La guerra de las bombillas
Con el final pactado de «la guerra de las corrientes» entre Thomas Edison y George Westinghouse, un famoso pleito entre inventores que lucharon por imponer la corriente continua a la corriente alterna, AC/DC, el megalómano Edison volvió a desencadenar «la guerra de las patentes» por el control de explotación del monopolio del cine a nivel internacional. La huida de los productores y directores a la soleada California dio origen al mítico Hollywood. Con el fonógrafo y la disputa de los discos de vinilo de larga duración, a 331/3 rpm. y los pequeños a 45 rpm ocurrió algo similar. Pero en un par de años Columbia y RCA llegaron a un acuerdo y compartieron las licencias. Habría que esperar a los años 70 para que los videocasetes batallaran por imponer los sistemas VHS y betamax, relegados ambos por el DVD, y ya en los 80 la disputa entre el Mac y el PC, una lucha de prestigios para universitarios y diseñadores frente a «geeks» antielitistas.
De las muchas virtudes de «La luz de la noche», de Graham Moore, dos destacan con luz propia: el comienzo conflictivo del «matrimonio moderno entre negocios y ciencia que alumbraría la tecnología» y su corolario, que el mundo necesita visionarios como Tesle, artesanos como Westinghouse y vendedores como Edison. Los tres enfrentados legalmente en una contienda de egos encubierta por las patentes de la bombilla y la corriente eléctrica.
Fábula moral
Es ella una curiosa y muy entretenida novela de ficción histórica, pero no al modo convencional. Graham Moore utiliza los hechos históricos matizados por un filtro suave que funde con desparpajo los hechos reales con los ficticios. Como explica su autor, la intención es ayudar al lector a desenredar la madeja: «Este libro es un nudo gordiano de verdades comprobables, suposiciones razonables, dramatizaciones y conjeturas absolutas». Edison era un ser mezquino y un furioso querulante. Nikola Tesla un genio ensimismado con síndrome de Asperger. Y George Westinghouse un inventor meticuloso en busca de la mejor opción comercial. Al enfrentarse por las bombillas sacaron lo peor de sí mismos.
La novela se mueve entre la intriga de misterio científico, al modo de las aventuras de Sherlock Holmes, y el relato histórico protagonizado por inventores de fama mundial enfrentados por la pasión descubridora y el lucro llevada al extremo más visceral. Bien mirado es una fábula moral, un cuento con ribetes puritanos sobre el precio de la ambición y la necesidad de pagar mediante la caridad los excesos del mundo capitalista que a mediados del siglo XIX tomaba forma con la consolidación de la organización fordiana del trabajo en cadena en las fábricas, grandes almacenes y hasta en los influyentes bufetes. Además de entretenida y literariamente brillante, se trata de un buen ejemplo de literatura popular con estilo. Escrita con sencillez, repleta de ideas y giros argumentales que toma el folletín como modelo y lo diluye hasta convertirlo en una intriga sorprendente repleta de ideas. Una novela «midcult» excepcional.