Opinión
Juan Beltrán: una voz poética pegada a la vida
"Me ha congratulado mucho leer 'Invierno y silencio', en la editorial Círculo Rojo, de un compañero de La Razón, excelente periodista, mejor persona y, no sabía yo, que un eximio poeta"
No está de moda la poesía. Nuestra sociedad decadente va por otros caminos: muchas redes sociales, mucho “influencer” que apenas sabe de la vida lo básico, mucha crispación, un “carpe diem” poco juicioso y de barato disfrute, y una sensación, en palabras del poeta vivo más grande en nuestra lengua, Luis Alberto de Cuenca, un tremendo “descensus aliferos” inédito que no sabemos adónde nos va a llevar.
Perdonen mi pesimismo, mi tristeza o mi realismo, aplíquenme lo que prefieran. Dentro de este panorama, me ha congratulado mucho leer “Invierno y silencio”, en la editorial Círculo Rojo, de un compañero de La Razón, excelente periodista, mejor persona y, no sabía yo, que un eximio poeta, con una voz personalísima y con una visión de la existencia que emociona, encoge el alma, dado que desnuda su “yo” real y su “yo” poético con toda crudeza y sinceridad, que le deja a merced de sus lectores, pues nada humano le es ajeno y lo canta con sencillez, pero sin paliativos que calmen su dolor.
Estamos ante una poesía de una hechura lingüística excelente y de un contenido sobrecogedor, que nos muestra una impecable finura poética. Muy dura en muchos casos, pues -a mi juicio- se trata de una visión de la vida con descarnado realismo y con un prisma cuya tristeza lo deviene en descorazonador. Poco tributo a la falsa esperanza y al optimismo. Una visión profunda, muy profunda, de los aspectos esenciales de la existencia con ese punto de amargura que lo posee, a pesar de que la vida sigue ahí, a su lado, a su frente o a su espalda, de la que ni quiere ni puede escapar.
El título ya es de por sí toda una declaración de intenciones. No es poeta para superficiales. Su tristeza poética ha conectado fuertemente con mi desolación prosaica.