con la naturalidad de quien domina los resortes del género de misterio como ningún otro autor.

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