Yuval N. Harari: «Somos más fuertes que en la edad de piedra, pero no más felices»
Yuval N. Harari / Científico e historiador.. En su nuevo libro, «Homo Deus», trata de analizar cómo será el siglo XXI y los retos a los que se enfrenta el hombre. Su anterior volumen, «Sapiens», convertido en todo un fenómeno best-seller a nivel mundial, ha sido traducido a treinta lenguas.
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Es uno de los científicos e historiadores del momento. El tono didáctico de su discurso y su capacidad para ofrecer una visión global de los procesos históricos permitió que su anterior trabajo, «Sapiens», fuera un best-seller que se tradujo a más de 30 lenguas. Este profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén se ha convertido en uno de los pensadores más destacados de este principio de siglo. Con «Homo Deus» aprovecha sus conocimientos sobre el pasado para preguntarse acerca de lo que el futuro nos deparará.
–En su libro habla de un hombre que ha aprendido a controlar las grandes lacras de humanidad al que llama Homo Deus. ¿Es sinónimo de poder?
–Lo elegí porque en latín significa el Hombre-Dios y se refiere a la transición del Homo Sapiens u hombre sabio al Homo Deus porque ahora estamos adquiriendo habilidades divinas y estamos transformándonos en los dioses del planeta tierra. Y lo digo en sentido literal, no es una metáfora. Para empezar, durante la mayor parte de la historia la gente rezaba a un dios o los dioses para que les protegiera de las lacras y durante miles de años estos rezos no obtuvieron respuesta. Pero en el último siglo los hombres mediante su ingenio han conseguido hacer lo que los viejos dioses no pudieron, como es reducir la incidencia de estas plagas, y aunque ocasionalmente aún las sufrimos es en menor medida que en épocas anteriores. En este sentido, ahora somos más poderosos que los antiguos dioses.
–Sin embargo, no todos los seres humanos tienen o tendrán esa opción de convertirse en Homo Deus. ¿Qué pasará con quienes no lo sean? ¿qué papel jugarán?
–El peligro está en que la humanidad se divida en dos grupos principales: una pequeña elite, que será como dioses, y miles de millones de seres humanos corrientes que quedarían rezagados y perderán su poder económico y político. El peligro es que, sobre todo con el auge de la inteligencia artificial, haya millones de personas que queden fuera del mercado de trabajo y que vaya apareciendo una nueva clase, la de los «innecesarios». Otro peligro sería que, debido a la biotecnología, será posible traducir la desigualdad económica en biológica. En el pasado había bastantes diferencias entre ricos y pobres pero eran sólo de carácter social y político. Sin embargo, dentro de 50 años, la humanidad puede que quede dividida en diferentes castas biológicas, de modo que las capacidades físicas y mentales de las clases más altas sean muy superiores a las de las bajas, y cuando empiece a abrirse esa brecha será imposible cerrarla porque los desfavorecidos no podrán competir con los acomodados.
–Entonces, ¿el mundo del siglo XXI comporta el fin de la democracia liberal al que hemos aspirado?
–Ése es uno de los peligros, pero no es una certeza. Hay que dejar claro que la tecnología nunca es determinista. La misma se puede utilizar para crear sociedades muy diferentes. En el siglo XX, la electricidad o la máquina de vapor se usaron para crear democracias liberales pero también regímenes fascistas o dictaduras comunistas. Del mismo modo, en el XXI existe el peligro de que las nuevas tecnologías desemboquen en sociedades extremadamente desiguales y en la desaparición de la democracia liberal, pero tampoco es una certeza.
–Así, ¿esa capacidad divina que ha adquirido el hombre nos acerca o nos aleja de la felicidad?
–La humanidad ha ido adquiriendo poder, pero eso no se traduce en felicidad. Por eso somos mil veces más fuertes que en la edad de piedra pero no mucho más felices que quienes vivían hace 30.000 años. Cuando miramos hacia el futuro, el peligro está en que seamos aún más poderosos pero sigamos estando insatisfechos, que seamos dioses insatisfechos.
–En este contexto, ¿qué papel juegan las religiones, los mitos o ficciones como método para agrupar y movilizar a la gente?
–Serán bastante más importantes que antes. Seguimos necesitando ficciones para unir a las personas y construir sistemas sociales y económicos y, a medida que la humanidad sea cada vez más poderosa, las mitologías y ficciones lo serán aún más. Si en el pasado la religión había prometido a la humanidad que sería inmortal tras la muerte, ahora la gente empieza a soñar ya con ello en esta misma vida. En lugares como Silicon Valley ya es el principal tema de conversación y cada vez hay más científicos y empresarios que están hablando seriamente sobre intentar conseguir la inmortalidad y afirman que la muerte no es la consecuencia de una decisión divina, sino una consecuencia de problemas técnicos, y todo problema técnico tienen alguna solución técnica. Aunque mi impresión es que esto podría conseguirse dentro de cien años, no antes.
–Habla del «Dataismo» como un fenómeno asociado al Homo Deus que condicionará nuestro futuro. ¿En qué consiste?
–Es la idea de que si tenemos la suficiente cantidad de datos biométricos y de potencia informática, habrá una algoritmo externo que será capaz de entenderme a mí mejor de lo que me entiendo yo. Y una vez lo tengamos la autoridad pasará de manos de las personas a los de este algoritmo y las decisiones más importantes, tanto en la vida personal como a nivel colectivo, las acabará tomando éste, no el ser humano, algo que ya está comenzando a suceder, por ejemplo en el campo médico. ¿Dónde vivir? ¿Qué estudiar? ¿Con quién casarse? serán preguntas que podrán resolver estos guarismos.
«Homo Deus»
Yuval Noah Harari
DEBATE
496 páginas,
22,70 euros