Henry Kamen: «Las relaciones entre Europa y Oriente Medio están igual que hace 500 años»
Henry Kamen / Hispanista. Cuando se cumplen cinco siglos de la llegada de Carlos V a la Península, el historiador británico publica una biografía en la que aborda al monarca desde el lado español. Documentos en cinco lenguas diferentes le valen de fuente para contar la historia del «rey césar» y comparar sus luchas contra el Imperio turco con la situación actual entre Oriente y Occidente
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Cuando se cumplen cinco siglos de la llegada de Carlos V a la Península, el historiador británico publica una biografía en la que aborda al monarca desde el lado español. Documentos en cinco lenguas diferentes le valen de fuente para contar la historia del «rey césar» y comparar sus luchas contra el Imperio turco con la situación actual entre Oriente y Occidente
Francisco López de Gómara, cronista del siglo XVI, dejó firmada en el castellano de entonces la llegada del nuevo rey: «Todos estos reynos, estados y señoríos han venido a parar en Carlos, que comiença este año [1517] a reinar en Castilla con su madre la Reyna Doña Juana». La muerte de su abuelo, Fernando de Aragón, le convertía en el heredero natural de Castilla y Aragón. El imperio de los Reyes Católicos pasaba así a manos de un adolescente nacido en Gante que poco conocía de sus nuevos territorios. Erigía la figura de Carlos I como paso previo a convertirse, en 1520, en emperador del Sacro Imperio Romano Germánico –Carlos V– tras el fallecimiento de su otro abuelo, Maximiliano. Todo lo que vino después nos los contaron los «colegas» de López de Gómara, aunque nunca dejaron satisfecho al emperador por la forma que tenían de reflejarle. Así se lo dijo al historiador Sepúlveda: «No me agrada leer u oír lo que se escribe sobre mí. Lo leerán otros, cuando yo haya muerto». A lo que el cronista reflexionó que «el monarca no quería dar a los historiadores motivos ni pábulo para las ficciones o la adulación»...
- Un Carlos comprensible
De todo ello es de lo que huye ahora Henry Kamen (Birmania, 1936). «Confío en haberlo evitado en la empresa de presentar a un Carlos que pueda resultar más comprensible», dice. Quinientos años después de su llegada a la Península, el hispanista cuenta la historia del «rey césar» en «Carlos emperador» (La esfera de los libros). Lo hace centrándose en España –«sin olvidar el resto del contexto», apunta–, el dominio del monarca que a principios del siglo XX se tenía más abandonado. Los numerosos estudios contados hasta la fecha acerca de la figura regia permiten a Kamen ahondar en un personaje inmenso ante el que alguno ya se ha rendido, como Karl Brandi, que, en la Europa de entreguerras, asumió la imposibilidad de un tema tan amplio en un solo libro. O Morel-Fatio, que observó que «escribir sobre Carlos V restringiéndose únicamente a la literatura y a los documentos en español era un ejercicio disparatado o inútil». Porque el imperio que lideró obliga ahora a acudir a fuentes en, «por lo menos, cinco idiomas: alemán, castellano, latín y francés», enumera Kamen.
–Se cumplen 500 años de la llegada de Carlos V a España, ¿qué se encontró aquí?
–Un mundo de sorpresas. Era un país del que no conocía nada en absoluto. Tampoco tenía a nadie, a excepción de los que habían viajado antes a Bruselas. Además, ignoraba por completo el idioma, lo que explica, en parte, su mutismo ante los problemas de España en aquella época. Algo que terminaría provocando alguna reacción por parte de la oposición, al menos, en Castilla. A pesar de los problemas se comportó bien. Se puede decir que no encontró nada negativo. Toda la gente tenía interés en aceptarlo por las condiciones de ello es otro punto que, con el tiempo, tuvieron que solucionar.
–Ha hablado de ese confrontación en Castilla, ¿tenían razón los Comuneros?
–No, porque la queja de estos no tenía nada que ver con él ni con su papel, sino con la novedad de consejeros que hablaban un idioma que ellos no conocían y que se comportaban de otra manera, y que al fin y al cabo recibían dinero de la Corona de Castilla. De hecho, es una reacción normal en cualquier país que, de golpe, tiene que asimilar a un gobierno de extranjeros.
–Recibió todos los reinos y estados, ¿ya había entonces en España el sentimiento de nación?
–No, el concepto todavía no existía. La palabra España no salía en la documentación oficial y el mismo Carlos V nunca se puso el título de rey de España. Podemos olvidarnos porque no nace hasta dos siglos más tarde. Tuvo que enfrentar todos los problemas según la región o provincia que trataba; la situación en Cataluña era diferente a la de Castilla, por ejemplo.
–¿Por qué tiene mala imagen?
–Existe sólo en los escritos de gente que no le han estudiado ni a él ni a la historia de España. Si te centras en las crónicas de la época, casi todas son favorables. Y meto el casi por si hay alguna excepción, porque, pensándolo, diría que todos los cronistas están de su lado. A excepción de pequeñas críticas de algún aspecto concreto de sus políticas, pero nada más. Esa mala imagen es un invento de las ideologías del siglo XIX, cuando la oposición, sobre todo, de los liberales a la monarquía de los Borbones empezaron inventando una historia falsa del pasado de su país. Se preguntaban si todos los Borbones y, antes, los Austrias eran dinastías «non gratas» para los españoles. Es decir, mentiras y exageraciones.
–¿Miraba su política más hacia sus intereses patrimoniales que a los de España?
–No, porque hemos de pensar que tuvo pocos ingresos de parte de los españoles. Poco dinero. En los primeros años, para atender los programas de guerra y paz que tenía en el resto de Europa, recibió más dinero de los Países Bajos y los territorios italianos, sobre todo de Nápoles, que de España. De hecho, este país pagó poquísimo dinero a Carlos V. Lo que sacó de aquí fue casi exclusivamente proveniente de América. Quienes pagaron los gastos para el emperador fueron los incas y los aztecas, pero los españoles, no.
–¿Fue el responsable de meternos en guerras religiosas que poco tenían que ver con nosotros?
–No tuvo ni una sola religiosa. Eran de los alemanes, no de los españoles. No había tropas en Alemania.
–¿La Leyenda Negra de los Austrias le pasó factura?
–Ninguno de los historiadores serios hace caso de ello. Ni tiene sentido ni base en los hechos y en la documentación. Seguir hablando de ello es malgastar la voz y la imaginación: no hay Leyenda Negra sobre Carlos V y no existe en la historiografía. No hay tantos libros sobre él en español porque, sobre todo, para escribir una buena biografía suya hay que leer alemán, latín, francés, holandés... Idiomas que, normalmente, los historiadores no suelen conocer y de ahí sale que existan estos tipos de mentiras.
–Como británico afincado en España, ¿cómo ve la segregación de lo hispano en Estados Unidos?
–La mayoría de gente sensata no es partidaria de Trump, pero hay que aclarar que no ataca al mundo hispano. Primero, está aplicando medidas ante lo que ve como posible terrorismo, y por ello piensa en los musulmanes, y, segundo, se centra en la inmigración ilegal de, sobre todo, mexicanos, que no son hispanos –es una palabra que se aplica a residentes legales en EE UU–. Quiere controlar una inmigración ilegal que ha llegado a casi 12 millones de personas. Y eso es un problema.
–¿Y cómo ve el Brexit?
–No soy partidario. De hecho, he atacado fuertemente la actitud del gobierno de Gran Bretaña. Lo veo como una cosa que seguirá adelante sin mucha oposición por razones equis, que son bastante complicadas, pero el final del proceso no lo veo con mucho optimismo. Creo que fue un error y sigue siéndolo.
–¿Llegará hasta el final?
–Ése es parte del problema, que no sabemos cuál será. Depende, en parte, de la voluntad de los dirigentes de la Comunidad Europea, que no están de acuerdo con la señora May. Es parte del aspecto desconocido de todo el proceso.
–Usted, que nació en Birmania, ¿cómo ve el auge de los nacionalismos en Europa?
–Opino, como mucha gente, que un cierto tipo, como es el caso de Cataluña, es nocivo. No promete mucho porque representa una forma de ombliguismo y de poco deseo de aceptar un mundo universal, quiere limitarse a aspectos locales y regionales de su ideología. No le encuentro el lado optimista.
–¿Se está volviendo a tener miedo del otro, de lo diferente?
–Puede ser. Cuando se trata de un tema que involucra nuestras haciendas, vidas y futuro, hay que ir con bastante cautela. Hay gente que va sin ningún cuidado porque tiene en la imaginación una cosa que no me parece deseable.
–Carlos V ya luchó contra el Imperio turco hace siglos, ¿sigue Europa enfrascada en Oriente Medio?
–Es más o menos el mismo problema de los conflictos de las civilizaciones.
–¿No se ha avanzado?
–La relación no ha cambiado, en absoluto, en 500 años. En este caso parece ser de religiones, pero ¡ojo!, que también hay que mirar otros aspectos del fenómeno. Al mismo tiempo que vemos la realidad de una guerra de ideologías, en este caso de religión, tenemos muchísima colaboración entre las personalidades pacíficas de musulmanes y cristianos a todos los niveles. Hay más entendimiento que conflicto. No hay que mirar sólo la parte negativa, también veo una muy positiva.
–¿Ha conseguido el terrorismo del Isis su objetivo de dividir, confrontar, crear populismos?
–Sí. Ya que somos humanos y capaces de todo tipo de errores, me parece que esto de seguir senderos terribles siempre ha pasado en la historia y así seguirá en un futuro, pero en algún momento tenemos que controlarnos y arreglar los problemas porque si no acabaremos mal.
El terciopelo y el oro del rey adolescente
La crónica de Vital describió así la entrada del nuevo rey –en la imagen, un retrato de Van Orley– en Valladolid el 18 de noviembre de 1517: «Se realizó con más de 6.000 hombres a caballo, incluyendo señores, burgueses y mercaderes, entre los cuales había más de 300 vestidos de oro, y otros muchos con ropas de seda brocados, terciopelo dorado y carmesí, raso, damasco y con diversos colores, habiendo grandes señores y caballeros luciendo enormes cadenas de oro. Me resulta difícil poder describir bien y dar a entender tanto la riqueza del atuendo real como la magnificencia de su entrada, pues creo que nunca en Castilla hizo su entrada un rey tan noble y excelso como éste. El joven iba ataviado con gola, coraza, guardabrazos y guantes, pero sin casco, pues su cabeza estaba cubierta por un gorro de terciopelo negro con una pluma blanca de avestruz que se mecía con elegancia».
«Carlos Emperador»
Henry Kamen
La esfera de los libros
465 págs, 25,90 € 24,90 euros