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La nueva matriarca de la saga “Millennium”: “Suecia nunca fue un país idílico, solo propaganda”

Karin Smirnoff se pone al frente del legado de Stieg Larsson con una séptima entrega ecológica y violenta. Además, sostiene que el autor pudo imaginar que las mujeres se plantaría y dirían "se acabó"
Karin Smirnoff recoge el testigo de Steig Larsson y David Lagercrantz
Karin Smirnoff recoge el testigo de Steig Larsson y David LagercrantzThron Ullberg

Madrid Creada:

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Karin Smirnoff (Suecia, 1964) es una mujer “de pocas palabras y carismática”, como la presenta su editora; es una mujer que se cansa rápido de hacer lo mismo durante muchos tiempo, asegura de sí misma. Sin embargo, hay algo que no ha dejado de practicar desde pequeña: escribir. “Es una parte fundamental de mi vida”. Lo hizo de joven, continuó mientras ejerció de periodista y todavía hoy sigue juntando palabras. “Toda la vida”. Solo un impás de diez años, durante su trabajo en una empresa maderera, la mantuvo dispersa con otros menesteres. “Acabé bastante harta”. Pero todo pasa y Smirnoff, ya con sus hijos independizados, se preguntó qué iba a ser de su vida, “algo muy habitual en mí”. Fue entonces cuando tomó la decisión de matricularse en un curso de escritura creativa para entregarse, ahora sí, a un “trabajo solitario”, apunta, como es el del escritor.
Paso al frente que no le fue mal, pues no tardó en llamar la atención de las editoriales y, de guinda, se acaba de convertir en la matriarca de una saga, de un imperio con más de 100 millones de copias vendidas, de Millennium. Smirnoff es quien firma Las garras del águila (Destino), séptimo título de la serie y libro que da continuidad a las páginas de Stieg Larsson, primero, y de David Lagercrantz, después. La autora se ha lanzado a los brazos de Lisbeth Salander interesada en explorar la violencia sistémica; no solo la ejercida sobre las mujeres, que también, sino todo ese poder desmedido que cae sobre los que no pueden defenderse, por ejemplo, el pueblo sami, importante en la nueva trama.
Pero la sueca, marcada por su infancia en el norte de su país, donde el clima lo condiciona todo, tenía otra obsesión en la mente: despojar a Salander de la etiqueta de “heroína”, “quería convertirla en un ser humano”. “Dentro de las percepciones subjetivas, hay características comunes: es una “hacker” solitaria y violenta. Pero yo quise hacer un personaje más adulto, convertirla en la antiheroína. Un proceso que requiere de tiempo y en el que la figura de Svala [la sobrina de la protagonista] me permitió conocer mejor a Lisbeth”. Es la fórmula que ha encontrado Smirnoff para “evolucionar” a la principal de la saga sin dejar de lado su parte más “irónica y alocada”, aunque en esta ocasión sea “menos solitaria y un poco más humana”.
Salander ahora es "menos solitaria y un poco más humana"
Salander se convirtió desde un principio en icono de la denuncia de los abusos cometidos contra las mujeres y así sigue siendo: “Han pasado muchas cosas desde que falleció Larsson y muchos han sido cambios positivos para las mujeres, con mayores niveles de igualdad salarial y de educación", señala una escritora que cree que se ha recorrido "un camino largo, aún nos falta un largo camino por recorrer". Y como la violencia contra las mujeres era uno de los temas principales que abordaba Larsson en sus novelas, Smirnoff piensa que el autor fallecido "en algún momento habría imaginado que las mujeres se reunirían y dirían: 'Hasta aquí hemos llegado, se acabó'".
La nueva tutora de la serie apuesta por que la eligieron como guardiana del legado por los “elementos de suspense” de sus novelas, “a pesar de que no escriba novela negra”, apuntilla; “y por ser del norte de Suecia”, ríe. Además, considera que el ser mujer aportará una “nueva perspectiva” a los libros.
Esa nueva mirada lleva a las librerías un argumento con múltiples intereses en juego, precisamente, en la tierra que mejor conocer Smirnoff: zonas apenas habitadas y ricas en recursos naturales son codiciadas por las multinacionales más poderosas bajo la excusa del ecologismo. La corrupción y el dinero fácil pronto atraen a los grupos criminales más peligrosos. Hacia allí se dirigen Salander y Mikael Blomkvist por diferentes motivos: los servicios sociales han informado a Salander de que su sobrina adolescente, Svala, necesita un tutor legal tras la desaparición de su madre, y el detective acude a la boda de su hija con uno de los políticos más influyentes de la región. El frío del norte se convertirá en el escenario en el que la pareja, junto a la “indomable” Svala se enfrentarán a una red de corrupción amparada en la explotación de energías renovables y combatirán la violencia contra las mujeres, en medio del ambiente político en el que asciende imparable la ultraderecha.
La denuncia ecologista se convierte en el final de los todos los caminos de Las garras del águila. “Un tema muy actual”, destaca Smirnoff: “Hay muchas empresas con alegatos ecologistas, pero detrás de todas esas buenas intenciones está la creación de nuevas minas y, como sociedad, tenemos que entender que hay un precio a pagar por todo ello. Generar una pequeña mina en Suecia supone destruir lagos, fuentes de agua potable, y expulsar a la población sami de sus tierras. Lo de los coches eléctricos es maravilloso, aunque se necesitan baterías y eso requiere abrir nuevas minas... Es un alto precio”.
Se detiene la autora en esa “hipocresía verde” en la que no es todo tan bonito como se presenta, “sobre todo, porque estas empresas trabajan con políticos, y estos se ponen la medalla de estar aportando negocios y dinero a la región”. Una concepción del norte de Suecia que, para Smirnoff, es errónea: “No es una zona pobre, es rica y tiene industria. Lo que ocurre es que se necesita mantener esa mentira para la creación de todos esos proyectos”. Se revuelve la escritora ante la realidad y dispara contra el estilo de vida que llevamos: “Solo se solucionará cuando dejemos de necesitar tanto”.
Karin Smirnoff remueve todo ese mundo que se oculta tras las sombras del ecologismo, convertido hoy en una industria que mueve mucho dinero. Tira de refranero y sentencia la situación: “Ya sabes lo que dicen, 'roba mucho y te harán rey, roba poco y te meterán en la cárcel'”, dice.
Millennium abre así los ojos ante una Suecia no tan idílica como nos contaron. Un país en el que “las mafias y la ultraderecha” se presentan como fuertes problemas de la realidad diaria, cuenta la escritora. “Es más fácil hacer el mal que el bien”. Deja claro que lo suyo es “ficción”, que no es “experta, aunque haya hecho un trabajo de investigación; Larsson sí era experto”, pero no oculta Smirnoff su preocupación por “la cantidad de gente que vive en la absoluta pobreza” y por “los niños que mueren semanalmente por culpa de las pandillas”. “La imagen de un país idílico ha cambiado. Nunca fue un país idílico, solo propaganda de políticos y embajadas, pero no responde a la realidad”.