EGOS
El día que Francisco Umbral le quitó cinco años a Lola Flores
Zut ediciones recupera la biografía que el periodista y escritor publicó hace medio siglo sobre la Faraona en la que la coloca entre el mito sexual de la Petenera y Bernarda Alba
En la extensísima bibliografía de Francisco Umbral encontramos una serie de libros dedicados a algunos de los nombres que el escritor admiraba, como Larra, Valle-Inclán, Lorca o Ramón. Todos ellos, como es evidente, tienen un marcado acento literario. Pero hay en el casi un centenar de libros temáticos de Umbral una rareza que lleva medio siglo desclasificada. Se trata de una aproximación singular y diferente al mundo musical, folclórico y personal de aquella que fue conocida como «La Faraona». A mediados del mes de junio y bajo el cuidado de Juan Bonilla, la editorial Zut publica «Lola Flores. Sociología de la petenera», un título del escritor vallisoletano que vio la luz hace medio siglo.
El libro apareció originalmente en 1971 en la editorial Dopesa donde Umbral colaboraba en una colección titulada Nuestros Contemporáneos. Era un libro de encargo, pero no por eso el autor de «Mortal y rosa» dejaba a un lado su particular estilo, esa prosa sorprendente que sigue ganando lectores adeptos todavía hoy. Tal vez este título ha quedado injustamente desdibujado, pero contiene mucho y bueno del mejor Francisco Umbral. No nos encontramos ante una biografía propiamente dicha, pese a que así se vendió en su momento, sino ante una aproximación a la mujer más allá del mito, buscando la vertiente humana, pero sin olvidar la parte artística. En su momento los libros de la colección de Dopesa iban acompañados de un abundante material gráfico. Cincuenta años más tarde es solamente la palabra del novelista, ensayista y articulista la que viste a Lola Flores.
«Lola Flores. Sociología de la petenera» es el retrato de una fascinación porque Umbral en ningún momento ocultó que se sentía atraído por todo el fenómeno que representaba la gran folclórica. Todo ello quedaba relanzado en este trabajo con unos versos de Pemán a la manera de definición lírica del momento: «Torbellino de colores:/ no hay en el mundo una flor/ que el viento mueva mejor/ que se mueve Lola Flores». En este sentido, Umbral inicia su libro añadiendo que «Lola Flores ha sido requebrada por santificados valores tradicionales de nuestras letras –Pemán, García Sanchiz– y efigiada por pintores de nombres tan dispares como Jean Negulesco y Martínez de León. «Torbellino de colores», la llama don José María Pemán, su casi paisano. «Lola Torbellino», se ha dicho de ella, abundando en esto. «No hay en el mundo una flor/que el viento mueva mejor/que se mueve Lola Flores». Pese a la apariencia de facilidad, de ligereza, que puedan dar estos versos, hay en ellos un prurito de exactitud. Pemán dice que no hay ninguna flor que se mueva mejor que Lola Flores. Habla de «moverse», no de bailar”.
Francisco Umbral indaga, a su manera, sobre el personaje. En este sentido, por ejemplo, intenta aclarar un aspecto tan polémico como es la fecha de nacimiento de la estrella. Para el escritor no hay dudas: 21 de enero de 1928 (fue en el 23) El biógrafo sigue los pasos de la artista niña bailando en el barrio jerezano de San Miguel hasta el momento en el que firma el contrato que le cambiará la vida con Cesáreo González en el Museo de Bebidas de Perico Chicote. «Hay foto histórica del acto en el Museo, donde aparecen un Chicote casi joven vestido como un diplomático y un Cesáreo González con una melena, ya blanca, que nunca confundiríamos con la de Rafael Alberti ni con la de Adriano del Valle, que eran las tres melenas blancas que se movían en el cielo de nuestra adolescencia. Lola lleva vestido con una hombrera sí y otra no, raya al medio, pendientes largos, pulseras, dijes y sortijas que son quizá el comienzo de su larga colección de alhajas. Más tarde confesará repetidamente su devoción por las joyas».
Sus cien viudos
Lola Flores es, para el autor de «La leyenda del césar visionario», la encarnación de la petenera, un mito de un andalucismo de bata de cola y guitarra que puede pasar por «un García Lorca malentendido y un Romero de Torres entendido demasiado bien pueden fraguar el mito de una Petenera, de la Petenera nacional» Es también la encarnación andaluza de doña Juana. «Son los muslos de la Petenera cuando la Petenera muere, en García Lorca, caracolean las cien jacas negras de sus cien viudos. Lola Flores, artista, ha encarnado literariamente, sociológicamente, estéticamente, folclóricamente, el mito de Petenera, la imposible mujer don Juan que el español espera por los siglos de los siglos”.
Umbral también bucea en su libro en Lola Flores como mujer doméstica que afirma que «sabe planchar muy bien un traje de caballero». Por eso, no vacila en decir que como artista ha sido la petenera por excelencia, pero como mujer ella es Bernarda Alba, pero también tiene la mano de doña Perfecta.
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