El nazismo, contra las cuerdas
En un extremo del ring el púgil con uno de los mejores juegos de piernas, campeón de los pesos semipesados en 1933. Su oponente, toda la maquinaria fascista del III Reich con el propósito de acosarle hasta la muerte. Así se resume la trayectoria sepultada de Johann Trollmann, Rukeli («árbol» para los gitanos sinti). Ése fue su problema: ser romaní y poner en entredicho la supremacía aria alemana, como hiciera el negro Jesse Owens en las Olimpiadas de 1936.
Efectivamente era un árbol: alto, majestuoso, lleno de savia. En el cuadrilátero emergía toda la sangre caliente que heredó de su pueblo, siguiendo una antigua danza acompasada con los latidos de su corazón. Su técnica no sabía de reglas porque se guiaba por el instinto remoto de las leyes gitanas. Era a un tiempo acróbata, bailarín, músico, pero por encima de todo, un boxeador y un ciudadano alemán. Había un inconveniente: su piel era ámbar, sus labios carnosos y su mirada de ébano; un «inferior» para el pueblo ario. La Alemania de Hitler no estaba preparada para un boxeador como él en medio de la aridez de un pueblo que quería impedir que interpretara su ancestral danza pugilística.
Sus compatriotas le imposibilitaron pelear a partir de 1933. Le prohibieron moverse en el ring y desplegar su poderoso estilo hasta que terminaron por revocarle su licencia. A partir de ahí su vida fue una llaga: se vio obligado a divorciarse para proteger a su familia; en 1938, como parte de las políticas nacionalsocialistas, fue esterilizado y, un año más tarde, reclutado para luchar en el frente ruso. Su destino fue el campo de concentración de Neuengamme en 1943, donde se convertiría en divertimento de los guardias... Allí tendría lugar el último asalto de su vida, en un combate contra un «kapo». Es paradójico que el Nobel Dario Fo, recree la historia de este luchador en su novela póstuma. A medio camino entre la ficción y la crónica, desafía los géneros, imbricando narración, indagación, ensayo y libro de historia. Páginas multidireccionales y perturbadoras escritas con la fluidez literaria que gastó durante toda obra. Una preciosa forma de devolverle a Rukeli los laureles injustamente arrebatados. De campeón a campeón.