Pablo del Palacio: «Cuesta mucho aceptar los secretos de los padres»
Pablo del Palacio / Escritor. Después de publicar tres libros, se consagra con «Antes de conocerte», su segunda novela, un «thriller» romántico de treintañeros
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Después de publicar tres libros, se consagra con «Antes de conocerte», su segunda novela, un «thriller» romántico de treintañeros
A veces es difícil separarse y ver al profesional cuando lo conoces y le quieres desde niño. Eso me pasa con Pablo del Palacio, a quien he visto crecer, convertirse en abogado y reírse de la crisis y de su destino reinventándose en lo que siempre ha sido de corazón: escritor. Empezó publicando unas conversaciones con la jugadora Leo Margets en «La reina del póker» (Planeta); continuó con una novela a cuatro manos, con María Antonia Velasco «¡Pobres pobres!»(Carena), precisamente sobre la crisis y, al poco, se encontró con la agente literaria Palmira Márquez y decidió entregarse, por fin, a la literatura. Publicó «Que sea verano» (Click ediciones), su primera novela en solitario, y preparó el camino para la segunda, «Antes de conocerte» (Planeta), recién salida del horno, con la que se consagra.
Ahora es ya, como le digo, «mayor que yo». Y casi me intimida plantarle cara y preguntarle sobre esa historia inclasificable, tal vez un «thriller» romántico, que rezuma la credibilidad del sentir de los treintañeros metidos a amar y a descubrirse los secretos en medio de las pasiones. ¿No es en esa edad cuando aún se deja todo por amor, incluso a los amigos? Le pregunto a Pablo del Palacio si se lo recomendaría a los suyos, incluso si se enamoran de la novia ajena, como sucede en el arranque de su relato. «Claramente, no. De hecho haría como hacen los personajes, amigos de ellos por ambos lados, en este libro, les diría que intentaran contenerse y evitar problemas; que pasaran página si es que pueden», dice Pablo.
No es tan fácil. Claro. El amor es un potro desbocado y más aún en esa edad mágica. Pero la amistad también está ahí. En la vida y en el libro. Y de ahí mi querer saber si el autor seguiría siendo amigo del novio o la novia amiga que ha traicionado al novio o novia también amigo o amiga. «Procuraría seguir siéndolo. Sí. Siempre digo que sería amigo del que no me diera a elegir. Si alguien me da a elegir entonces es quien se queda sin mi amistad. Pero si nadie me da a elegir, me quedo con todo».
La compleja relación de un chico que conoce a su gran amor en el cumpleaños de su novia, una chica guapísima y pluscuamperfecta, a la que nadie le puede negar carne y sangre, es el núcleo central de este torrente de emociones, que se va convirtiendo en un peligroso remolino, repleto de extrañas coincidencias y enigmas. Mientras el amor se abre paso a manotazos entre las dificultades, sus protagonistas tendrán que encarar, además de sus propias traiciones, los secretos que ocultan sus padres. Unos secretos que no siempre perdonan los hijos. «Yo creo que se debería perdonar que los padres tengan secretos, pero entiendo que cueste muchísimo aceptar que tus padres no son sólo tus padres sino muchas cosas más». Es curioso, a los hijos les cuesta entender eso y a los padres les cuesta aceptar que es ley de vida que los hijos repitan sus errores o incluso los superen. «Es que los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos y cuando ven algo que los lleva por mal camino o que es una cosa peligrosa, ya sea el amor, las drogas o lo que sea, intentan apartarlos a toda costa».
Hasta pueden tratar de apartarlos de la verdad, que es lo que tantas veces ocasiona quebraderos de cabeza y hasta del alma... «Es que muchas veces uno quiere saber, cuando sería mejor no saber, ponerse las orejeras de los burros y quedarse con la superficie. Porque, cuanto más escarbas, más encuentras... Y no siempre es recomendable encontrar».
Ya que no puedo seguir por ese camino, si no quiero destripar la novela, le pido a Pablo que me hable de los escenarios –Madrid, Almería, Menorca, Roma y Chile–, que parecen bien conocidos por el escritor. «Pues Chile no, fíjate. Es curioso porque de ese país metí como cuarenta páginas. Me documenté de una manera muy exhaustiva y luego la gente que lo leía me decía “pero no seas pesado, que ya sabemos que has estado en Chile, no nos tienes que contar todo de allí”. Y yo contestaba: “Si lo hago precisamente porque no he estado...», pero me empollé de tal modo ese viaje, que a veces hasta creo que lo hice.
Demuestra Pablo del Palacio que no todo se tiene que vivir para poder contarlo. «No, pero sí que es verdad que a veces hablo de muchas cosas que no tengo ni puñetera idea y me meto en unos berenjenales que me dan muchísimo más trabajo. Luego me arrepiento y digo, “ya ves tú ¿por qué no, en vez de Chile, otro sitio más fácil en el que haya estado, como Roma?”. Pero es que también hablo de sitios que conozco bien como Almería, que siempre sale en todo lo que escribo, porque me he pasado media vida ahí. Y también es verdad que me costaría mucho escribir una novela ambientada en Barcelona y no en Madrid. Si lo hiciera, necesitaría irme a vivir allí antes porque lo conozco muy superficialmente».
Le pregunto a Pablo si está contento con esta novela, que sé que empezó siendo una cosa y se fue complicando por el camino hasta convertirse en el «thriller» sorprendente que es. «Mucho. Me lo he pasado genial escribiéndola. Y me he sentido superorgulloso cuando la he releído las dos mil veces que lo he hecho y me ha seguido gustando. Así que estoy muy contento. Tuve algún momento de duda hacia la mitad, pero entonces la leyeron un par de amigas mías, me animaron muchísimo y a partir de ahí empecé a escribir, como un tarado, a toda velocidad».
No es raro ese orgullo tras una novela tan original, tan distinta, con una estructura exigente, repleta de elementos de novela negra y también de misterio, en la que no faltan ni el amor ni el humor ni la metaliteratura –hay una novela, dentro de otra novela– ni esa capacidad de enganchar desde la primera página. «Pues eso es lo mejor que me podías decir», me dice Pablo del Palacio, para terminar, sonriendo con toda su cara de ojos chinos.
Personal e intransferible
Pablo del Palacio nació en Madrid en 1981. Está soltero, no tiene niños, pero sí perro, y se siente orgulloso «de mi familia, de mis padres y de mi perro, claro». Se arrepiente «de mil cosas cada día», perdona, olvida, le hace reír «cualquier tontería» y llorar «pocas cosas». A una isla desierta se llevaría «a mi perro». Le gusta comer «de todo» y beber «vino blanco, agua y zumo de naranja». Dice no tener manías, aunque piensa que los que le conocen señalarían miles, «entre ellas, el orden». No tiene sueños que se le repitan y sí muchos vicios, «el tabaco, por ejemplo». De mayor le gustaría ser «escritor» y si volviera a nacer sería «abogado». «Lo dejé por escribir y no sé si estoy del todo satisfecho con mi decisión...».