Raro y profundo
Con el paso del tiempo, el nombre de A. G. Porta va dejando de estar asociado al de Roberto Bolaño (con quien el escritor barcelonés, en una escritura a cuatro manos, se estrenó con una novela de título salvaje y posmoderno: «Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce») para ser hoy un nombre propio: el de un escritor que, ocho novelas después, sigue construyendo una obra sólida, personal, de alta calidad literaria.
Ahora le llega el turno a esta obra intensa, de estilo muy depurado y en la que es fácil reconocer a un par de personajes que aparecen en otros libros de A. G. Porta, como Gustavo Braudel y su hija Albertine. Ambos, en este caso, participan de una operación llamada «HSYS» (Hormigas Salvajes y Suicidas), cuya historia Albertine le refiere al coronel Resano, un miembro de los servicios de inteligencia, especialista en geopolítica e impulsor de un raro Seminario Sobre el Conocimiento Permanente (SSCP), destinado al estudio de la memoria y el olvido. A ellos dos, en una trama compleja, abierta a distintos hilos narrativos, se suman otros personajes tan inteligentes como estrafalarios: un policía jubilado, Lucena, posible asesino en serie, lector empedernido y adicto a la pornografía; y otro policía jubilado, el inspector Blaya, que lucha contra un cáncer de pulmón haciendo planes con una prostituta rusa con la que pretende viajar en el Orient Express.
Que el lector no se confunda porque con estos raros personajes, que parecen tomados de una novela de Roberto Arlt, Porta no hace una literatura al uso, centrada en la resolución de una trama, sino que se adentra, con la precisión de un entomólogo, en el alma secreta de los personajes, seres extraños pero profundos y que no difieren con los seres humanos que uno se encuentra a cada paso.