cultura
Los libros de la semana: Del asesino Ted Bundy a los crímenes de Dolores Redondo
Alice McDermott, por su parte, recupera en una novela el dolor de las mujeres vietnamitas durante la guerra de Vietnam
Dolores Redondo vuelve con un «mystic noir» que deja sin aliento
Regresa con una historia intensa y original que conserva todas las señales del estilo que le ha llevado al éxito
Por Ángeles LÓPEZ
««Las que no duermen NASH»», de Dolores Redondo ★★★★
En «Las que no duermen NASH», Dolores Redondo vuelve a demostrar su maestría narrativa, transportándonos a los misteriosos y simbólicos Valles Tranquilos, un escenario que, como en sus mejores obras, es mucho más que un telón de fondo. Con su característico «mystic noir», la autora entrelaza magistralmente el rigor de la investigación forense con las leyendas ancestrales y los horrores enterrados del pasado. La historia arranca con el hallazgo del cadáver de Andrea Dancur, una joven cuya desaparición conmocionó a todo el país y por cuyo asesinato otra mujer cumple condena. Pero la sima de Legarrea no guarda solo este secreto. Durante las labores de investigación, aparecerá el cuerpo de otra víctima, una mujer rodeada de misterio que no pertenece a las crónicas modernas sino a un pasado remoto y oscuro, vinculado a los abusos y tensiones de los primeros días de la Guerra Civil española. Este segundo hallazgo amplifica la dimensión de la novela, conectando lo íntimo con lo histórico y desdibujando aún más los límites entre el pasado y el presente, entre lo racional y lo místico.
Empático y científico
En el centro de la narrativa está Nash Elizondo, una psicóloga forense que no solo se convierte en la «psicóloga de las víctimas», sino también en una voz para quienes ya no pueden hablar. Su enfoque empático y científico la distingue de las figuras tradicionales de la novela negra, mientras lidia con los oscuros secretos de su propia biografía. Junto a ella, mujeres como Amaia Salazar y las fascinantes Mit-xelena, madre e hijas a cargo de una funeraria, añaden profundidad al relato, encarnando la sororidad y la fortaleza femenina que atraviesan toda la obra. El uso que Redondo hace del paisaje es sublime. La sima de Legarrea no solo es un lugar físico, sino un abismo simbólico donde convergen lo terrenal y lo espiritual, un espacio que guarda ecos de antiguos ritos y brutales injusticias. La historia de la segunda víctima, una mujer acusada de brujería y arrojada a la sima junto a sus hijos durante la Guerra Civil, añade una carga histórica y emocional que refuerza el tema central de la novela: el silencio impuesto sobre las mujeres a lo largo de los siglos.
Lo mejor: La propuesta de la autora, que intenta unir historias y tiempos distintos
Lo peor: En ciertos momentos, la densidad narrativa puede ralentizar el ritmo
Ted Bundy vuelve a andar suelto de nuevo
La escritora Jessica Knoll recupera a este asesino en serie en una trama protagonizada por mujeres que es buena, pero algo prolija
Por Lluís FERNÁNDEZ
Es usual que en las novelas que tratan de asesinos en serie reales centren la historia en la ciencia forense y la caza del asesino. La fascinación literaria por el asesino en serie ha ido en aumento a lo largo de las últimas décadas hasta convertirse en todo un subgénero en sí mismo. Un genio laborioso y malvado cuya misión en la vida es hacer del asesinato una truculenta instalación, similar a una obra de arte posmo.
No es este el caso de «Chicas brillantes». La novela de Jessica Knoll desplaza el foco de la figura siniestra de uno de los más conocidos asesinos en serie norteamericanos, Ted Bundy, para centrarlo en las víctimas y en dos mujeres unidas en la adversidad para realizar el trabajo de investigación que la policía fue incapaz de hacer por su ineptitud.
Realizados los elogios pertinentes, el problema de muchas novelas actuales, en especial «Chicas brillantes», es su parecido a una serie de las que suele emitir Netflix. Páginas y más de la vida centradas en el «contexto»: la vida de estas dos amigas, la organización de la sororidad universitaria y la vida de la multimillonaria y sus amores lésbicos ocupan el centro argumental, desconectado del usual thriller policiaco.
El asesino es un mero pretexto para escribir una novela protagonizada por chicas en la que se investiga de vez en cuando los asesinatos que cometió el famoso Ted Bundy, que dejó una treintena de jóvenes muertas en los turbulentos años 70.
Mente disociada
Pero, para Jessica Knoll es bastante más importante la sororidad que se produce entre estas dos mujeres y sus novias/os que, en realidad, chapotear en la mente disociada del asesino, que se dibuja en la trama casi como una sombra.
La tesis de Jessica Knoll es que este asesino buscaba unas chicas que fueran unas brillantes universitarias, debido, de manera especial, a su complejo de inferioridad intelectual ante ellas, y, también, arguye que la educación de la mujer hasta los años 70 la hacía mucho más proclive a mostrar empatía por este tipo de seductores. Era su brillantez intelectual lo que el asesino quería apagar: su fulgor.
Lo mejor: La autora sostiene que lo que atraía al asesino Ted Bundy era la brillantez de las chicas
Lo peor: La plaga del «contexto». Tantas páginas desconectadas de la trama
Las mujeres, el lado olvidado de la guerra de Vietnam
Alice McDermott recupera cómo vivían las vietnamitas durante los años del violento conflicto que asoló su país
Por Ángeles LÓPEZ
«Absolución» emerge como un fascinante viaje a los márgenes de la guerra de Vietnam, donde el drama no se desarrolla en los campos de batalla, sino en los salones y las reuniones de mujeres expatriadas. La obra se sitúa en el Saigón de 1963, en un contexto donde Tricia y Charlene, dos esposas estadounidenses, luchan por encontrar significado en un mundo que apenas entienden y que, a su vez, las subordina. En su impecable estilo narrativo, McDermott emplea la voz de una Tricia ya mayor, en un tono reflexivo y desgarrador, para exponer las contradicciones, sacrificios y dilemas éticos que moldearon su vida. Con sensibilidad, la autora explora las sutilezas de una «intervención benévola» que, al igual que la incursión militar estadounidense, termina revelando una mezcla de paternalismo y miopía. McDermott construye un microcosmos donde las mujeres, relegadas por sus esposos y la diplomacia, buscan propósito en actividades filantrópicas, como el proyecto «Saigón Barbie» de Charlene, símbolo de un exotismo que convierte la realidad local en entretenimiento.
Miseria y opulencia
La autora traza una aguda crítica al «complejo del salvador blanco» y cuestiona la frivolidad con la que los expatriados gestionan sus privilegios, en un espacio donde la miseria y la opulencia conviven. Bajo un telón de fondo de melancolía, McDermott envuelve al lector en un Saigón tan vibrante como distante, donde las mujeres locales son sombras chinescas en la vida de los protagonistas. Por ello es en el retrato psicológico de Charlene donde la novela despliega su complejidad: una mujer carismática y despiadada, cuywas motivaciones y moralidad permanecen ocultas. Ella se erigirá como la antítesis de Tricia, quien, con un profundo anhelo de maternidad y una constante sensación de inadecuación, lucha por comprender su identidad frente a las expectativas impuestas por su entorno. Una reflexión sobre la culpa y el perdón, sobre la lucha de «ellas» por hallar voz. McDermott, con su estilo elegante y reservado, ofrece una crítica potente sobre el papel de las mujeres en el conflicto, dejando al lector inmerso en una historia que resuena más allá de las páginas, como un eco de la historia no contada.
Lo mejor: Su exploración psicológica de las mujeres en un contexto de guerra
Lo peor: La historia carece de una perspectiva vietnamita y deja personajes colgando
El libro más arriesgado de la última poesía
Javier Bé rubrica un libro donde rompe de manera transgresora los códigos marcados por la poesía y la lleva más allá
Por Pedro Albero CRUZ SÁNCHEZ
La poesía de Javier Bé (San Sebastián, 1975) es un laboratorio inagotable que confirma que no hay lenguaje más «hibridable», transgresor e imprevisible que el poético. En su privativo estilo gráfico-experimental, Javier Berrera lleva los códigos poéticos hasta ese límite en el que el esfuerzo ontológico estalla en una miríada de posibilidades que raya en lo inefable. En realidad, la matriz de este imponente experimento literario es explorar el grado de inteligibilidad que retine lo poético cuando muta y se traduce en lo cibernético. Para Javier Bé, toda traducción entraña un inexorable margen de error, una mínima desviación que genera un universo semántico en sí mismo. El sentido termina por revelarse como esa leve inexactitud en el que exprimir lo civilizatorio del caos en el que estamos sumergidos. No hay en «La nueva poetría» trayectos, sino desvíos, zizagueos, pérdidas y, sobre todo, muchos callejones sin salida. El movimiento por el movimiento como experiencia fundamental –esa forma del deambular propia de los surrealistas y que, décadas más tarde, recuperaron los situacionistas en forma de sus psicogeografías– abre un campo de posibilidades en el que la repetición –en sentido deleuzeano– renueva el sombro ante la pérdida. La «crisis del relato» que se opera en este libro explicita un acto de insumisión contra las estructuras de disciplinamiento de la que se sirve el funcionamiento sistémico. Paradójicamente, este extravío de sentidos inexactos se contrapone a una precisión matemática en la construcción de las frases que confiere una plasticidad háptica.
Sensualizar el algoritmo
Javiér Bé logra dotar a lo intangible de una carnalidad deslumbrante que desafía el imaginario de lo cyborg. Como se lee en uno de sus poemas: «Sobre la piel, el espesor de las horas/ y la vida futura en un hilo de la lana/ que atraviesa el invierno». En su caso, la carne no desaparece, sino que ablanda y sensualiza el algoritmo. En el error de traducción, se encuentra la supervivencia del cuerpo –que, lejos de la precisión, es temblor, trazo nervioso y agitadamente humano. «La nueva poetría» constituye una de las propuestas más arriesgadas e imprescindibles de la última poesía española; un texto oblicuo que te deja sin aliento y que hace jirones todas las cartografías del sentido.
Lo mejor: Es una de las grandes propuestas que se han hecho de la última poesía española
Lo peor: En este poemario no hay nada realmente que objetar al autor ni al libro