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Antony Beevor: “Putin nos ha abierto los ojos, y nos hacía mucha falta”

Publica “Rusia”, donde analiza los acontecimientos producidos entre 1917 y 1921 en este país, que fueron los más influyentes del siglo XX
Gonzalo Pérez

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El terror es atemporal. Un arma cobarde y letal que viene marcando los pasos de la historia mundial. No conoceríamos el mundo tal y como lo vivimos sin estas dinámicas de horror, que movilizan ejércitos, que enfrentan a vecinos y familiares, que acaban con toda esperanza, y todo ello por buscar un ideal cuya existencia se promete, pero que finalmente rara vez se lleva a la práctica. Terror y engaño, dos aspectos que suelen ir de la mano, y que funcionaron como hilo conductor en el acontecimiento más influyente del siglo XX. Episodio que Antony Beevor analiza de manera brillante en su nuevo ensayo: «Rusia. Revolución y Guerra Civil (1917-1921)» (Crítica). El historiador militar traza en estas páginas el carácter decisivo de aquellos años, desde el colapso del imperio zarista hasta el Ejército Rojo de Trotski, pasando por la dictadura comunista de Lenin. Un relato con ingente documentación, que permite trazar un lienzo sin precedentes sobre cómo el terror engendró más terror.
¿Qué buscaba desentrañar principalmente en este ensayo?
La Guerra Civil rusa produjo la división original entre izquierda y derecha, y entre comunismo y fascismo. Condujo a la Segunda Guerra Mundial y a la Guerra Civil española. Fue una cadena de eventos que generaron los terrores del siglo XX, y hoy en día vivimos con sus consecuencias. Este libro es muy diferente a los demás porque no se centra en el desarrollo de la ideología comunista , sino que ofrece una verdadera imagen de lo que fue vivirlo. La destrucción desmedida y la crueldad tremebunda de aquella Guerra Civil rusa tuvo una influencia brutal en el mundo, hizo que las clases medias estuvieran aterrorizadas, especialmente en España. Cuando vemos el círculo vicioso de la retórica de Largo Caballero, el Lenin español, amenazando con el genocidio de las clases medias, y luego a Calvo Sotelo amenazando con la eliminación de los partidos socialistas, entendemos cómo las palabras pueden matar.
¿Cree que Trotski, Lenin o Stalin sentaron los ideales del comunismo en el engaño con tal de alcanzar una dictadura? ¿Se fundamenta el comunismo en una gran mentira?
Sí, absolutamente. Obviamente, hubo gente idealista que apoyaba el comunismo, que tenía ideales fundados en algo muy bonito. Pero la realidad fue muy diferente. Las ideas de que todo iba a ser fraternal, que iban a terminar con el hambre, que iban a encontrar una nueva forma de libertad, no llegaron a buen puerto. Hay que fijarse en la advertencia de Gorki. Era gran amigo de Lenin, pero le definía como un embaucador. Gorki sabía más de los pobres en Rusia que cualquiera, y habló claramente sobre cómo el plan bolchevique iba a conllevar el caos total, la destrucción, una violencia aterradora, un salvajismo asiático.
Si Rusia ha estado generalmente vinculada a Europa,¿fue la Revolución Rusa la culpable de que se despegara?
La relación entre Rusia y Europa siempre ha sido muy complicada. El gran héroe de Putin es Pedro el Grande. Siempre le ha admirado, tiene una obsesión mucho más grande con los zares que con la Unión Soviética. Solo hay que ver el palacio en el Mar Negro, cargado de águilas bicéfalas, o el Kremlin, que no tiene estatuas ni símbolos de la URSS. La división de Rusia con Europa se remonta a Iván el Terrible, incluso antes. Cuando hablamos, por ejemplo, de la guerra en Ucrania, se plantea un debate sobre por qué las tropas rusas son tan brutales. Uno no debe generalizar, pero siempre hay elementos que provienen de una narrativa nacional, y debemos remontarnos a las invasiones de los mongoles en el siglo XIII y a la idea de que Rusia era constantemente atacada. Es debido a los combates de ese periodo que la crueldad está vista como un arma básica de la guerra, ya sea el saqueo, las violaciones o la destrucción masiva. Y esto ha perdurado durante siglos. Estos horrores también vienen de lo mal que se trata a los propios soldados por parte de las autoridades. Recuerdo estremecerme al oír, a principios de los 90, que hasta 5.000 reclutas se suicidaban al año. Ahora estamos viendo revueltas, soldados que cambian de bando. Una vez más, una brutalidad desmedida. Putin está intentando compensarlo, pero es chocante la brutalidad de los invasores, y Ucrania se está defendiendo a ultranza.
¿Qué mantiene a las tropas rusas en batalla? ¿Es la resistencia de Kiev una muestra de que el ejército ruso no es tan potente?
Hay que recordar que el gobierno está teniendo mucho cuidado y está intentando no enviar tropas de Moscú o de San Petersburgo. Muchas vienen del Asia central, y están reaccionando fuerte, porque hay una tasa de desempleo muy alta en esas regiones y están siendo tentados. El problema es que ahora están siendo conscientes de que están siendo utilizados como anzuelos, y esto ha hecho mucha mella en la propaganda del Kremlin. Están atravesando problemas de reclutamiento, y ahora ofrecen ciertas amnistías a prisioneros para que se unan. Por otro lado, está la batalla real, que se va a dar según la munición. Los rusos se están quedando sin ella, y los ucranianos más. Occidente está tratando de suministrar todo lo que puede, pero nadie se esperaba una guerra europea de esta intensidad. Lo que los ucranianos necesitan realmente son unos sistemas de cohetes múltiples, porque si empiezan a atacar las reservas de munición rusas se verán en un lugar mucho más seguro. Eso es lo que creo que veremos en el desarrollo militar de las siguientes semanas.
¿Hay riesgo real de Tercera Guerra Mundial?
Sí, pero es imposible saber su magnitud. La sorpresa forma parte de la naturaleza de Putin, por su obsesión con las artes marciales, que consisten en intentar sorprender al adversario. Pero no creo que nos sorprenda tanto como a principios de año. Al igual que en los años 30, cuando nadie podía creer que alguien pudiera estar tan loco para iniciar una Segunda Guerra Mundial tras sufrir la Primera, en los últimos años no podíamos imaginar que alguien fuera tan estúpido como para querer tener otra guerra en Europa. Pero debimos haber imaginado que Putin era perfectamente capaz.
¿Ha acabado Putin con EE UU como gran potencia?
No, creo que los EE UU están atravesando un periodo de autodestrucción, entre la poralización de la derecha y la izquierda, el trumpismo y el liberalismo extremo. Puede que Putin haya hecho un favor a Occidente al haber generado una alarma sobre los peligros del autoritarismo. Nos ha abierto los ojos, y nos hacía mucha falta. Son muy realistas la recesión global y las hambrunas que se van a producir.
Históricamente, las democracias siempre consiguen seguir adelante. ¿Regímenes tan cerrados como los de China, Rusia o Corea terminarán cayendo?
Las democracias han tendido a ganar las guerras porque tienen mayor flexibilidad y, por tanto, un mejor potencial de manufacturación que las dictaduras. Pero las guerras han cambiado, son más concentradas y rápidas. El peligro para las guerras futuras son los sistemas de armas automatizados. En una dictadura los puedes tener de forma que simplemente asesinan y se toman decisiones al instante. Pero llevar el control de los drones a los gobernadores aumenta el tiempo de decisión, y genera una desventaja tremenda. Así que me temo que es una gran virtud para las dictaduras deshacerse de la moralidad, de si se matan a civiles o no, y simplemente apretar el botón para que estos sistemas disparen.
En el afán de Putin de recuperar la Gran Rusia, se le ha comparado con Stalin, ¿por qué no con Catalina la Grande o, incluso, con la locura de Hitler que ha mencionado?
Hay que tener mucha cautela a la hora de hacer comparaciones históricas, porque pueden ser peligrosas. Sobre todo con alguien como Putin, que ha distorsionado la historia de todas las maneras posibles. Putin solo se ve a sí mismo en comparación con Stalin en un aspecto: en su obsesión con 1945, la gran victoria del Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial. Para él fue un momento importantísimo, pero apenas habla de Stalin, exceptuando cuando habla internamente del sistema de educación y de justificar el liderazgo stalinista en ese periodo. Pero su interés real está con Pedro el Grande. Ese es su mundo ideal cuando habla de reagrupar el imperio ruso del pasado. Paradójicamente, sí que se parece mucho más a Hitler, intentando darle la vuelta a todo. Está retratando a Ucrania como una especie de extensión del nazismo, y en cierto modo esto cabe en su análisis histórico bizarro. Retrata a la OTAN como si fuera el Eje en la Segunda Guerra Mundial, y eso es absolutamente ridículo. Lo mejor y lo más seguro es evitar estos paralelismos históricos, sobre todo teniendo en cuenta cómo ha confundido la historia.
Las tres mentiras de Lenin que formaron la URSS
Tras la llegada de Lenin de su exilio, tenía intención de poner la sociedad literalmente patas arriba. «La debilidad del Gobierno Provisional y la falta de decisión respecto alas reformas agrarias generó una paralización y frustración en Rusia, que otorgó a Lenin la oportunidad de hacer tres promesas, que eran completamente falsas», explica Beevor, «prometió a los campesinos que asumirían el control de la tierra, cuando no tenía ninguna intención de permitirlo. También prometió a los trabajadores que llevarían las fábricas a través de los soviets, pero por supuesto los controlaría desde arriba. Y en tercer lugar prometió a los soldados la paz, cuando lo que estaba planeando era convertir lo que él llamaba la guerra imperialista en una guerra civil internacional. Y estas mentiras gratuitas fueron la base de la Unión Soviética. Y, desde entonces, hemos visto pocos ejemplos de verdad saliendo del Kremlin».