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Guateque con cadáver incluido

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  • Diego Gándara

    Diego Gándara

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Prolífica, pero no superficial; sencilla, pero no por ello menos profunda, la obra de Amélie Nothomb (escritora en lengua francesa, desdoblada en Fabienne Claire Nothomb, nacida en Bélgica en 1966, y Amélie Nothomb, nacida en Kobe, Japón, en 1967) tiene el secreto encanto de los tiempos actuales: ofrece historias de su propia cosecha biográfica y combina en ellas, en un tono a veces tan cómico como siniestro, costumbres de época, fábulas sociales a mitad de camino entre la risa, la crítica y el sarcarmo. Todo enfundado, además, en un lenguaje llano, sin ripios ni sobresaltos. Vigésima cuarta novela de esta autora que pasó su infancia y adolescencia en China y Japón (donde su padre fue embajador) en «El crimen del conde Neville» Nothomb pergeña otra historia breve y sencilla y lo hace, en este caso, a partir de un hecho extraño: el conde Neville, que ha perdido a su hija menor, Sérieuse, una adolescente con cierta predisposición a la insensibilidad que se había escapado del castillo familiar, acude a la casa de la vidente, que la había rescatado del frío, en medio de la noche del bosque. Cuando el conde se va de allí junto a su hija, se va, también, con un presagio que escucha de labios de la vidente, quien le anuncia que pronto dará una gran fiesta en el castillo y que, durante esa gran fiesta, matará a un invitado. A partir de ese presagio, Nothomb se introduce en el ambiente de esa excéntrica familia de clase y, mientras se encamina hacia el desenlace, pinta una mirada personal sobre la frivolidad del ambiente, sobre el mundillo de las apariencias. Nothomb describe a una familia que, a pesar de sus apuros económicos (el conde ha pensado, incluso, poner en venta el castillo), desea mantener su posición sea como sea, aún a costa de seguir celebrando la fastuosa fiesta, donde se sirve comida en bandejas de plata porque ser noble, como señala alguien en la novela, «significa tener menos derechos que los demás y tener muchos más deberes».
Una familia unida alrededor de un conde y sobre cuya conciencia pende el presagio de una vidente y el destino de acabar cometiendo un crimen. Es posible que la intención primera de Nothom al escribir esta novela haya sido mostrar el mundo pequeño y algo decadente de la nobleza en el que ha crecido, enmarcado, a su vez, en «El crimen de Lord Arthur Savile», donde Oscar Wilde diseccionó también la aristocracia de su época. El resultado, en cualquier caso, es una historia original, sencilla, pero que, bajo su aparente sencillez, esconde un universo de confesiones insospechadas, una superficie de risas y sarcasmos bajo la cual hay frivolidad, vacío, nada.