Contra el blanco opresor
El deseo de todo escritor es encontrar una voz propia, poderosa y sugerente que le haga inconfundible, y Katie Kitamura, estadounidense de origen japonés, lo ha conseguido. Si en su primera novela, «The Longshot», sorprendió por su talento metiéndose en la piel de un luchador de artes marciales, con la segunda, «En el bosque», confirma que es una escritora que puede situarse, por derecho propio, entre los más grandes.
Ya la primera página es un prodigio de habilidad literaria que abre ante el lector el escenario, los personajes principales y la situación que se va a desarrollar a lo largo de la novela: Tom, el viejo, los criados, la cocinera, una granja y una radio encendida en la que una voz anónima habla del opresor blanco y llama al alzamiento y la liberación. El viejo es el padre de Tom y construyó la granja hace cuarenta años cuando llegó al país de nombre indeterminado. El padre es duro, autoritario, violento. El hijo es tímido, débil, inseguro, y espera inútilmente la aprobación y el cariño del padre. En este mundo de hombres amenazado de destrucción aparece una joven de veintinueve años destinada a ser la esposa de Tom, pero el viejo la convierte en su amante ante la dolida pasividad que demuestra el hijo.
El viejo mundo desaparece
El estallido de un volcán que cubre la granja de ceniza anuncia que la violencia se acerca. En las revoluciones el odio se apacigua con sangre y el mundo de los colonos está a punto de desaparecer. Kitamura explora la crueldad de la colonización a través de impactantes alegorías, creando una atmósfera sofocante, de tensión contenida en un mundo de sentimientos encrespados y silencios como losas. Las palabras las pone la autora con su prosa de frases cortas, elegante y a veces irónica. El lector permanecerá seducido y perturbado mucho tiempo después de leer esta novela escrita en estado de gracia.