Un mesías contra la sociedad corrupta
Es comprensible que Jo Nesbø se sienta prisionero de su investigador Harry Hole y quiera oxigenarse escribiendo una novela de intriga policiaca autoconclusiva. Un «stand-alone» centrado en dos personajes: Sonny Lofthus, un yonqui que parece un ángel caído flamígero, y Simon Kefas, un policía a punto de jubilación y ex ludópata epítome de la honradez. Las dos caras de una misma moneda: como si el drogadicto hubiera tenido una revelación religiosa y el lúdopata una epifanía. Ambos han entablado una lucha suicida contra la podredumbre policial, los capitalistas y el hampa como el justiciero solitario y su persecutor, que creen que «la única clase de justicia es la que está por encima de la ley».
El detective de «El heredero» no se aleja tanto de un senil Harry Hole. Es su réplica crepuscular. En «El muñeco de nieve», Hole es un catalizador, el negativo del asesino en serie, su alter ego; y en «El leopardo», además de ludópata y heroinómano, es rescatado por una joven policía, idéntica a la larguirucha Kari de «El heredero». Jo Nesbø juega con los dobles, con los gemelos, todos ellos perdedores enfrascados en una lucha de prestigios a muerte de carácter darwiniano.
Es cierto que los personajes, como acostumbra el autor y el género «noir» dominante, son estereotipados para que nada entorpezca la historia, el lector se centre en la trama que urde y la acción se deslice de forma trepidante, repleta de giros sorprendentes a lo largo de 525 páginas. En este sentido, «El heredero» es un hito. Como su singularidad reside en los personajes, la novedad recae en la moraleja de la historia. El «hijo» (Sonny Lofthus) es realmente carismático, bueno y desprendido hasta parecer una reencarnación del Mesías en un mundo protestante, voraz y malvado.
El policía Simon Kefas es otra variante, que también expía sus culpas y quiere ser redimido. Y los malvados, El Gemelo, es el monstruo de mal, rodeado de crueles esbirros que como clichés ocupan el lugar del lado oscuro: la droga y la trata de personas, apoyados por policías corruptos y empresarios. Son como dos entidades complementarias en el corrupto mundo capitalista en el que desalmados hombres de negocios requieren de la mediación de la policía, el hampa y el crimen organizado para blanquear sus fortunas mal habidas, asesinar a quienes se interpongan y limpiar su imagen pública.
Suspender la incredulidad
Si el género negro ha contribuido a establecer en su lucha por la probidad del héroe investigador el mito del capitalismo voraz, Jo Nesbø lo ha estereotipado hasta extremos risibles. Esta sociedad corrupta capitalista y neoliberal necesita de un Mesías justiciero que ajuste cuentas con ella, ya que es impensable que se regenere por sí misma. A pesar del cúmulo de lugares comunes sentimentales y melodramático, dignos de un folletín, «El heredero» consigue retener al lector con un frenesí de giros sorprendentes: la clásica montaña rusa que consigue que éste suspenda la incredulidad y disfrute con tanto desatino.