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Louis Hofmann: "En Alemania hay que buscar nuevas perspectivas para contar la Segunda Guerra Mundial"

El actor, célebre por la serie "Dark" de Netflix, protagoniza "El falsificador de pasaportes", basada en hechos reales
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Hace ya siete años el mundo entero le puso cara en «Land of Mine», película danesa sobre la Segunda Guerra Mundial que estuvo nominada al Oscar, pero la fama le llegó casi por casualidad: el actor alemán Louis Hofmann se convirtió en uno de los buques insignia de Netflix gracias a la serie «Dark», con la que giró por medio mundo y dio espléndida resolución a uno de los mejores misterios contemporáneos de la ciencia ficción. Ahora, en plenitud interpretativa, estrena «El falsificador de pasaportes», basada en la autobiografía de Cioma Schönhaus, joven judío que evitó el más lúgubre de los destinos falsificando documentos en plena recta final de la Alemania nazi.
Louis Hofmann: "En Alemania hay que buscar nuevas perspectivas para contar la Segunda Guerra Mundial"
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-¿Conocía la historia de Schoman antes de embarcarse en el Proyecto?
-No, no conocía su historia. No había leído el libro, pero leyendo el guion me enamoré del personaje. Porque es único, muy singular, él y su mundo, encerrado por la inseguridad, el miedo y las amenazas. En esa opresión, consigue sobrevivir como alguien brillante, ligero casi, y valiente. Eso fue lo que me hizo enamorarme del personaje y querer saberlo todo de él. Maggie Peren, nuestra directora, llegó a conocerle antes de que muriera. Y el nieto de Schoman, de hecho, tiene un papel en la película. Fue extraordinario poder compartir con él un par de días.
-Con un personaje real, ¿uno intenta empaparse de quien fue realmente o era más importante acercarse a lo que la directora quería conseguir?
-Cuando interpretas a alguien real, la presión existe, estás sometido a ella y estás presionado por todas partes. Porque quieres gustar, quieres parecer real. Pero creo que, al final, lo más importante es la ligereza y la energía que transmitía mi personaje y que he luchado por encontrar dentro de mí. Lo más divertido fue que, un par de días antes de empezar a rodar con su nieto, me dijo que lo había conseguido, que hablaba y me expresaba con su misma energía. Fue extraordinario.
-Desde que la película se vio en Berlín, se señaló precisamente esa ligereza, esa manera alegre de ver la vida en el horror. ¿Cree que se trataba de un mecanismo de defensa?
-Absolutamente, pero en dos sentidos. Por un lado, creo que tenía la capacidad genuina de sentirse feliz. Es una capacidad complicadísima de adquirir, pero claro, también había algo ahí de mecanismo de supervivencia. Lo que hemos intentado en la película es trasladar eso, el vivir de manera positiva incluso bajo la amenaza constante, la opresión y el estigma. Queríamos que, incluso así, la audiencia fuera capaz de entender la dualidad de la opresión tras esa fachada de felicidad igual de real.
-Estamos acostumbrados casi a verle en producciones de época, pero la última película de Maggie Peren fue una comedia romántica, estrictamente contemporánea. ¿Cómo fue el trabajo en equipo?
-Sí, creo que la comedia… Mucha gente se ríe de las comedias (ríe), que es lo que deberían hacer… No, me refiero a que se las menosprecia constantemente. Son de lo más jodido de hacer en el cine, son complicadísimas. Lo que Maggie (Peren) trajo al proyecto fue la capacidad para entender la ligereza, el carisma del personaje, pero también lo juguetón que era. Y eso lo aplicó también a su dirección, muy juguetona. Probamos muchísimas cosas distintas, cómo acercarnos, cómo hacerlo más real, más emocionante. Esa capacidad de juego hizo todo mucho más fácil.
-La selección de Alemania para los Oscars, “Sin novedad en el frente”, lidia con la Primera Guerra Mundial. “El falsificador de pasaportes” con la segunda. ¿Cree que sigue habiendo hueco para las historias de guerra en el cine alemán? Durante décadas fue un tabú reservado a directores extranjeros.
-Sí, sí, totalmente. Pero necesitamos encontrar nuevas formas de contar esas historias, quizá desde un prisma más auténtico y más autóctono. Hay que buscar nuevas perspectivas. Nuestra historia, por ejemplo, es muy distinta a cualquier otra cosa que se haya hecho antes. Es muy sutil.
-Antes incluso de “Dark”, el mundo entero le vio en “Land of Mine”, también sobre la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué comparación establecería entre ambos papeles?
-Me parecen radicalmente distintos, porque el de “El falsificador de pasaportes” es mucho más extrovertido. Pese a lo claustrofóbico de la película. En “Land of Mine”, mi personaje llevaba dos años inmerso en la guerra, estaba roto por ella. Endurecido, quizá. Y aquí, en la nueva película, es todo lo contrario, no hay más puertas cerradas que la de la Gestapo. Se muestra todo el rato, se exhibe casi. Por eso me parecía tan atractivo este personaje como actor.
-¿Cree que las nuevas generaciones se están olvidando de lo que ocurrió en Europa en los años 30 y 40? ¿Necesitan realmente un recordatorio de la barbarie?
-No creo que la estén olvidando, creo que las generaciones inmediatamente anteriores y posteriores a mí están mucho más “despiertas” (“woke”). No necesitan un recordatorio. Siempre será importante saber qué ha pasado, recordarlo, hacer ese trabajo de alertas, pero las nuevas generaciones están muy dispuestas a escucharlas.