La loca ecuación de Kurt Gödel
Kurt Gödel, uno de los matemáticos más brillantes del siglo XX, y su esposa, Adele, son los protagonistas de la primera novela de Yannick Grannec. Él era un matemático superdotado procedente de la alta burguesía austriaca y ella una bailarina de café de escasa cultura, hija de un fotógrafo de barrio. La pregunta inmediata es qué hacía Gödel con una mujer así, pero según avanza el libro cambia la perspectiva y el lector se pregunta cómo pudo soportar Adele a un hombre como él.
La novela se estructura en dos partes diferentes que alternan tiempo y espacio. Por un lado, una joven documentalista, Anna, que visita en 1978 a la viuda del matemático para convencerla de que le entregue los archivos de su marido. Por otro, la viuda, Adele, que va recordando su vida desde 1928 hasta el presente, es decir, desde que se conocen en Viena hasta su muerte en Princeton. Ésta es la parte realmente interesante del libro y podría haber sido una excelente novela sin necesidad de intercalar los problemas sin interés de Anna.
Ciencia y comida vienesa
A través de los ojos de Adele se realiza un recorrido por el siglo XX: el auge del nazismo en Europa, la Segunda Guerra Mundial y el macartismo en EE UU. Pero lo mejor del libro es la estancia en la prestigiosa Universidad de Princeton, donde se reunían en los años cincuenta los mejores físicos y matemáticos del mundo: Albert Einstein que decía que iba a su despacho «solo para tener el privilegio de caminar junto a Gödel», el físico Robert Oppenheimer, «el padre de la bomba atómica», y los matemáticos Oskar Morgensten y John von Neumann, autores de la «Teoría de Juegos». Todos disfrutaban a menudo de la comida vienesa de Adele, a la que apreciaban pero trataban con cierta condescendencia. Sin embargo, si Gödel podía dedicarse a su trabajo, es más, si vivía, literalmente, era gracias a Adele, que tenía incluso que probar antes que él toda su comida por si estaba envenenada. El gran matemático era paranoico, depresivo y anoréxico. Un hombre incapaz de resolver un problema que no estuviese formulado con símbolos matemáticos. Adele pasó cincuenta años entregada por completo a un hombre que apenas le dio nada (incluso le negó el hijo que ella deseaba) pero fue capaz de crear el «Teorema de la incompletitud», uno de los grandes avances de la lógica matemática. Esto es lo que Grannec cuenta bien.