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¿Que queda de aquellas madres?

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  • Diego Gándara

    Diego Gándara

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Las manos de mi madre, dice una canción del argentino Peteco Carabajal, parecen pájaros en el aire; se brindan cálidas, nobles, sinceras, limpias de todo: representan, canta Peteco, un cielo abierto. ¿Será tan de esta manera a como lo canta el artista?, se pregunta Massimo Recalcati en «Las manos de mi madre», un libro donde el psicoanalista italiano indaga en la figura materna desde una perspectiva que va más allá de la poética de la canción, pues la mirada que ofrece es bastante amplia e incluye en su ambicioso análisis, además de la teoría psicoanalítica que va desde Freud a Lacan, referencias constantes al mundo del cine, a la literatura, a la Biblia y a todas las imágenes de la mujer como madre que la cultura ha gestado e impuesto a lo largo de los años.
Dividido en tres grandes capítulos («El deseo de la madre», «La sombra de la madre» y «El legado de la madre»), Recalcati, que desde hace un tiempo viene dedicándose a estudiar de manera pormenorizada el tema de la herencia, la familia y la paternidad a través de volúmenes como «El complejo de Telémaco» y «Padres e hijos tras el ocaso del progenitor», en este nuevo ensayo parte desde una pregunta que, en la actualidad, puede resultar una cuestión crucial que no es baladí: ¿qué queda de la madre en estos tiempos que vivimos?
Tono cercano
«La cultura patriarcal nos legó y al mismo tiempo nos impuso una versión de la madre igualmente incómoda. Trato de interrogarme sobre el misterio de la maternidad y, más en concreto, sobre lo que queda de la madre en esta época de declive de su representación patriarcal», señala Recalcati en el prólogo del libro, escrito en un tono cercano y explicativo e impregnado, por momentos, de una profunda emoción. Es que Recalcati no solamente trata el tema (un asunto que, dicho sea de paso, no es fácil abordar) desde una mirada múltiple, que no excluye las zonas tenebrosas de la figura materna (la madre castradora, la madre cocodrilo, la madre narcisista), sino que lo hace, también, desde su privilegiado lugar como hijo, un espacio simbólico que está conformado por el testimonio de sus padres, por las historias que le cuentan sus pacientes en la consulta y por los gestos cotidianos de muchas madres que iluminan la vida.
«Habrá que ser justos con la madre y reconocer en sus manos una hospitalidad sin posesión que la vida humana necesita», dice Recalcati a modo de conclusión al final del libro. Una hospitalidad que, como canta Peteco, se brinda cálida, noble, y que representa un cielo abierto, la posibilidad, siemre presente, de que la vida tenga un principio y de que pueda volver a empezar una y otra vez.

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