Literatura

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De la utopía marxista al 600

De la utopía marxista al 600
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En los últimos años ha proliferado en la narrativa española la intencionada recuperación testimonial de un pasado cercano, ahondando en el compromiso personal implicado en unos conflictivos hechos históricos. Ignacio Martínez de Pisón, Belén Gopegui, Isaac Rosa o Pablo Gutiérrez representan esta tendencia, en la que Rafael Chirbes destacó con un absoluto magisterio maduro y referencial. En esta línea, con una originalidad que incluye la nostalgia, la autocrítica, el fracaso y la melancolía, Ana Puértolas (Pamplona, 1945), periodista, editora y consumada viajera literaria, publica «El grupo. 1964-1974», novela que recoge las vicisitudes, en el tardofranquismo, de una clandestina célula marxista-leninista-maoísta (comunismo prochino, en fin), integrada por idealistas jóvenes universitarios. Con un claro sentido autobiográfico, el protagonismo coral de una variada tipología de concienciados «subversivos», y una ágil narratividad que combina lo sentimental con lo ideológico, recorren estas páginas la caída de Dubcek y con la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968; la muerte de Che, el mayo francés, la guerra del Vietnam, sin olvidar en España el referéndum de 1966 sobre aquella ley orgánica que pretendía la renovada legitimidad del régimen, el juicio de Burgos contra militantes etarras, el proceso 1001 encausando a dirigentes de Comisiones Obreras, la terrible ejecución del militante anarquista Puig Antich o el atentado mortal al almirante Carrero Blanco. Malos tiempos para la lírica, pero muy eficaces para una sugestiva novelización de esa realidad.

Mientras los personajes viven entre consignas políticas, revolucionarias maniobras y controversias culturales (Costa-Gravas y Semprún tildados de revisionistas), una pujante clase media se va haciendo con el Seat 600, el frigorífico y el televisor. Aparece aquí el desfase entre la quimérica utopía y la cotidianidad social, al señalarse con acierto que «las cosas más decisivas de nuestras vidas ocurren a destiempo». Unos apéndices documentales sobre los momentos históricos abordados refuerzan el paralelismo entre las experiencias personales y unos turbulentos acontecimientos. Con calculada ternura y buen estilo literario se reinvindica aquella audaz épica juvenil, legítima integrante ya de una colectiva y revisitada memoria civil.