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Historia de las mujeres a las que les robaron el nombre, por Ángeles Caso

La autora recoge en «Las desheredadas» a las pintoras, escultoras, escritoras o intelectuales que fueron clave en los siglos XVIII y XIX

Ángeles Caso, escritora @Gonzalo Pérez Mata
Ángeles Caso, escritora @Gonzalo Pérez Mata Gonzalo Pérez Mata Fotógrafos

Este verano, Ángeles Caso ayudaba a su sobrina nieta a hacer los deberes. Un libro « decía que el viaje de Cristóbal Colón lo pagó el Rey. ¿A la única mujer que se le ha respetado siempre, Isabel la Católica, también la van a borrar?», continúa Caso, «Santa Teresa también ha desaparecido de los cursos de Bachiller. Eso no puede ser». El borrado de las mujeres no solo es histórico, es actual. Defiende la autora, cuyos ensayos son considerados ya clásicos de la historiografía de género, que la enseñanza es fundamental para no difuminar a más mujeres de la memoria. «Me preocupa mucho que en la educación vayamos tan despacio, muy detrás de lo que deberíamos ir. Arreglar eso es muy importante, porque puede ser una gran aportación a la igualdad. Si a las niñas les damos referentes, y a los niños les explicamos que ellas han sido tan valiosas como ellos en la construcción de la humanidad, muchos de los estereotipos, de los prejuicios, de las actitudes machistas, las vamos a contrarrestar desde la infancia», explica Caso. Eso, afirma, debe ser un trabajo de consenso «desde el Ministerio hasta la maestra y los padres». Pero también, por qué no, de la literatura. Recupera a esas mujeres guerreras, fundamentales, luchadoras y cruciales, en «Las desheredadas» (Lumen), volumen centrado en los siglos XVIII y XIX.

Durante los 18 años que han pasado desde que publicó «Las olvidadas», Ángeles Caso ha notado «un cambio de discurso de la sociedad, para bien. Ya hay mucha gente investigando y redescubriendo a mujeres, reconstruyendo la historia de la mitad de la población que nos habían ocultado hasta ahora». No obstante, subraya que en buena medida ese relato histórico «sigue siendo androcéntrico, protagonizado por hombres casi exclusivamente y con las mujeres como una masa amorfa, tanto las excepcionales como las comunes».

De izda. a dcha., Anne, Emily y Charlotte Brontë, en uno de los cuadros pintados por Branwell
De izda. a dcha., Anne, Emily y Charlotte Brontë, en uno de los cuadros pintados por Branwelllarazon

Altibajos y trampas

Escoge la escritora dos épocas interesantes, que demuestran la alta capacidad de lucha y resistencia femeninas, así como los altibajos sufridos. El XVIII fue el siglo de la Ilustración, «y en los países europeos hubo mujeres muy relevantes de las que nos hemos olvidado. Fue una época en la que lo femenino gozaba de prestigio, donde a las mujeres de las clases privilegiadas se las respetaba intelectualmente», analiza la escritora. Pero todo esto cambió, pues «no ha sido un camino siempre hacia adelante, ha habido muchos momentos de vuelta atrás y trampas muy peligrosas». Uno de esos engaños fue nada menos que la Revolución Francesa:: «En ella participó el primer movimiento feminista organizado –continúa Caso–, pero les tendieron una trampa terrible. A partir de ahí se construye la sociedad burguesa, que es la que domina ya el siglo XIX y XX y mucho más patriarcal que la anterior». La revolución de la libertad y la fraternidad, por tanto, «hundió a buena parte de las mujeres en la inexistencia, en vapores y gasas, en peinados y languidez femenina. Las convirtió en auténticas incapacitadas».

Emilia Pardo Bazán en una instanténea de época
Emilia Pardo Bazán en una instanténea de épocaServicio Ilustrado (Automático)RAG

Esa fuerza que nos arrebataron en el XIX, no obstante, «la vamos recuperando», alienta Caso. Y nos sobreponemos solo cuando respetamos a nuestras voces interiores, alejándonos de lo tóxico ajeno, tal y como hizo Emilia Pardo Bazán. «La adoro como escritora, intelectual y mujer. Probablemente fue la primera persona en España que utilizó la palabra feminismo, y se proclamó como radical, siendo conservadora en lo político y católica. Tomó en su mano la defensa del género, y se encontró con la oposición y la enemistad de los hombres de la literatura de la época. Clarín, por ejemplo, que yo adoro como escritor, o Juan Valera, le ponían verde». También, apunta Caso, la escultora francesa Camille Claudel «pagó un precio muy alto. Vivió 30 años encerrada en un manicomio, porque se había saltado las normas de la decencia y de lo conveniente». Así como las hermanas Brontë o Jane Austen velaban por su talento, a pesar de hacerlo a escondidas: todas escribieron desde el silencio, de forma anónima o con seduónimos masculinos. «Fíjate», señala Caso, «el valor que tenían, la capacidad de escucharse a sí mismas y respetarse. Si yo soy escritora, ¿cómo me van a tapar la boca?». En este sentido, y de la mano de este nuevo ensayo, la autora anima, a mujeres y a hombres, «por que no me interesa el feminismo de exclusión», a no seguir pensando «que procedemos de mujeres ineptas. Tenemos que sentirnos orgullosas de quienes procedemos, herederas de esa autoestima».

¿Y SI PICASSO HUBIESE SIDO MUJER?

Preguntaba Linda Nochlin qué hubiese pasado si Picasso hubiese sido niña. «Probablemente le habrían hecho menos caso, le habrían dicho que las niñas no se dedican a la pintura. Que aprendiera a coser», reflexiona Ángeles Caso. Hubo pintoras tan relevantes como el malagueño, pero apenas cuelgan en los museos. «Les robaron obras, ocultaron sus nombres. Ahora, estamos volviendo a sacarlas de ese pozo de olvido. Porque estuvieron ahí, y fueron muy relevantes», apunta.