Literatura

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La vida guardada en cajas de cartón

La vida guardada en cajas de cartón
La vida guardada en cajas de cartónlarazon

Gregor von Rezzori (1914, Chernivtsi-Bucovina, 1998, Florencia, Italia) escribió en 1976 «La muerte de mi hermano Abel», una de las obras cardinales de la historia de Europa durante el siglo XX que la editorial Sexto Piso publicó en España hace menos de un año. «Caín. El último manuscrito» vio la luz dos años después de su muerte, fue la última obra en la que trabajó Rezzori. Durante casi cuarenta años fue armando el ciclo «Abel-Caín» y, aunque a veces hubo largas interrupciones, las grandes cajas de páginas manuscritas o mecanografiadas son la prueba de la importancia que tenía para él cerrar el juego de espejos entre el autor y su «alter ego» en la ficción. «Caín» es solamente una mínima parte del contenido que tenían aquellas cajas, pero es suficiente para dar espacio e identidad a tres personajes: Aristides-Rezzori, al que ya conocimos en «Abel», que continúa escribiendo la novela sobre su propia vida en la Europa de ayer, Schwab, el lector editorial que juzga esa novela y que en realidad es Abel, y el mismo Rezzori, que escribe numerosas notas en las que nada humano le es ajeno.

Que tengan cabida no quiere decir que seguirlos sea fácil: la novela está escrita de forma fragmentaria, llena de divagaciones, recuerdos familiares, apuntes. Y son, además, tres potentes egos los que necesitan hablar de sí mismos y se interrumpen como si temieran que el tiempo se les acabe sin haber contado todo lo que necesitan decir. Probablemente, Grisha (Gregor) luchó para reducir, condensar, no olvidar lo esencial de todo lo que estaba acumulado en aquellas cajas: el nazismo, las ruinas físicas y morales de Europa y su progresiva americanización, el capitalismo salvaje y la pérdida de belleza en todos los órdenes. Pero al mismo tiempo que dibuja el desastre, Rezzori no deja de sorprendernos con su canto a la alegría, a todo lo que proporciona placer en la vida y, aunque resulte difícil alcanzar una existencia tan intensa como la suya, la brillantez de su estilo, esas frases subrayadas y repetidas en voz alta con delectación constituyen su contribución literaria para nuestro goce como lectores.