Literatura

China

Una odisea china en el espacio

Llegan a España «La gracia de los reyes», de Ken Liu, y «El problema de los tres cuerpos», de Cixin Liu, dos «bestsellers» del género que podrían anticipar una era dorada de la ficción de aquel país

Ken Liu, autor de «La gracia de los reyes» y Cixin Liu, que ganó el premio Hugo por «El problema de los tres cuerpos»
Ken Liu, autor de «La gracia de los reyes» y Cixin Liu, que ganó el premio Hugo por «El problema de los tres cuerpos»larazon

Llegan a España «La gracia de los reyes», de Ken Liu, y «El problema de los tres cuerpos», de Cixin Liu, dos «bestsellers» del género que podrían anticipar una era dorada de la ficción de aquel país

Como en todas las historias de ciencia ficción, hace falta un anclaje con la realidad. La exitosa «La gracia de los reyes» (Alianza), del escritor chinoestadounidense Ken Liu, narra, de manera distópica, la caída de la dinastía Qin y el ascenso de la dinastía Han, quizá el tiempo dorado de la civilización de su país de origen, y puede que estemos también ante los primeros brillos de China como exportador de «bestsellers». Una vez que ya hemos vivido el auge de los atormentados detectives nórdicos o la fiebre de la fantasía medieval británica, coinciden en su llegada a España dos de los títulos más destacados de autores chinos en el género de la ciencia ficción y fantasía, el ya citado, y el aclamado «El problema de los tres cuerpos» (Ediciones B), de Cixin Liu. Esta última ha sido la primera obra en 63 años no publicada originalmente en inglés que ha ganado el Premio Hugo, el galardón más importante de la Ciencia Ficción (Italo Calvino logró ser finalista), y que fue traducida al inglés por su compatriota Ken Liu.

¿Hablamos de ciencia ficción con salsa agridulce? Bromas aparte, algo hay de esto. «Tomé como referencia los sucesos del ascenso de la dinastía Han porque es un periodo muy relevante de la historia de China –y del mundo por tanto– que se conoce poco en Occidente y en el que se vive un proceso de cambio, lucha por el poder y fuerte desigualdad, como pasa ahora mismo», dice Ken Liu, de visita promocional en Madrid, sobre un período dos siglos antes del nacimiento de Cristo de gran esplendor y conflictividad. «Tomé esas historias antiguas y las reimaginé a mi gusto, con elementos de la épica occidental que adoro, pero con una base fuerte de mito oriental», dice el escritor, que con 11 años dejó su país de origen para instalarse en Estados Unidos con su familia y donde, tres décadas después, se licenció en Literatura Inglesa en Harvard, pasó a ser ingeniero de Microsoft y después abogado en Boston. «Mi trabajo es de consultor: yo les explico a las empresas cómo funciona y ha evolucionado la tecnología y de qué manera pueden preparase y comprenderlas para usarlas a su favor», explica Liu, anticipando un elemento crucial en sus libros, precisamente los aparatos mecánicos casi mágicos. Porque en esta novela hay cometas explosivas, embarcaciones aéreas de bambú movidas por remos, poderosos vehículos mecánicos y naves subacuáticas entre una larga lista de invenciones. Liu convierte la historia china en terreno para la distopía. Y hasta ha inventado una etiqueta comercial para ello. Lo llama «silkpunk» («seda-punk») siguiendo otros subgéneros anteriores: el «cyberpunk», que se centraba sus historias en los «hackers» y la inteligencia artificial, o el «steampunk» («vapor-punk»), que se situaba en la Inglaterra victoriana con su estética y tecnología pero como si la historia se hubiese desviado unos milímetros para permitir la aparición de elementos futuristas. O el dieselpunk, que hacía lo mismo con las estéticas de los años 20 y 30 y ha sido una de las ramas más alocadas de las ucronías de la ciencia ficción. Así que cambiemos salsa agridulce por seda y ahí lo tenemos. «Pero no he escrito una ‘‘fantasía china’’ porque están muy estereotipadas y además mi formación es estadounidense», matiza.

- Platón y Maquiavelo

La historia cumple con los estándares del género fantástico, como es la creación completa de un mundo (geográfica e históricamente) en el que sucede la trama, que debe alargarse, esa es la previsión, durante una trilogía como mínimo. Una historia compleja que ofrece posibilidades de todo tipo de ramificaciones y con alto potencial comercial. Para imaginarlo todo, Liu creó su propia Wikipedia con artículos sobre cualquier cosa: «Un personaje y sus antepasados, un territorio, un insecto o el armamento. Era necesario para no perderme en el desarrollo de los capítulos». Esta «wiki» tiene (y sigue creciendo) mucha más extensión ya que el conjunto de la saga. La acción se desarrolla en el mundo mágico de Dara, en el que el poder y su ejercicio, los impuestos, la corrupción las revoluciones y el orden establecido juegan un papel central. Liu ofrece una visión de la sociedad y la política a través de un mundo fantástico, unas pinceladas de Platón y de Maquiavelo (más que de Lao Tsé), una lucha entre quienes piensan que el pasado debe reestablecerse o que el hombre puede mejorarse. «En la novela se habla mucho de cómo la desigualdad amenaza a todas las sociedades, desde el Imperio Romano. Me interesan esos patrones históricos de cambio, porque, mirados en perspectiva, te das cuenta de que muchas ideologías no es que triunfen por las soluciones que ofrecen, sino que en sociedades tan injustas cualquier promesa de cambio va a triunfar», explica. «Lo que me fascina es por qué la desigualdad sigue siendo un problema sin solución y cómo en las dos sociedades más avanzadas, China y EE UU, es el mayor de los problemas. Parece que no logramos salir nunca de la trampa». El trasfondo de la trama es de total actualidad, por tanto: «¿Cómo se puede vivir en un mundo en permanente revolución? ¿Cuál es la mejor manera para avanzar en sociedad? ¿Ser realistas es incompatible con el idealismo? Bueno, yo quiero contar una manera de ser idealista y pragmático», asegura.

También «El problema de los tres cuerpos», el otro «best-seller» que llega a nuestro país, es una alegoría acerca del poder. Por resumir una trama bastante alambicada, la humanidad recibe una invasión de una raza alienígena procedente de un planeta inhabitable. Sabremos que en realidad es la Tierra la que se ha salido de órbita y resulta que parte de la humanidad está a favor de los invasores. La novela comienza con un largo prólogo sobre la Revolución Cultural china y la trama, plagada de teoría científica, se impregna de un lamento de fondo: ojalá una raza extraterrestre hubiera salvado a los chinos de la opresión política. El título, el primero de la saga, ha recibido una larga lista de premios y se convertirá en película de alto presupuesto merced a la viralidad de sus enunciados científicos, desarrollados con todo lujo de detalles bastante alucinados, y comentados a lo largo y ancho de los foros de internet en todos los idiomas.

Las comparaciones de Ken Liu con Tolkien o George R. Martin son inevitables. «De alguna manera, funcionamos con el mismo esquema. ‘‘El señor de los anilllos’’ no se puede entender sin la tragedia de la II Guerra Mundial. Tolkien creó una saga que es en esencia el hombre luchando contra el mal. Pero por esa época se veía como una personificación –Hitler– y ahora el mal sabemos que no es un individuo. En cuanto a ‘‘Juego de Tronos’’ es claramente la Guerra de las Rosas de Inglaterra pero con actitudes anacrónicas como el feminismo o la del hombre que busca ir más allá a tierras lejanas. La mía es una historia moderna de política, impuestos, corrupción y revoluciones», zanja. Con un chorro de salsa agridulce.

Liu realizó una investigación en la literatura clásica china a posteriori. «El mito fundacional americano es ‘’de muchos diversos, uno’’. Una de las mejores cosas de ser americano es que no le decimos a la gente cómo tiene sentirse. Yo tengo recuerdos de mi país de nacimiento pero me considero estadounidense e integré en mi identidad todo el bagaje anterior. Es un país muy joven pero muy viejo porque lleva mucho tiempo imaginándose», explica. «Por eso he escrito una novela así, tomando un viejo mito y reformulándolo. Creo que es una novela americana porque tras ella está la confianza en que todas las cosas son posibles y mejorables», explica Liu. «Nuestra historia es una narración, y por eso el número de países no deja de crecer. La identidad es cómo la gente se ve a sí misma y cuenta su historia y por eso hubo el voto escocés por su independencia y existen otros movimientos en otras partes del mundo. Eso ocurre como respuesta a la manera en que la gente joven quiere contar su propio mito».