El libro de cabecera

Santiago Velázquez: “La cancelación de la cultura rusa es una caza de brujas”

Publica “Escribir en la nieve”, un volumen que recoge la semblanza de veinte grandes maestros de la literatura rusa

Manuscrito de "Anna Karenina", una de las obras cumbres de la literatura universal y una de las grandes novelas de Tolstói
Manuscrito de "Anna Karenina", una de las obras cumbres de la literatura universal y una de las grandes novelas de TolstóiDreamstimeLa Razón

La semblanza breve, decir, coger a un personaje y glosarlo en un brochazo febril descartando el dato sobrante es un arte espinoso que no todos resuelven de manera acertada. Santiago Velázquez se ha adentrado con éxito en este terreno, donde por cierto ya triunfaron Francisco Umbral y Javier Marías. Él tienta el género con los grandes escritores rusos. Escribir en la nieve es una recopilación de biografías de Dostoievski, Tolstói, Pasternak, Nabokov, Grossman, Mandelstam, Tsvietáieva, Platónov y Solzhenitsyn, entre otras. Y lo hace cuando algunos piensan en cancelar la cultura rusa y la lectura de largo aliento (o sea, de libros con más de 200 páginas) decae entre los lectores jóvenes.

−¿Putin daña a la cultura rusa?

−Como en otros asuntos, también lo está haciendo con la cultura. Durante los últimos meses, después de empezar la invasión de Ucrania, he escuchado a algunos preguntarse hasta qué punto debemos cancelar a los rusos, no solo escritores, sino también músicos, instituciones, festivales... He leído si era oportuno leer a Tolstói porque eso podía favorecer a Moscú con ingresos... El museo ruso de Málaga recibe apoyos del Gobierno, aunque se ha cerrado y alberga pinturas espectaculares, dignas de ver. Una cosa son las tropelías de Putin, que nadie en su sano juicio respalda, ni si quiera los artistas rusos, y otra, lo que está pasando.

−¿Es un error su cancelación?

−Sí. Estoy seguro que los creadores rusos están viviendo una situación muy difícil y que no tienen margen para salir del país, de ponerse en contra o protestar. Otra cosa es que algún artista esté magnificando a Putin, como pasó en la Alemania nazi o con Stalin. Eso no lo he visto. Pero la cancelación de la cultura rusa me parece más una caza de brujas que otra cosa.

−Y una torpeza.

−No solo eso, sino que de alguna manera es también una injusticia ética y estética, sobre todo, con los autores del pasado. Es que no son solo rusos, sino que pertenecen al acervo cultural universal. Los hay georgianos, ucranianos, polacos... lo importante es la lengua, el idioma en el que escribieron y con el que llevaron a la literatura a una altura sin parangón, y, luego, defenestrarlos...

−El arte paga por la política.

−Estamos hablando de una ocupación militar muy cruel en Ucrania, pero no hay que confundir un tema político de un tipo como Putin, que quiere construir un imperio ruso parecido al de los bolcheviques o los zares, con la cultura. Hubo una petición «online» de la industria mundial del cine para boicotear el cine ruso. Pero, ¿nadie se ha parado a pensar que esos directores y actores no tienen otra escapatoria? No creo que todos apoyen en bloque a Putin. Hay que tener en cuenta que internet no llega a toda Rusia, hay manipulación y propaganda. Nos estamos equivocando.

−Muchos de los autores de los que escribe tuvieron vidas tremendas.

−De los veinte que recojo, ninguno disfrutó de una sosegada, desde Pushkin y Lérmontov hasta Dostoievski, que se libró milagrosamente de ser fusilado. Muchos sufrieron el aplastamiento bolchevique, otros fueron confinados. Ajmátova era perseguida y represaliada; Pasternak tuvo que renunciar al Nobel porque si perdía la ayuda de la Asociación de Escritores Bolcheviques se quedaba en la miseria; y Mandelstam fue defenestrado al escribir un poema contra Stalin y perdió la vida por trece versos.

−Y está Solzhenitsyn...

−Me gusta particularmente este escritor. Lo pasó muy mal. Tuvo que repartir entre amigos fieles y su secretaria, que le adoraba, «Archipiélago gulag», su obra cumbre. Salió del país a través de una rocambolesca concatenación de gente que lo ayudó. Pocas personas soportaron tanto horror psicológico. Todos estos autores tenían una gran altura moral e intelectual. Solo hay que mirar cómo lucharon por la libertad en una situación que les podía costar la vida. Hablamos de ciudadanos que se jugaban el pellejo por publicar un libro. Esto nos parece peregrino, pero ha sucedido hasta hace poco.

−¿Criticarían al Kremlin hoy?

−El intelectual honesto y honrado, como eran estos autores, plantaría cara. Escribirían en contra, si no en sus novelas, sí en sus artículos, desde luego. Esta gente era beligerante, se enfrentaba al poder, y lo habrían hecho hoy.

−Cada vez se leen libros más cortos. ¿Cómo será el futuro de estos autores y otros tantos?

−Siempre habrá un reducto de lectores que lea la gran literatura. Aunque tienen una leyenda de obras difíciles, estas no lo son. No hace falta ser un Nobel para leer a Tolstói. Se mantendrá. Dicho esto, la literatura hoy tiene rivales poderosos, lo que se observa en los niños. Si les pones un libro al lado de una tablet, olvídate del primero. Es importante explicar y divulgar que la literatura no es tan dura como algunos pueden pensar.

  • Escribir en la nieve (Caligrama), de Santiago Velázquez, 368 páginas, 18,95 euros.

SIN CRIMEN, PERO CON CASTIGO

Estas semblanzas de escritores rusos es un recorrido también por la historia de ese país y las penurias que han sufrido sus intelectuales
Por Toni Montesinos
Son sobradamente conocidos, y sus biografías están por doquier, pero siempre resulta interesante volver a los autores rusos que se distinguen tanto por sus obras literarias como por sus relaciones con el entorno social y político. Esto último es preponderante si hablamos de Rusia o de la URSS, pues sitúa al escritor frente al poder político, que le vigila y castiga si no se adapta a las normas de lo que se ha de decir en pos del bien general que dictan los gobernantes. «Mi patria, Rusia, es un campo de pruebas donde la historia realiza sus experimentos sociales, y donde además no se tiene en cuenta el destino de cada uno de los hombres aislados», dijo el ucraniano Izraíl Métter. Ciertamente, no es otra la conclusión que cualquier lector puede extraer después de revisar la relación entre el poder, el ciudadano y sus derechos en el campo del arte en ese país. Buena prueba de lo que apuntamos es este trabajo de Santiago Velázquez (Madrid, 1977), autor de novelas y libros de cuentos, aparte de otra recopilación de biografías de autores universales titulada «Soñaré en tus manos» (2018), que ofrece ahora semblanzas biográficas de literatos rusos, desde Pushkin hasta Solzhenitsyn. El libro cuenta con un prólogo de Juan Bonilla, quien destaca que esta galería de retratos funciona como una serie de auténticos relatos. Y es que todos darían para cualquier argumento novelesco, desde luego. Dostoievski padeció lo indecible en la cárcel y lo llevaron frente a un pelotón de fusilamiento, Pushkin se batió en duelo, Tolstói abandonó su hogar y murió, octogenario, en una estación de tren, Maiakovski y Tsvietáieva se suicidaron, a Pasternak lo acosaron hasta el extremo de que rechazara el Premio Nobel de Literatura que se le había concedido... Son todos episodios de un inmenso dolor personal, marcados muchas veces por el estalinismo, acerca también de Bulgákov, Grossman, Lérmontov, Goncharov, Gorki, Turguénev, Mandelstam o Platónov. A lo cual se añade la trayectoria de alguno que pudo exiliarse, como en el conocido caso de Nabokov o de Chéjov, que sufrió una salud quebradiza a lo largo de toda su vida que le llevó de una manera prematura a la muerte.