Letras

Juan Grijalbo, el legado de un panhispanista

Se deposita en la Caja de las Letras del Cervantes objetos que rinden homenaje a la vida y obra de un editor que estableció puentes y diálogo entre España y América Latina

Poppy Grijalbo, hija del editor Juan Grijalbo, quien descubrió «El Padrino» y lo tradujo al español
Poppy Grijalbo, hija del editor Juan Grijalbo, quien descubrió «El Padrino» y lo tradujo al españolInstituto Cervantes

Cultura y memoria van de la mano. En esto, ligado al ámbito español, juega un papel clave Juan Grijalbo (1911-2002). El editor es historia de nuestras letras, y su trayectoria profesional es, en palabras de Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, «una forma abierta y generosa de entender la cultura». El editor, considerado a sí mismo tan mexicano como español –nació y murió en Cataluña, pero vivió en México, donde fue exiliado–, fundó la editorial Grijalbo en 1962, en Barcelona, la cual «enraizó por toda América. Hoy utilizamos la palabra ‘‘panhispanismo’’ para hablar de la hermandad de nuestro idioma en el mundo. Formamos parte de una comunidad, y eso nos hace más fuertes», explica García Montero. Es esta conexión transatlántica el principal legado que ayer recibía el Instituto.

La vida y obra de Grijalbo, «historia de la edición en España», apuntaba el director, se introdujo ayer en la número 1211 de la Caja de las Letras. El legado fue variado: diez libros emblemáticos y representativos de su labor editorial, así como dos dibujos, condecoraciones y varios objetos personales. Fue su hija, Poppy Grijalbo, acompañada por el periodista Víctor Fernández, quienes se encargaron de ofrecer estos objetos, elegidos a consciencia para «recorrer y comprender mejor la figura de un editor y visionario de la imaginación, la fantasía y la cultura», perfila su hija.

«No hay nada en común entre Vito Corleone y Astérix, entre Lorca y Freud. Pero sí hay un hilo que los une: Grijalbo los editó, los llevó a imprenta y los difundió por todos los países de habla hispana. Dio a conocer vidas escritas», resume Fernández, destacando la habilidad del editor «al crear diálogos y puentes gracias a su sello, algo tan necesario que parece hasta utópico». Esto se refleja en el legado depositado, que ha sido presentado cronológicamente: el primero ha sido «Libro España» (1940), de Martín Echevarría, obra «que presenta el inicio de la modernización de los volúmenes de geografía hasta como los conocemos hoy día», ha detallado Poppy Grijalbo. También se ha depositado el «Diccionario Enciclopédico», una obra de la que el editor estaba seguro «de que perduraría en el tiempo. Dijo que era una obra esencial para los jóvenes y los que buscan saciar su necesidad de saber», añade.

El legado de Juan Grijalbo para el Instituto Cervantes
El legado de Juan Grijalbo para el Instituto CervantesInstituto Cervantes

Destaca en el depósito una edición de 1972 de «El Padrino», de Mario Puzo, obra que Grijalbo descubrió y editó por primera vez en español. Por otro lado, explica su hija que «desafió a las convenciones del franquismo» a partir de la palabra, y lo hizo publicando el primer libro sobre educación sexual en España, del cual también se ofrece un tomo de 1975: «¿De dónde venimos?», de Peter Mayle. Y «volvió a causar revuelo con una obra audaz, pero que impulsó la apertura de España. ‘‘Lolita’’, de Nabokov», añade.

Indispensables

También entraron en la cámara cultural acorazada curiosos dibujos, como es uno original de Francisco Ibáñez realizado para el extra de Navidad de la revista «Guay», fundada por el sello Grijalbo, y otro titulado «Don Juan y su desfile de éxitos»: en él se aprecian las grandes aportaciones del editor a la literatura en español, pues aparece retratado con un séquito de personajes sacados de sus libros, como el de Mario Puzo o el Che Guevara, entre otros. Además, se incorporaron objetos personales y guiños a sus dos ciudades de acogida, Barcelona y México D.F. Por una parte, sendos reconocimientos a su profesión, como el Premio Nacional Juan Pablos al Mérito Editorial (1989) y la Gran Cruz de Isabel la Católica (2002). Finalmente, como elementos que describen su físico y carácter, se legó un pañuelo rojo de seda que siempre llevaba en el bolsillo de la chaqueta, y «sus indispensables cortapuros», concluyó.