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Por qué tienes que ver... “Stieg Larsson: El hombre que jugó con fuego”: un mundo en peligro de combustión

Es un ambicioso trabajo de investigación y reconstrucción del que Larsson estaría orgulloso
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Poco después de morir, Stieg Larsson revolucionó el panorama literario mundial. Tras su publicación póstuma, la saga «Millennium» –compuesta por «Los hombres que no amaban a las mujeres», «La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina» y «La reina en el palacio de las corrientes de aire»– se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en un best-seller y, con el tiempo, en referente ineludible del thriller nórdico moderno. En esta serie documental el director Henrik Georgsson nos analiza dicha obra en toda su dimensión y nos acerca al apasionante recorrido vital y profesional de la persona que la concibió.

Adictivo rompecabezas

Igual que el trabajo del propio Larsson –tanto la célebre trilogía como sus artículos periodísticos–, «El hombre que jugó con fuego» se construye a la manera de un adictivo rompecabezas, y sus piezas son tanto fotos y vídeos de archivo como fragmentos de entrevistas a personas cercanas al escritor sueco y clips que reproducen y dramatizan con actores profesionales algunos de los momentos clave de su vida. Es, pues, un ambicioso trabajo de investigación y reconstrucción, y una incansable búsqueda de la verdad de la que, a buen seguro, su objeto de estudio se sentiría orgulloso.

Artista y obra, inseparables

Cuando hablamos de Stieg Larsson, resulta del todo imposible separar al autor de su obra. Y, a lo largo de sus horas de metraje, la serie se dedica a establecer un diálogo entre las conocidas aventuras de Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander –personajes principales de «Millennium»– con la vida de su creador hasta el punto de invitarnos a poner a ambos personajes la etiqueta de «alter ego». Después de todo, las turbias intrigas protagonizadas por ellos fueron directamente inspiradas por una vida dedicada a combatir la cara más oscura de la sociedad sueca; la misoginia, el racismo y los tics totalitarios de los que nos habló «Millennium» son asuntos que Larsson pasó años investigando como periodista.

Historia

Pero los fantasmas que sobrevuelan Suecia son también los que atormentan a toda la Unión Europea, y al mundo entero. «El hombre que jugó con fuego» deja clara la importancia cultural de Larsson al retratarlo como una de las primeras personalidades que nos advirtieron de la llegada de la nueva ola de ultraderecha y populismo nacionalista que en los últimos tiempos ha puesto patas arriba los parlamentos del viejo continente. Por eso tiene sentido que, asimismo, la serie analice de forma incisiva y didáctica de dónde procede el auge de esas fuerzas y el peligro que supone para los fundamentos sobre los que se sustentan las sociedades democráticas y plurales modernas.

Olof Palme, caso abierto

Inevitablemente, buena parte del relato ahonda en la que fue una de las grandes obsesiones de Larsson: el asesinato del primer ministro sueco Olof Palme en febrero de 1986, mientras paseaba con su esposa, que convulsionó tanto a la sociedad de su país como al movimiento socialista internacional –en su seno, siempre se ha afirmado que el atentado estuvo motivado por razones políticas–; más de tres décadas después el caso sigue nadando en un mar de dudas e interrogantes, y mientras se sumerge en él «El hombre que jugó con fuego» funciona a la manera de un imponente thriller de espionaje, cuya eficacia se ve respaldada por la profunda sensación de terror que genera comprobar una vez más el empeño de la realidad en superar a la ficción.

Un último aviso

No está de más recordar que el asombroso éxito de «Millennium» llegó después de la repentina muerte de Larsson. Pero, decimos, el impacto comercial y cultural que sus libros tuvieron después de su muerte no es lo único que lo convierte en un autor adelantado a su tiempo; también su apasionada defensa de unos principios políticos que, quién lo habría imaginado, ahora se ven en peligro. Por eso, «El hombre que jugó con fuego» nos insta a estar atentos a la salud democrática de nuestro entorno y a no darla nunca por hecha, porque sus enemigos siempre querrán hacerla arder.

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